En varios países del Tercer Mundo y en especial en algunos de América Latina, campea la Hybris, la Desmesura de ciertos gobernantes del ayer y del hoy.
En la mitología griega la Hybris (la Desmesura, la Insolencia insaciables) eran castigadas con violencia por las Erinias, unas perras furiosas que mordían y azotaban sin piedad a los enfermos de soberbia, para proteger el orden social. Castigaban ellas en el mundo terrenal y en el Más Allá, en especial a aquellos que afectaran el equilibrio del universo por olvidar su condición de mortales, o por la pretensión de querer ser iguales a los dioses.
Era tal la crueldad de estas perras, que hasta el propio Zeus les temía. En castigo, a los desmesurados se les enviaba al Hades, al fondo de lo infrahumano, a la morada de los muertos. En el mundo romano, las Erinias recibieron el nombre de Furias, por haber nacido de las gotas de sangre que habían caído de la mutilación genital de Urano. A decir verdad, hoy en día, frente a la soberbia gula presupuestal de ciertos gobernantes de América Latina, se las extraña.
Perfil del gobernante desmesurado
El gobernante desmesurado vive siempre rodeado de aduladores, corifeos y vividores de ocasión. De ellos dijo Platón que son “misólogos”, cultores del odio y del desprecio a los razonamientos Ciertos gobernantes de la historia y de la actualidad solían y suelen caer en la Hybris o Desmesura, en el orgullo excesivo o la arrogancia fatua que los lleva a transgredir los límites de la cordura, del buen sentido, del buen juicio, en actitud de desprecio temerario hacia los demás y en la enfermiza pretensión de sobrevalorarse en demasía.
Estas conductas, que no estaban exentas de esa locura que suele acompañar al poder excesivo y al desenfreno del ego, que ayer como hoy es falta gravísima, muy próxima al concepto de “pecado” de los cristianos, entre los griegos era susceptible de Némesis o castigo por violación del Moira, de la parte que le es asignada al Jactancioso en la división del destino. En el mundo contemporáneo podrían ser objeto de sanciones legales de diverso tipo (penales, fiscales, disciplinarias) y hasta de las dos formas del llamado juicio político: El constitucional y el juicio político ciudadano. De estas dos formas fueron los juicios recaídos sobre, por ejemplo, Fernando Collor de Mello y otros ex jefes de Estado del subcontinente latinoamericano.
La advertencia de Heródoto
Dijo el historiador: “La divinidad tiende a abatir todo lo que descuella en demasía”. Más tarde diría un filósofo: “Recuerda, nunca demasiado”. El Hybristés, el Desmesurado, en actitud de dios castigador lo quiere todo para sí. En sus ansias de acumulación exige a los demás que todo se lo reconozcan, aplaudan y le rindan pleitesía de buen o mal agrado porque, de no hacerlo, hará recaer sobre ellos la ebria violencia de su furia. Con frecuencia, el Desmesurado vive por y para el aplauso sincronizado. Vive y respira para la Proskynesis, ese aplauso reverencioso y arrodillado que lo pierde y condena a las profundidades del Infierno. Juntas, vanidad y lambonería, pierden al gobernante imprudente. Tanto al de ayer, como al de hoy en día. A Polícrates de Samos ayer y siglos después a Polícrates de “Mello”.
De premios y castigos para los gobernantes, según su conducta
Los malos gobernantes son aquellos que se dejan llevar por la Hybris, por la Desmesura, un pecado que los dioses griegos castigaban con severidad. Los buenos gobernantes, en cambio, son aquellos que practican la Frónesis, una cierta sabiduría práctica, pensada y dirigida por la mente. Se trata de la Prudencia en el caminar hacia el bien común y el bien personal. Los desmesurados, parecen estar de regreso en América Latina. A los prudentes se les extraña.
De unos y otros encontramos en el espectro político de la región, tal vez más de los primeros, de los cuales algunos son impenitentes y casi todos maquiavélicos. Analizaremos los casos de algunos malos gobernantes del lejano mundo de la mitología, de la historia y del pasado reciente de América Latina. En especial los de Polícrates de Samos y Fernando Collor de Mello-Cardoso, para más adelante extender la investigación a, por ejemplo: Bucaram-Mahuad, Pérez-Lusinchi-Chaves, Wasmosy-Oviedo, Fujimori-García-Castillo y otros desmesurados.
