Se ha dicho y repetido mil veces que la vida es una constante búsqueda de la felicidad. Hasta podría parecer que hay un plan, un camino que se nos ofrece y que supuestamente es el que conduce al éxito y en últimas a la tan añorada calma. Empléate y ahorra, empieza tu historia crediticia y compra un carro, consigue la mujer ideal y cásate, trabaja más y compra una casa, ten hijos y edúcalos para que así ellos crezcan, se empleen, ahorren… una rutina que pasa desapercibida para muchos y embrutece la cabeza y entristece el corazón. Somos bombardeados constantemente por responsabilidades e incertidumbres que revuelven nuestros pensamientos y complican nuestras vidas. Sin embargo muchos, sino todos, tenemos ese mismo impulso por romper la monotonía, por salirnos del camino pavimentado, coger la destapada y aventurarnos por la trocha menos transitada. Ya sea con cosas pequeñas: buscar un restaurante nuevo donde comer, una guerra de papeles en la oficina, un paseo espontáneo a la finca olvidada de los abuelos, o un hobbie o deporte que nos llene los vacíos con emociones y sentimientos que nunca encontrarías enclaustrado en un cubículo.
En los deportes extremos se lleva la suerte al límite, se debe confiar en las destrezas y el nivel de concentración debe estar al máximo para llegar al final sin percances. Una vez pasado el peligro te embarga un sentimiento de dicha y satisfacción que te hace sentir más vivo, en paz y sin problemas. Con práctica y dedicación, con entrega y compromiso, se llega a jugar con esos límites, a sobrepasarlos poco a poco confrontando los miedos y superándolos. Pues ahora a Cali ha llegado un deporte que muchos ni siquiera considerarían un deporte. Un deporte que le dará a quien se atreva a probarlo una vía alterna, una ruta de escape llena de placeres, sustos y carcajadas que harán olvidar responsabilidades y preocupaciones así sea por un instante.
Quiero que en este momento se remonten a sus primeros años, allá cuando por primera vez pusieron sus manos en el manubrio de un vehículo impulsado por sus propias piernas. Lo más probable es que se encuentren sentados en un triciclo o algo parecido. Sin duda fue el primer elemento que trajo libertad y control a tu vida. Ahora imaginen que bajan por una pendiente en este artefacto a 50 km/h o más y entre más curvas tenga la vía, mejor. Además, como para rematar, las llantas traseras de este temible bólido no tienen agarre. Sí, escucharon bien. Las llantas de atrás son de un kart normal pero son recubiertas con un tubo de PVC y no agarran, no se pegan al pavimento y en cada curva toca controlar el derrape para no salirse de la carretera. ¿Frena? Pues tiene un freno en la llanta delantera como una bicicleta normal, sin embargo, a altas velocidades no es muy efectivo. Entonces toca aplicar el freno Picapiedra y sacar los tennis, que ojalá sean los más viejitos, y a comer suela. Al principio uno lo subestima y piensa que es un simple triciclo para niños, pero no, hay que tenerle respeto y empezar por el principio como es debido. Casco, protecciones y más importante que cualquier cosa… suave, con mesura. “Suave que es bolero” como dice un amigo mío. Es como con un caballo recién domado: uno no le pega talonazos ni le suelta las riendas sin problema. Sería irresponsable. Hay que mantenerlo frenadito, tranquilito mientras uno le va cogiendo práctica y se acostumbra a los movimientos. Pero una vez logras controlarlo, la sensación es verdaderamente indescriptible, las palabras no alcanzan, ir a esas velocidades y además derrapando de lado, concentrado en cada inclinación, en cada piedra y cada hueco en la vía, reaccionando a cualquier obstáculo; viviendo sólo en ese momento sin pensar en nada más...
El triciclo: este inofensivo vehículo que tantas sonrisas ha creado y tantas gargantas afónicas habrá ocasionado a incontables mamás, fue transformado en una máquina que cualquier abuela le otorgaría su creación al demonio y es ahora un deporte extremo para aquellos a los que la rutina los exaspera y encuentran en la velocidad un hogar por fuera del hogar.
La idea surge de los triciclos Big Wheels, populares en los niños estadounidenses de los años 70’s y que aún se siguen vendiendo: una rueda grande adelante y el centro de gravedad atrás y bien bajo son el regalo perfecto de libertad para un niño. De ahí fue surgiendo la idea de hacerlos para adultos y gracias al internet y las redes sociales, se ha ido volviendo una pasión global. Sin embargo, la brillantez de tirarse a grandes velocidades por carreteras pendientes impulsado sólo con la gravedad, viene desde el corazón de Nueva Zelanda y nació hace tan solo algunos años. Acá en Colombia lleva por lo menos dos años y ya podemos encontrar grupos en ciudades como Medellín, Manizales, Bogotá, Villavicencio, Tuluá y por supuesto acá en Cali. El número de trikers ya asciende por encima de los 200 en todo el país y sigue creciendo por cantidades ya que es muy fácil construir tu propio triciclo y puede hacerse por una módica suma. Hay incluso varios instructivos en internet sobre cómo armar tu triciclo pero aunque esos triciclos pueden salir baratos y fáciles de hacer, no es recomendable aventarse loma abajo en uno de estos a toda velocidad ya que no cumplen con ciertas características de resistencia y por lo tanto de seguridad.
Hay entonces quienes se dedican a construir triciclos de alta calidad que te aseguran un descenso más seguro, más controlado y que además son pensados con un diseño previo que hace que se vean y se sientan bien y más importante aún, que funcionen como es debido. En Cali está surgiendo una microempresa que se dedica a la manufactura y adecuación de triciclos de derrape o drift trikes para toda clase de entusiastas. RollinKeepers (RKS) surge de la cabeza de Agustín Zuluaga, un caleño que desde sus cuatro años, cuando El Niño Dios le trajo una moto de cilindraje pequeño, vive de las ruedas y para las ruedas. Como su nombre lo sugiere y en palabras de su fundador, un rollinkeeper es “una persona que mantiene rodando, un amante de las ruedas y de la adrenalina, a quien le gusta salir de la monotonía y piensa que la vida es una y hay que disfrutarla”. Esto es lo que nos brinda esta empresa: libertad y goce, alegría y adrenalina, todo a partir de un invento que aunque parezca un simple juguete para niños, llena el alma y nutre el cuerpo.
Así que si se encuentran atrapados en una rutina aburrida que les hace la vida más difícil, si las preocupaciones por el futuro, las cuentas a pagar o los problemas de pareja los abruman, anímense a probar uno de estos portales hacia la infancia, móntense en un triciclo ya sea construido por ustedes mismos o comprado a alguien que sabe del tema y olvídense por un momento de todo. Nunca es tarde ni muy temprano, viejos y niños, mujeres y hombres pueden aventurarse a probar este nuevo deporte y quizá enamorarse de él.
Ahora sí, ¡A derrapar se dijo!