De política y politiquería y el valor de la educación

De política y politiquería y el valor de la educación

"La solución empieza por remover a los culpables de la crisis, por derrotarlos en las urnas"

Por: Víctor Hugo Acosta Cardona
febrero 15, 2018
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De política y politiquería y el valor de la educación
Foto: Tutellus

Hace unos días recibí varios mensajes por Facebook. Uno de ellos me preguntaba por qué mi muro solo contiene temas políticos. Otro se lamentaba al suponer que no tengo vida social y los más reiterativos me acusaban de ser un politiquero.

No juzgo ninguna de esas opiniones. Muchas de ellas provienen de personas de mis afectos, pero, independiente de eso, el malestar se origina en un sinnúmero de actuaciones perversas que se hacen en nombre de la política y que tienen a la gente hasta la coronilla: compra de votos, sueldos exorbitantes de los congresistas en contraste con un bajísimo salario mínimo, promesas incumplidas, puentes donde no hay ríos, leyes contra la inmensa mayoría de los colombianos, cartel de la toga, elefantes blancos, tránsfugas que transitan por todo el espectro partidario, puestos a cambio de votos, mermelada, corrupción por doquier  y un largo etcétera, vicios que alejan a la gente de la política o la llevan a concluir que “todos los políticos son iguales”.

Empujar al ciudadano hasta ese límite tiene un encanto para aquellos que siempre han mal gobernado, en primer lugar, porque desestimula el voto, a tal punto que la abstención, por ejemplo, en las elecciones presidenciales del 2014 llegó a un 59.93%. En segundo lugar, porque permite que el voto conseguido a través de clientelismo y politiquería sea el que elija a las mayorías, dejando en un lugar marginal el voto de opinión. Y en tercer lugar, porque aquellos que desde el poder  acaban el agro, la industria y con ellos el trabajo digno y estable, suben las tarifas de servicios públicos, los impuestos y demás, se presentan ante los electores como próceres a cambiar baratijas por votos y prometen toda clase de soluciones a los males que ellos mismos causaron. Círculo vicioso que explica en parte que este simulacro de democracia sigue eligiendo cada cuatro años a los mismos con las mismas que tanto daño le hacen al país: escogen a su carcelero.

El 11 de marzo de 2015, el maestro Carlos Gaviria Díaz dictó una conferencia a profesores del Gimnasio Moderno, de Bogotá, denominada “Educar para la democracia”. “Colombia no es una democracia, sino una sociedad con vocación democrática”, dijo allí. Quería indicar el maestro Gaviria que la democracia colombiana está por construir y que para este fin el primer ingrediente es la educación.

Pero miremos cuál es el panorama en este componente esencial de la democracia. El científico colombiano Rodolfo Llinás, en entrevista a Semana subrayaba: “La educación más que importante es esencial. Si no se le da al cerebro la capacidad de optimizar seremos individuos de segunda clase que no alcanzamos todo lo que podíamos ser. La ventaja de la educación es que si se hace bien mejora la calidad del individuo, por eso digo que es como el agua o una buena comida”. Y sobre el sistema educativo actual indicó: “Colombia es una cenicienta que quiere ir al baile de los países desarrollados”. En otro testimonio a Lecturas de El Tiempo, Llinás puntualizó: “El nivel de la educación en Colombia es más bajo de lo que debiera ser, dada la inteligencia natural de los colombianos.

Las afirmaciones del doctor Llinás tienen un sustento en cifras, pues 2.8 millones de habitantes las zonas rurales no saben leer ni escribir y 4,5 millones de niños están por fuera de las instituciones educativas de básica y media. El Acto Legislativo 01 de 2001, que creó el Sistema General de Participaciones, SGP, y el Acto Legislativo 04 de 2007 les redujeron 7,5 billones de transferencias a los entes territoriales, entre 2002 y 2008, y su prórroga hasta 2016 les quitó otros 51,6 billones de pesos (ver estudio). Para completar, la deuda del Estado con la educación superior universitaria pública era a 2013 de 11,3 billones, como lo evidencia el análisis del Sistema Universitario Estatal, denominado “La realidad de la crisis en el sistema de financiación de las Universidades Estatales” (ver estudio), lo que obliga a dichas instituciones a recurrir a la venta de servicios y a aumentar matrículas para atenuar el peso de la deuda que aún está vigente.

El diagnóstico anterior nos lleva a concluir que la clase política tradicional, representada hoy por el santismo, el uribismo y el vargasllerismo, es la directa responsable de que no solo no exista una auténtica democracia, sino de destrozar la educación, componente esencial para construirla.

La solución empieza por remover a los culpables de la crisis, por derrotarlos en las urnas, por meterse en la política para evitar que la politiquería se siga metiendo con nosotros, por construir democracia luchando por imponer cambios significativos en el modelo educativo. Es lo que propone la Coalición Colombia, que concibe la educación como un derecho fundamental y no como el privilegio de unos pocos, que mira la educación como la base de la transformación social y la mejor herramienta para desarrollar el potencial de las personas. El programa de la Coalición Colombia descansa en un eje central: avanzar hacia la universalidad, la alta calidad y la gratuidad en la educación pública. Y en la lucha contra la corrupción y el clientelismo, propone hacer realidad los cambios que el país necesita liderando el proceso de reforma a la justicia y al sistema electoral para derrotar el círculo vicioso entre clientelismo, corrupción e impunidad.

Por estas y muchas razones me la sigo jugando por la Coalición Colombia, porque estoy convencido de que este país sí tiene arreglo y de que cada vez más personas se deben hacer partícipes del cambio que necesita Colombia y como dice con frecuencia el Senador Jorge Enrique Robledo: “A los mismos con las mismas, no los derrotamos en Twitter, los derrotamos metiéndonos en el barro de la lucha política”.

 

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