Castigo de algunas transgresiones en ciertas culturas
En el caso de violación del juramento, por ejemplo, en el antiguo derecho hindú anterior a la recepción de nociones jurídicas occidentales, el castigo era materia de dharma, porque lo que estaba en juego era el sostenimiento y defensa no solo del mundo físico sino también del mundo ético. De esta manera, un juramento con a-dharma rompía el equilibrio de estos dos mundos, introduciendo en el cosmos un desorden que afectaba, además, lo social y lo religioso. Un rey perjuro, no solo afectaba su credibilidad pública, sino que igualmente rompía con el principio establecido: La realeza es consagrada como una institución necesaria para el mantenimiento del orden social establecido por Dios. En consecuencia, el perjurio del rey hacía que se instaurara en la sociedad la lógica del pescado: “El pez grande se come al chico”. Un acto censurable que traía fuertes sanciones, tales como las ordalías del agua y del fuego, en este mundo, y las privaciones en el infierno, en la otra vida. Gobernantes “a-dharmáticos” de América Latina se desdicen y se han desdicho de sus respectivos juramentos constitucionales a lo largo de la historia pasada y reciente.
En la concepción indoeuropea el juramento hacía parte del concepto de soberanía
En el caso del rey era algo de trascendental importancia, porque podía ser obligado a prestar el juramento del cargo ante un sacerdote quien, por lo demás, se constituía en el garante del orden sagrado y en la encarnación de la regla y del juramento. El sacerdote y su esposa representaban el flamen dialis; es decir, la fidelidad conyugal y, por extensión, la fidelidad al juramento prestado. Pero, el sacerdote brahmán hindú y el flamen dialis romano no podían ser obligados a jurar; el religioso, otro gremio hoy en día bastante a-dharmático.
Numa, el rey cumplidor de sus juramentos
Este rey mítico representaba una monarquía tranquila y fiel a su palabra, en virtud a su identificación con Fides, el dios de la Exactitud contractual y la Puntualidad en los cumplimientos. Por el contrario, Rómulo, el rey perjuro por excelencia, desfogado, excesivo, ebrio y ávido de poder, se identificaba con Júpiter, el dios que personificaba la astucia, el ardid, la trampa y la impuntualidad en los compromisos. Numa, en cambio, instituyó un santuario a la fides pública y les enseñó a los romanos el juramento más solemne entre todos los juramentos: El “Juramento por fides”. Rómulo, en contraste, creó fraudulentamente el dios Consus para “dedicar” en su honor el pillaje, el latrocinio y la razzia; el dios que seguramente adora la tóxica pareja mesoamericana.
En la India védica la soberanía terrenal, se confundía con la antítesis sobrenatural Mitra-Varuna
Mitra era el dios suave, dulce, amable. Varuna el dios áspero, rabioso, terrible. Mitra personificaba el contrato, el intercambio, el regalo, el servicio prestado, la obligación, el deber, la confianza, el buen sacrificio, el soberano razonable y bien intencionado por cumplidor de sus juramentos. Varuna, personificaba todo lo contrario, el poder unilateral, el intercambio desigual, el derecho abusivo, la desconfianza, el sacrificio que le roba a los dioses, el soberano déspota, desmedido, asaltante, sombrío, violento y perjuro. Mitra creaba, ayudaba y premiaba el cumplimiento. Varuna hacía incumplir, caer en el error y castigaba al que se desdecía, lo ataba, lo amarraba y se lo llevaba al otro mundo para seguir en él torturándolo. ¿Como el Varuna que asalta al “bravo pueblo”’?
El juramento en la Iliada
Esta obra, que es ya del período cada vez más histórico del pueblo griego, narra que Agamenón es rey de su pueblo porque ha prestado el juramento de cargo ante Zeus y solo corresponde al dios exigirle el cumplimiento de los compromisos adquiridos. No obstante, el pueblo va tomando cada vez más conciencia de su número y poder y, más tarde, le exigirá al rey un mayor cumplimiento de sus deberes y juramentos. Hoy en día se observa que cada vez más ciertos pueblos han perdido o renunciado al Deber de exigirle la rendición de cuentas a sus gobernantes.
