Eso no tiene discusión. La gente del departamento de La Guajira es de las más olvidadas y marginadas de Colombia, con promesas incumplidas, corrupción rampante y una miserable pobreza que parece mantenerse en el tiempo.
En este contexto, todos pensamos que sería una ventaja significativa para el departamento el hecho de contar con seis congresistas de origen guajiro. Sin embargo, la realidad ha demostrado que tener dicha representación no significa tener soluciones.
La Guajira sigue sumida en la miseria, y la presencia de seis legisladores no ha mejorado la vida de la gente porque la desnutrición, el desempleo, el mal estado de las vías, la falta de agua potable y la corrupción son problemas que persisten, constituyéndose en la ineficacia de la representación política, como si la voz de La Guajira en el Congreso se hubiera convertido en un eco vacío, como la voz en el desierto.
No hay duda. Según el DANE, La Guajira sigue siendo el departamento con el mayor índice de pobreza en Colombia, con un 67% de la población viviendo en condiciones de pobreza extrema. La desnutrición infantil, que ha alcanzado niveles escandalosos, es uno de los síntomas más evidentes de un sistema que le ha fallado a los más vulnerables. Es la miseria echa carne.
¿Qué están haciendo los congresistas guajiros por su departamento? ¿Cómo es posible que, a pesar de tener una representación significativa en el Congreso, La Guajira siga padeciendo las mismas penurias de siempre?
La respuesta a estas preguntas es desalentadora, pero evidente: los congresistas guajiros parecen estar más interesados en sus agendas personales que en las necesidades de su gente.
No es una acusación infundada, sino mi opinión basada en la realidad que viven los guajiros a diario. Basta con mirar el estado intransitable de las vías, los proyectos de infraestructura que parecen estancarse, y los recursos destinados a estos fines se desvanecen. La falta de agua potable, un problema que ha cobrado la vida de cientos de niños guajiros, sigue siendo una realidad inaceptable.
Es imposible hablar de la situación en La Guajira sin mencionar la corrupción que ha permeado todas las esferas del poder en el departamento. De hecho, algunos de los congresistas han sido señalados por estar involucrados en escándalos de corrupción o, al menos, por mirar hacia otro lado cuando estos ocurren.
Los congresistas podrán argumentar su efectiva participación, como la senadora Peralta con su iniciativa de constituir al río Ranchería en sujeto de derechos, que bien podría haberse resuelto con un documento CONPES que articulara las acciones de las autoridades ambientales; o el senador Deluque con sus iniciativas de telecomunicaciones y el derecho constitucional a la alimentación que no le resuelven ningún problema concreto a la gente de La Guajira; la estampilla prohospitales de La Guajira del representante Cerchar, que va a encarecer la contratación pública y cuyo recaudo terminará en el mismo bolsillo en que han terminado todas las estampillas, o si no que me demuestren cuál problema han resuelto con alguna de las estampillas que actualmente se recaudan; o el representante Juan Loreto Gómez con su proyecto de subsidio a estudiantes de bajos estratos, que lo puede resolver el sistema general de participaciones.
Pero, en concreto, ¿cuáles son las gestiones que han llevado a cabo para resolver los problemas particulares de la gente en La Guajira, tales como el hambre, la desnutrición, el desempleo, el mal estado de las vías? Es decir, lo que afecta a la gente de manera directa. O al menos marcar un punto aparte decisivo contra la corrupción. ¡Dónde está esa cruzada!
Mientras tanto, los congresistas continúan en su lucha por el poder, olvidando que su verdadero deber es con la gente que los eligió, y parecen estar más entusiasmados en mantener el statu quo, protegiendo sus intereses y los de sus aliados, en lugar de trabajar por soluciones.
La Guajira no necesita más promesas vacías ni más congresistas que solo buscan su propio beneficio, sino líderes comprometidos para salir del ciclo de pobreza y abandono en el que ha estado atrapada por tanto tiempo.