De qué hablamos cuando decimos ¡Ojo con el 22!

De qué hablamos cuando decimos ¡Ojo con el 22!

Le seguimos creyendo a un “pastor mentiroso”, a cualquier “pastor mentiroso”, le creemos cuando dice: “¡Lobo, lobo! Hay un lobo que persigue las ovejas”

Por: John Alexander Castro Lozano
noviembre 27, 2021
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De qué hablamos cuando decimos ¡Ojo con el 22!
Foto: Pixabay

600 días antes de las elecciones presidenciales de 2022, el expresidente, exsenador e imputado advirtió sobre la peligrosidad de una figura distinta a la que él señale. Ya lo había hecho en 2010 y lo repitió en 2018. Lo más relevante es que en Colombia siguen creyéndole, como le creyeron al “pastor mentiroso”. Sin embargo, en la fábula muestran la importancia de la sinceridad y la confianza pues acaba la credibilidad. En Colombia, parece, nos guiamos por la marrullería. Por eso, seguimos creyendo en la llegada del lobo en forma de “Castrochavismo”, “Narcocomunismo”, “Nos volveremos como Venezuela”, “Nos espían los rusos”, “Revolución Molecular Disipada” o “Se están metiendo a los conjuntos”.

En octubre de 2020 surgió la advertencia: “Ojo con el 22. Por la defensa de la libertad y la democracia, hasta el final”. Para el autor de aquellas palabras, solo existirá libertad y democracia si son ellos quienes ocupan la silla presidencial, los ministerios y en general, las sillas gubernamentales. Si otros y diferentes a ellos son elegidos, tendremos una vida de sometimiento y bajo una dictadura.

Así, algunos exalcaldes (quienes pueden tener el guiño del imputado y están en carrera por la silla presidencial) apenas pueden decir: “Petro parece como si no se hubiera desmovilizado”; “si izquierda significa darle prioridad a la necesidad de los más pobres, soy más de izquierda que Gustavo Petro”; “le vamos a ganar a Petro en segunda vuelta”; “Petro quiere convertir a nuestras fuerzas armadas en Boyscouts.”; “Gustavo Petro habla bien, pero dice mentiras y como Gobernante poco hace.”; “se está desinflando”, entre otras frases. Los exalcaldes sólo tienen una propuesta: ¡Derrotar a Petro!

Dicho de otra manera, Petro se convirtió en el enemigo interno a vencer, contra Petro se han unido, por un lado, la Coalición de la Experiencia (sin saber cuál es su experiencia) y por el otro, se constituyó la Coalición de la Esperanza (sin saber a qué se refieren con esperanza).

La figura que ha creado la extrema derecha y la izquierda sectaria (en algún lado se encuentran) es el rival a vencer pues es bastante poderoso. Petro logra, según una cabeza brillante de la economía, “controlar” el precio del dólar y lo motiva a subir de una forma acelerada, por eso se acerca a los 4.000 pesos. Aunque ese mismo economista dijo: “Si gana Duque vamos a volver a ver niveles bajos del dólar en Colombia, podría estar por debajo de $2.700.”

Cada propuesta de Petro –no importa cuál sea– es repetida múltiples veces (a través de radio, televisión, prensa e Internet), se polemiza, se cuestiona y mentes brillantes (como la del economista) son consultadas para conocer su opinión.

Por supuesto, su opinión es “mostrar” lo perjudicial de esa propuesta y esa replica es divulgada tantas veces para “revelar” su inconveniencia. Asimismo, recuerdan, una y otra vez, la participación de Petro en la desmovilizada guerrilla M-19, mostrando una aparente peligrosidad pues un antiguo guerrillero puede instaurar el socialismo, el comunismo en Colombia.

Y regresamos a esos conceptos vacíos, pero han convencido a un gran sector de la población, para ellos son ciertos, es una amenaza a ser detenida, debe ser derrotada. Como lo dijo el autoproclamado mejor Ministro de Hacienda de América Latina: “No me tomaría un café con Petro, este es un proyecto para vencerlo”.

En Colombia, le seguimos creyendo a un “pastor mentiroso”, a cualquier “pastor mentiroso” le creemos cuando dice: “¡Lobo, lobo! Hay un lobo que persigue las ovejas”. Por eso, en cada elección, los aldeanos (colombianos) salen a votar verracos para que no llegue el lobo. También creemos, por ejemplo, que, la moringa contrarresta al COVID 19. Así somos los aldeanos de Colombia.

Nota: Esta columna de opinión es el resultado de una serie de diálogos entre los integrantes del grupo de estudio “Teorías sociales: clásicas y contemporáneas” de la Universidad Pedagógica Nacional.

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