El juramento en la Odisea
En esta obra se perfila una mayor intervención del pueblo en la exigencia de responsabilidad al rey y en que cumpla sus juramentos, y hacia finales del período heroico se habrá creado una Themis que ahora se ha transformado en Diké; es decir, en un principio de justicia que se impone a todos los miembros de la comunidad, incluyendo al propio rey, cuyo juramento ahora es exigible por la comunidad reunida en asamblea. En consecuencia, el rey perjuro no tiene derecho a ser protegido por la Themis, porque ha pasado a ser Átimos: Un lobo que huye solo, desnudo y sometido al escarnio público y es en esta condición que puede ser exhibido frente al ágora, fueteado, escupido, degradado, sus bienes confiscados y su casa arrasada, quemada y regada con sal. Hoy vemos a tantos Átimos, fugados del juicio político, en paraísos fiscales del dinero y/o de la corrupción que clamar a los dioses sería práctica a recuperar cuanto antes, pero sin intermediarios.
Vengarse sobre el rey perjuro era más un Deber ciudadano que un derecho
El pueblo, en consecuencia, estaba obligado a jurar venganza imprescriptible sobre el monarca incumplido y de aquí, que todo rey debe tener especial cuidado en evitar que la furia de los dioses, ejecutada por las Erinias y por los demonios del Hades, cayera sobre una polis cómplice por abulia o por anomia. Para reconciliarse con los dioses y con su pueblo, el rey perjuro, antes de volver a jurar sus compromisos, debía purificarse las manos con agua en medio del ágora y luego debía derramar la sangre de un verraco y un poco de vino, que simbolizaban la Imprecación que pedía para su cabeza en caso de nuevo incumplimiento: “Oh Zeus, todopoderoso señor, dioses del Olimpo, si yo transgredo mi juramento que mi cerebro y el de mis hijos sean regados sobre la tierra como esta sangre y como este vino”. Tremendos charcos de materia gris (es un decir) y de sangre inundarían hoy en día los tristes trópicos…
La carne del verraco sacrificado se convertía en tabú
En consecuencia, no podía ser consumida, por haber quedado maldita o corrompida por las imprecaciones que se hicieron sobre ella. Debía ser lanzada al mar o enterrada. Inmediatamente, se debía ofrecer un festín o cena de la paz (a secas, no de mentiras totales) para que con esta “comunión”, el juramento adquiriese el carácter jurídico de Contrato firmado ante Dios y ante los hombres. Los alimentos de la cena de la paz y el vino de la reconciliación, fraternizaban nuevamente al rey con su pueblo y creaban una nueva hermandad que simbolizaba también una nueva alianza. Todo esto era una variedad de blood-covenant, entendido como convenio, compromiso, contrato. Es claro que el vino de los griegos, hoy en día ha sido reemplazado por la represión.
Las obligaciones surgidas del juramento griego llegaban a sancionar hasta la Hybris
Esto en razón a que se consideraba incurso en ella al gobernante que había perdido el sentido de las proporciones, como ocurrió con Polícrates de Samos, el tirano cuyo éxito demasiado continuo puso celosos a los dioses del Olimpo y de tal manera, que ellos le consideraron demasiado afortunado en algunos aspectos y perjuro en otros, sobre todo por haber violado la ley de la Némesis, la normativa que exige cierto equilibrio en todas las cosas de la vida, y aun en la “buena estrella”. Un caso, el de Polícrates de Samos, que nos recuerda la tragedia esquiliana de Fernando Collor de Mello, el destituido ex presidente de Brasil.
