No es la pregunta dramática que hoy se hacen miles de hogares colombianos. No. Es la que nos hacemos los colombianos cuando miramos las cuentas nacionales. Literalmente hablando, no tenemos con qué comer. Si quieren de otro modo dicho, nos prestan la plata que necesitamos para comer. ¿Cómo es posible que no lo supiéramos antes?
Juan Manuel Santos y sus amigos, no solo se robaron entera la bonanza petrolera, sino que duplicaron con creces lo que se llama la deuda pública externa de Colombia.
En los días que corren, tenemos que reservar el 35 % de los ingresos públicos totales para “honrar” la deuda. Honrar quiere decir pagar los intereses de esa magnitud colosal de endeudamiento, y pagar los vencimientos, para que nos sigan prestando. A trabajar, amigos, después de la pandemia que no nos deja trabajar. Hay que producir mucho, solo para estar al día. Entiéndase. No para deber un dólar menos, sino para conseguir que nos sigan prestando dólares que no tendremos con qué pagar.
Al endeudamiento público se le debe sumar el privado, que vale casi otro tanto. ¿Y a mí que me viene o me va que unos señoritos aprovecharan el dólar barato para endeudarse? Pues mucho, amigo querido. Porque esos señoritos que tomaron en serio las señales del mercado y descubrieron que era mejor endeudarse afuera que adentro, como que el dólar con que pagarían seguía valiendo lo mismo y la tasa de interés era mucho más baja, deben dólares que no producen, sino que compran en un mercado al que concurrimos todos. Ellos ponen los pesos, y entre todos ponemos los dólares.
Sumada una deuda con otra, la pública y la privada, estamos superando la bicoca de ciento cincuenta mil millones de dólares. ¿Con qué los pagaremos?
Una deuda la paga cualquiera, no lo dijo ningún Premio Nobel de Economía, sino Perogrullo, con los ingresos que le sobran. Y si no le sobra nada, después de sobrevivir, pues no paga. Y como no paga, le cobran y no le prestan más. Y el cuento se acabó.
Que no nos sobra un dólar para pagar, nos lo dice el Dane, solo que en cómodas entregas para que no entremos en pánico. Primero nos dice cuánto importamos, al tiempo nos cuenta cuánto exportamos, pero no junta una cifra con otra. Pues hagámoslo nosotros.
En este mes de marzo que ya pasó, compramos en el exterior cosas por valor de 3.968 millones de dólares. Y por lo que vendimos, nuestras exportaciones, nos pagaron 2.393. En suma, que nos quedaron faltando 1.575 millones de dólares para hacer el mercado. Así de simple.
Nos dirá el más desprevenido que además del valor de lo exportado recibimos plata por turismo, remesas, -que sabemos harto bien de donde en su mayoría vienen- inversión extranjera y algo por utilidades de lo que tenemos guardado en reservas internacionales. De acuerdo. Pero no se le olvide, amigo dilecto, que también hacemos turismo, que pagamos por la educación de hijos nuestros en el exterior, que reembolsamos las utilidades de la inversión en Colombia de los capitales externos y sobre todo, para acortar la cuenta, el famoso 35 % de los recaudos públicos, más los intereses de la deuda privada. Sin quererlo, o queriéndolo, quién sabe, entramos en la balanza de pagos, que debemos decir es también deficitaria, por lo menos en otros quinientos millones de dólares.
Hecha bien la cuenta, nos faltaron en marzo más de dos mil millones de dólares para hacer el mercado, lo que nuestros economistas jóvenes, que ya no usan bicicleta como los de antaño, sino computador y Mercedes Benz, llaman el “déficit en cuenta corriente”.
¡Cómo les parece! ¿De qué vamos a comer? ¿O con qué estamos comiendo ahora?
La segunda pregunta es más fácil que la primera. Estamos comiendo del crédito externo, lo que significa que hacemos el mercado con plata prestada. Así de sencillo.
La primera pregunta, dijimos, es bastante más complicada. Porque siguiendo las cosas como van, y tienden a empeorar, haremos mercado mientras nos presten con qué hacerlo. ¿Y después? Que el Sagrado Corazón nos proteja.
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O gastamos menos, lo que significa apretarnos el cinturón y exponernos a retaliaciones de los vendedores, o producimos más, que es donde está el corazón del asunto
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Esto no puede seguir así. O gastamos menos, lo que significa apretarnos el cinturón y exponernos a retaliaciones de los vendedores, o producimos más, que es donde está el corazón del asunto.
Durante años, Juan Manuel Santos y en parte este Gobierno, que no quiso contar lo que recibía, y vaya uno a saber por qué, se dedicaron a vivir del poco petróleo que exportábamos y producíamos, gracias a la obra del Presidente Uribe y su Ministro Luis Ernesto Mejía, y del precio de cien dólares el barril, que se fue para no volver. Ningún esfuerzo por aumentar exportaciones manufactureras y nada por estimular la producción del campo. Nada. Y ahora, ¿con qué vamos a mercar?