Desde hace varios años, la política en Cartagena llama la atención en el panorama nacional y no precisamente porque sea un espejo donde las demás ciudades puedan mirarse, sino porque durante muchas décadas, en este pequeño rincón del mundo, la corrupción ha plantado su bandera y sin tregua alguna, ha conducido a la ciudad a ser una de las más desiguales, nada más y nada menos en el tercer país con mayor desigualdad social del planeta.
Ha sido tanta la corrupción, que durante las primeras décadas de este siglo, fueron pocos los alcaldes que pudieron culminar su mandato, mientras que los demás, estuvieron casi siempre envueltos en escándalos de corrupción y pasaron del despacho a los barrotes; mientras, la ciudad agudizaba problemáticas que ha venido sorteando históricamente y haciendo que el hambre, el desempleo y la inseguridad se normalizara en el imaginario de propios y extraños.
Cansados del caos que nos ha dejado la corrupción, se eligió en 2019 a William Dau Chamat como el primer mandatario de los cartageneros, fue sin lugar a dudas, un mensaje contundente a las casas políticas tradicionales, quienes en su inmensa mayoría son los responsables de la realidad de la heroica Cartagena.
Un aura de esperanza en la que muchos nos aferramos, ante un discurso directo y emocional en contra de los verdugos, fue revalidado en las urnas y cierto nivel de optimismo comenzó a envolvernos a los que creíamos que bajo la tutela de este nuevo alcalde las cosas podrían empezar a transformarse favorablemente.
Sin embargo, a las primeras de cambio, la esperanza empezó a convertirse en desilusión y hoy en arrepentimiento. Pues Dau, resultó ser más de lo mismo; nos siguió adentrando en esa senda de mentiras y de desesperación que solo la corrupción nos deja.
Sumado al ya triste panorama, nos queda la fatal sensación de que el alcalde es ajeno a la ciudad, y que sus funcionarios, han tomado sus despachos como islas independientes, gobiernan al mejor estilo de la oligarquía, es decir, de espaldas a la realidad social de Cartagena.
Mientras Dau mide likes en las redes sociales, todos en esa administración hacen lo que quieren o lo que pueden, no se evidencia por ninguna parte sinergia entre despachos, y consecuencia de ello, es que durante el 2020, que fue el primer año de gobierno de nuestro caudillo tiktoker, nos convertimos en una ciudad más pobre, pues nada más y nada menos que el 47.7 % de los habitantes están en esta condición y así mismo, se pudo ver con el aumento desproporcionado de la pobreza extrema, misma que se cuadruplicó del 3 % al 12 % y que nos hizo todavía más desiguales de lo que ya éramos. (Véase el informe de Calidad de Vida 2021 - Cartagena Cómo Vamos).
Lo que más llama mi atención, no es únicamente lo que está pasando en Cartagena y con una administración que ha perdido el control de la ciudad y de sus destinos, si alguna vez lo tuvo, sino los mecanismos falaces con los que Dau, sus funcionarios y seguidores se acomodan para desmarcarse de toda la responsabilidad que hoy recae sobre Él y sus funcionarios.
Al mejor estilo del facismo italiano de mediados del siglo XX, cada vez que algún ciudadano llama la atención por algo que no está bien con su administración, la consigna parece ser la misma, atacar a quien lo dice y no al argumento, esta clase de falacia se realiza, con el afán de desviar la atención sobre lo que se denuncia y desacreditar la fuerza del argumento.
Otra defensa falaz, propia de los que hoy siguen apoyando a una administración impopular, radica en que cuando denuncias algo negativo sobre su caudillo o su administración, el argumento en contra, es censurarte, pues frases como: “ahora es que van a decir” “ahora es que les va a molestar” “antes no decían nada y ahora sí” como si este alcalde tuviera inmunidad a la crítica sólo porque los que los antecedieron también hacían las cosas mal.
Finalmente, otro mecanismo de defensa es victimizarse, repetir y repetir hasta la saciedad, que lo sabotean, que no lo dejan gobernar y que todo aquel que lo critique es un corrupto enemigo de Cartagena.
Bajo esta lógica, al escribir esto, me convierto en un enemigo de la ciudad, que seguramente por no haber logrado una OPS, estoy criticando a Dau.
Pero lo cierto es que cada vez, es más indefendible su gestión, y más cuando en campaña prometió tantas cosas, y de eso hoy ya ni el recuerdo, o preguntémosle al gremio de mototaxistas, que creyendo en sus promesas de solución, hoy ven en Dau un personaje muy peligroso, que los acaba de condenar a la estigmatización social, no los baja de agitadores, violentos y desestabilizadores, mostrándose intransigente, insensible y bañado en una falsa aura de autoridad que solo sigue ampliando la distancia entre los ciudadanos de a pie y esta nefasta administración.