Cómo eran los dioses griegos
Los primeros cultos se remontan seguramente hacia el 3.500 a. C. cuando el Olimpo heleno estaba integrado por muchos dioses, portando cada uno sus nombres, figura y rasgos humanos. Cada uno podía personificar las fuerzas de la naturaleza (el rayo, los terremotos, las pestes), o las fuerzas primordiales que salieron del Caos original. A la par de los humanos tenían pasiones y podían ser envidiosos, caprichosos, celosos, irascibles, sabios, artísticos, amorosos, belicosos, violentos, crueles, arteros. Naturalmente que, por ser dioses, tenían grandes poderes para alterar la realidad de manera caprichosa si así lo decidían. Caprichosos, la nota característica de todo tirano. Con alguna frecuencia “bajaban” al mundo de los humanos a buscar seres de diferente o del mismo sexo, para copular, y de estas relaciones salían los héroes, que eran mitad dioses-mitad humanos; así mismo interactuaban con los humanos y tomaban partido en sus conflictos y guerras siendo particularmente vengativos, celosos, crueles, volubles, inseguros, mezquinos y egocentristas. Como en las diferentes épocas de tiranos de América Latina, formaron generaciones. ¿Recuerdan los Somoza, los Trujillo, los Castro, los KK?
Los dioses formaron generaciones
La Primera fue la de los Primordiales o fuerzas elementales de la naturaleza surgidas del Caos: Érebo (la oscuridad), Nix (la noche) y madre a su vez de Hipnos (el sueño) y de Tánatos (la muerte); también Gea (la Tierra). Fueron reemplazados por la Segunda generación los Titanes: Océano, Ceo, Crío, Hiperión, Japeto y Crono, y las hermanas de este (Tea, Rea, Temis, Mnemosina, Tetis y Febe), muy incestuosos, siendo la pareja más importante la formada por Rea y el menor de los hermanos, Crono. Los Olímpicos fueron los dioses griegos de la Tercera generación: Crono castró a Urano, su padre, para convertirse en rey del universo, luego se tragó a sus hijos para que no lo castraran, Zeus, se enfrentó a Crono, su padre y le hizo regurgitar uno a uno a sus hermanos mayores, que salieron del estómago paterno ya crecidos: Poseidón, Hades, Hestia, Deméter y Hera; junto a sus hermanos se proclamaron nuevos soberanos del universo, fijando residencia en el monte Olimpo. Cada olímpico tenía su atributo: Hestia (el cetro), Hermes (casco alado y bastón), Afrodita (velo), Ares (casco y lanza), Deméter (cetro y gavilla de trigo), Hefesto (bastón), Hera (cetro), Poseidón (tridente), Atenea (búho y casco), Zeus (rayo y bastón), Artemisa (arco y carcaj) y Apolo (cítara). Platón unió los doce olímpicos con los doce meses y en Fedro, alineó a los doce con el zodiaco. El comandante supremo unió a los suyos primero en una villa con nombre de santo y luego en otra con uno de villorrio.
Zeus fue siempre el verdadero rey del Olimpo
Recibió el título de “padre de los dioses y los hombres” y a ambos gobernó. Supervisaba el universo. Era el dios del cielo y el trueno, por ende, de la energía. Con cetro, corona y rayo, símbolos de su poder. Se casó con Hera, su hermana, a quien engañó convirtiéndose en un pájaro. Luego engendró a la diosa Afrodita. Aventurero en lides del amor, sedujo deidades y héroes. Detentaba la máxima autoridad. Era el patrón de la hospitalidad y de los invitados, presto a vengar cualquier injusticia cometida contra un extraño. Vigilaba el cumplimiento de los juramentos, a los mentirosos los castigaba con rigor. Vigilaba los negocios en el ágora y castigaba a los comerciantes deshonestos. Con la égida, infundía terror al impío y a sus enemigos. Lanzaba el rayo, el trueno y el relámpago. En represalia, desataba tormentas invernales. En ocasiones libertador o portador de la libertad. En otras, dios Plusio o dador de riquezas. Majestuoso, justo y/o castigador. Hera, lo celaba y castigaba a sus amantes (los de ella y los de Zeus); ella siempre quiso ganar en todo, no en vano su símbolo era el pavo real y conspiraba constantemente para destronar a su marido. A veces en América Latina pareciera necesario tener algunas para quitarse el fastidio de tenerlos en casa.
La religión griega
Partía de un supuesto: Que todo lo del mundo había sido creación de dioses inmortales, muy interesados en la vida de los humanos para guiarlos y protegerlos. Estos, en compensación, debían serles agradecidos y ofrecerles alabanzas, adoración, templos, un clero, rituales y sacrificios. Ellos eran la Causa primordial de la existencia. Se les dio un rostro humano. El gobierno y la sociedad funcionaban alrededor de ellos. Nunca vacilaban en influir directa o indirectamente en los asuntos humanos. Patrocinaban ciudades. Eran invocados e imprecados. Los fieles buscaban señales de los dioses en la vida cotidiana e interpretaban estos signos como indicadores de los eventos futuros. Podían llegar a ser muy malvados y castigadores con los incumplidos, perjuros y criminales. Solían ser muy mezquinos y siempre extremos. Siempre peligrosos. El propio Zeus tuvo su lado malvado y cruel. Con la evolución del pensamiento, la sociedad, economía, los intercambios y la cultura, a la religión se le fue sobreponiendo el pensamiento filosófico. Evolución contraria a la que sufre América Latina, embobada por culebreros y vendedores de específicos chimbos.
La filosofía griega frente a los dioses
Se desarrolló desde el siglo VI a.C. Siempre alrededor de la búsqueda -desde Tales de Mileto (c.585 a.C)- de la Causa primordial de los fenómenos observables, para superar la concepción religiosa de los dioses con sus miedos y castigos. Los presocráticos, trataron de encontrar causas más racionales, más filosóficas y relacionadas con la moral del individuo y la obligación ética de mejorar como personas por el bien propio y de la comunidad en general. Primero la vieron en el agua, en el aire, en los números, en el espíritu puro, en el cambio, en el hombre; y luego iniciaron la investigación intelectual empírica y razonada de la naturaleza de la realidad y en especial de las causas de los fenómenos observables. Sócrates, Platón y Aristóteles procuraron el paso al alma virtuosa, al comportamiento, al carácter, a lo simple de la vida sin lujos, a las Formas Puras del deber ser, al fin o meta de las cosas como son en la realidad y la areté o "excelencia personal", que le permita al individuo experimentar tener un buen espíritu. El nous, o mente divina los devolvió a lo religioso, a la moral y la propia consciencia. Pasaremos ahora a estudiar la torcida conciencia de un tirano de Samos, para ir preparando el estudio de los formidables años de 1990 con su honroso séquito de defenestraciones a tutiplén.
Polícrates de Samos (570-522 a.C.)
Fue tirano entre 540-522 a.C. Cuenta la leyenda que era el hombre más afortunado de su tiempo. Con solo quince hoplitas, por ejemplo, pudo tomarse el poder absoluto de su ciudad, y desde ese momento, salió airoso de todos los encuentros bélicos posteriores, tanto con extranjeros como con sus connacionales samios. Llegado al poder, como cualquier Donald Trump se aferró a este con furia, pasión desbordada y mucha, muchísima suerte. Esto le permitió dedicarse a los placeres y las riquezas mundanas, al autoritarismo, la conquista y el imperialismo. Mejor dicho, cual dictador latinoamericano rico en ciertos “papers”…
Polícrates de Samos da un golpe de estado con sus dos hermanos
Hijo de Éaces, otro gobernante también poderoso. La caída de Polícrates, causó gran impacto en todo el mundo griego y la cuenca del Mediterráneo. Guerrero feroz y tirano ilustrado, gobernó Samos, una isla del mar Egeo situada frente a la costa del Asia Menor, muy cercana a Mileto, con mano autoritaria. Para esa misma época, el general persa Harpago sojuzgaba las polis griegas de tierra firme. El equilibrio político del Mediterráneo cambiaba radicalmente. Las razzias de Harpago, trajeron confusión entre los habitantes de Samos y en el 540 a. C., tres hermanos, Polícrates, Pantagnoto y Silosonte, dieron un golpe de Estado, apoyados por ciudadanos armados. Al poco tiempo Polícrates ejecutó a su hermano Pantagnoto, y desterró hacia Persia al más joven, Silosonte.
Asesinado uno de sus hermanos y enviado en exilio el menor de ellos, Polícrates reina como tirano
Reina en solitario como un típico Tyrannos. Hace populismo, pero sin tocar la constitución. La aristocracia no lo acepta y se deshace de varios de ellos, incluido Pitágoras. Como entre tiranos, Polícrates se dedicó a construir obras de gran tamaño: Murallas, un acueducto que todavía asombra a la ingeniería moderna (partiendo de los dos extremos, en un tramo de casi un kilómetro). Samos prosperaba y Polícrates hizo construir un templo grandioso dedicado a Hera, la furiosa esposa de Zeus y para sí mismo hizo levantar un palacio que el emperador romano Calígula (37-41 d. C.) hizo reconstruir. El templo a Hera fue comparado por Aristóteles, con las pirámides egipcias.
Polícrates parece anunciar el Despotismo ilustrado europeo
Hombre culto, Polícrates se supo rodear de científicos y eruditos en su corte: El médico Democedes, los poetas Anacreonte e Íbico y otros sabios de la región, que era de sabios. Escribió Heródoto: “En muy poco tiempo subieron los asuntos de Polícrates a tal punto de fortuna y celebridad que así en Jonia como en lo restante de Grecia se oía solo en boca de todos el nombre de Polícrates, observando que no emprendía expedición alguna en que no le acompañase la misma felicidad.” (Heródoto III, 39).
En política exterior Polícrates se alió con el faraón Amasis II
El egipcio temía un ataque persa sobre su país y le pidió a Polícrates que le fortaleciera su armada, para evitar Ciro II de Persia atacara a su país. El faraón contrató mercenarios, conquistó la isla de Chipre y le dio grandes sumas a Polícrates para que construyera una gran flota de 100 navíos, 50 remeros y 10 arqueros cada uno. Una flota poderosa y muy costosa. La alianza entre ellos funcionaba bien.
Polícrates traiciona a Amasis
Tras la muerte de Ciro II en 530, Polícrates traicionó a Amasis, aliándose con el nuevo rey persa Cambises II (530-523). Hizo igual el almirante de la flota egipcia, se cambió de bando y Egipto cayó en el 525. El porqué del cambio o traición de Polícrates, Heródoto lo explicó de esta manera: Polícrates, era un hombre tan afortunado y bendecido por los dioses que lanzó al mar uno de sus anillos de gran valor, aconsejado por Amasis, y este le fue devuelto posteriormente por un pescador que había capturado al pez que se lo había tragado. Seguramente Amasis pensó que un hombre así tendría que ser castigado algún día por los dioses, por la envidia que les causaría el éxito y felicidad de un humano. El rechazo del donativo por los dioses, seguramente llevó a Amasis a creer que era razón suficiente para romper la alianza con un hombre que los dioses ya no querían y cuya posible futura mala suerte se le volvería también contra él y Egipto.
El consejo de Amasis, no seguido por Polícrates
El faraón le había dicho al en ese entonces su aliado, que para conservar su suerte debía sacrificar lo que considerara más valioso para sí, advirtiéndole que: “… a nadie hasta ahora oí decir que después de haber sido siempre y en todo feliz, a la postre no viniera al suelo estrepitosamente con toda su dicha primera …”. En opinión de Amasis II, Polícrates era “…en todo tan afortunado que ni aun lo que abandona perdía…”. Empero, tanta suerte y felicidad del tirano de Samos le hizo sospechar que pronto le llegaría la ruina, lo que seguramente lo arrastraría a él y a Egipto a la derrota. Entonces, rechazado el anillo de Polícrates por los dioses, era mejor tomarle distancia y así lo hizo: Rompió la alianza firmada entre ellos, lo que, a su turno, se le devolvería en mal al propio faraón.
Polícrates entre en quiebra
Sin la fortuna del faraón, Polícrates se quedó sin fondos suficientes, lo que fue aprovechado por rebeldes samios, apoyados por Esparta y Corinto, para invadir la isla. Las murallas resistieron, y Polícrates se mantuvo en el poder, pero con absoluta precariedad económica. Para el 522 en el Imperio persa se desató una guerra civil donde Gaumata, un usurpador, se rebeló contra Cambises II, quien murió en combate.
Polícrates no escucha consejo de sus asesores y de la hija
Polícrates fue invitado por el sátrapa de Lidia, Oretes, a visitar Sardes. Oretes le ofreció el dinero que le faltaba a Polícrates, pero era tan solo una trampa. Polícrates, en quiebra, hizo caso omiso de las advertencias de su hija y de un adivino quienes le rogaron que no fuera donde Oretes. Pese a todo, fue; y a su llegada fue asesinado por el sátrapa. ¿El motivo? Varias hipótesis: -Para que no volviera a cambiar de bando Polícrates, en contra suya. -Por orden del propio Cambises. -O para Oretes ganarse de nuevo el favor del rey persa. Semanas más tarde, Gaumata sería asesinado y reemplazado por Darío I, quien restableció el orden. Oretes también fue ejecutado y la isla de Samos fue dada al hermano desterrado de Polícrates, Silosonte.
Polícrates sacrificó su anillo, pero sin verdadera voluntad de darles a los dioses
Soberbio o ya abandonado por la buena fortuna, no acogió ni la advertencia de Amasis. Parece que, en codicioso, se arrepintió una vez que hubo arrojado el anillo al mar. Igualmente parece que, en soberbio, no escuchó el sueño profético de su propia hija, que vio la figura de su padre “colgado en el aire, y que Júpiter la estaba lavando y el sol ungiendo” (Heródoto. 3,124). Pese a todo consejo, se embarcó para Magnesia. Allí fue detenido y “se le hizo morir con una muerte cruel, indigna de su persona, e igualmente de su espíritu magnánimo y elevado” (Heródoto 3,125). Para mayor crueldad, Oretes hizo colgar a Polícrates de un aspa a modo de crucifixión y así vino a cumplirse la profecía: Expuesto, el cadáver de Polícrates iba verificando puntualmente los vaticinios de su hija, “… siendo Lavado por Júpiter siempre que llovía, y ungido por el sol siempre que con sus rayos hacía que manara del cadáver un humor corrompido…” (Heródoto 3,125).
Darío le entrega el gobierno de Samos a Silosonte, el exiliado hermano de Polícrates
Más tarde, Oretes fue asesinado y el nuevo rey persa, Darío I el Grande, ordenó darle el cetro de Samos a Silosonte, el hermano que Polícrates había desterrado. Sin embargo, este duraría poco tiempo en el trono, al ser destronado por el persa Otanes entre los años 517 y 513. Lo cierto es que la fortuna del tirano Polícrates “vino al cabo a terminar en el más desastroso paradero”. Tal vez por imprudente, por demasiado feliz y afortunado, ambicioso, traicionero o porque los dioses castigan la hybris de aquellos que no conocen sus propios límites. En el caso de Polícrates de Mello, veremos a Pedro, su hermano, lanzarlo a los medios y luego al Congreso de Brasil.
Es buena la felicidad, pero no tanto o tanta
Al parecer, los griegos sentían culpa cuando eran demasiado felices. La felicidad excesiva tal vez les parecía pecado, porque los dioses castigaban al excesivamente feliz. Una especie de castigo divino que hacían recaer sobre el Destino del hombre feliz, tal vez por una especie de envidia, también divina, hacia el hombre. Así lo expuso uno de los sabios: A los hombres no se les permite ser demasiados felices; la vida de estos debe ser sufrimiento y un tanto de mediocridad se espera de ellos. El héroe griego que se exceda en su Gloria (Kleos) debe ser necesariamente castigado por los dioses por medio de la “desgracia”, que es lo que expresan las tragedias griegas arcaicas, en opinión de Friedrich Nietzsche. Qué diría este filósofo (de la existencia trágica), del trágico final de aquel que quiso ver si el libertador de su país ¿tenía sus mismos rasgos faciales? En esta concepción de la vida y la gloria, el héroe debe asumir el destino, la fortuna, la justicia divina o el sentimiento de culpabilidad que debe surgir en su psique del hecho de sentirse plenamente feliz, porque es propio del alma humana estar impregnada del sentimiento de culpa. ¿La misma de Adán y Eva, como resultado de una ambición desmesurada o excedida de lo que Dios les ha procurado? Según esto, cuando el ser humano desea ser todavía más feliz, como seguramente fue el caso de Polícrates, le llegará una sensación de culpa causada por el temor al exceso, a la Hybris[os1] . Temor ausente, evidentemente, en tanto dictador impenitente que hoy campea por los tronos de América Latina.
El castigo a Polícrates pudo tener otra razón
Los excesos de éxitos de Polícrates, afectaron a otras personas. Por ejemplo, a hermano que asesinó, al que exilió injustamente, a las numerosas ciudades que asaltó como pirata, a las traiciones que cometió a sus aliados. Desde esta óptica, la del mal causado, aparece otra dimensión de la Hybris: La rotura del orden, le acarreaba felicidad y beneficios a Polícrates y a otros dolores, infelicidad, afectación. Según esto, la astuta combinación de riqueza, poder militar y habilidades políticas que le permitieron a Polícrates consolidar su poder en el Mediterráneo oriental, fue a causa de la infelicidad y dolo que les propinó a otras islas, incluida la suya, que sufrieron su tiranía. Refiere Heródoto que Polícrates, el tirano de Samos, saqueaba y pillaba a todo el mundo, sin hacer excepción con nadie, pues sostenía que se queda mejor con un amigo devolviéndole lo que se le ha arrebatado, que sin quitarle nada. Dudosa posición ética, sin duda. Pero que le daba réditos evidentes al tirano luego de sus razzias, vendettas, asaltos, asesinato de poblaciones, actos de piratería y, por algo parecido al Síndrome de Estocolmo, el agradecimiento de las víctimas, a las que les “permitía” seguir con vida. Este absurdo sentimiento es lo que algunos etólogos han calificado como el “Efecto de Polícrates”, del cual parecen no sufrirlo ciertos pueblos de América Latina, mas sí sufrientes del de Estocolmo, tan poca es su rebeldía.
El Efecto de Polícrates, un complejo que trae el fracaso anticipado
Se trata de una especie de enfermedad psíquica que provoca la infelicidad o el fracaso en una persona, precisamente en el momento en que ha logrado sus máximas aspiraciones. Fue analizada por Freud: Polícrates, tirano de Samos, temía que los dioses castigaran su excesiva felicidad. Les ofreció en sacrificio un valioso anillo que arrojó al mar. Pero los dioses no aceptaron su ofrenda, y el anillo le fue devuelto por un pescador que lo encontró en las entrañas de un pez. Polícrates pereció, sometido a tortura, a manos de las tropas de los persas, cumpliéndose así sus presentimientos de desgracia. De ahí procede el nombre moderno de este fenómeno, reflejo de conductas patológicas. Por ejemplo, existen personas que, tras luchar denodadamente por algo, destruyen ellas mismas el fruto de su éxito, o, alcanzado su mayor deseo, se muestran sumidas en una apatía y melancolía profundas. Drama que no deja de recordar el ascenso de un país petrolero en cantidades absurdas y luego llevado a la mendicidad de los semáforos.
Seamos felices, pero no tanto
En otros casos, el complejo toma la forma de miedo a una felicidad excesiva, a una dicha considerada demasiado grande, por presentir que a tal estado sucederá, inevitablemente, el contrario. Entonces, la posesión de una dicha inesperada puede asustar, traer la tormenta porque, dicen, no hay goce que dure mucho; luego el placer puede traer temor de que todo mal acabe. También de que solo se vean tinieblas en el porvenir, o que solo se vea tristeza después de la felicidad. Las grandes alegrías, en resumen, traen el temor. Dicha y desventura, placer y dolor van tan unidos que la presencia de lo uno hace presentir su contrario. De Sócrates:“¡Qué cosa más extraña, amigos, parece eso que los hombres llaman placer! ¡Cuan sorprendentemente está unido a lo que semeja su contrario, el dolor!”. Polícrates, parece creer que la felicidad atrae la ira de los dioses, creencia que encontramos repetida en gran número de textos griegos. Los dioses tienen celos de los hombres. La envidia de los dioses, o “fzónoj” (FZJ) es el sombrío placer con que ellos se gozan observando el espectáculo del humano infortunio, una concepción típicamente griega, que a lo largo de toda la Grecia arcaica coexiste inconciliable con la de la justicia divina. Heródoto hace decir a Solón: “La divinidad es toda celos y gusta de sembrar la ruina”. Luego dice de Artabano: “A la divinidad le gusta romper todo lo que se eleva...; ella da a probar alguna dulzura en la vida, y al instante se la encuentra celosa”. ! Cuánta falta hace para América Latina un sabio como Heródoto¡
Agamenón más prudente que Polícrates se baja su propia gloria
En la Orestíada de Esquilo, hay un buen ejemplo del temor a despertar la envidia de los dioses: Regresa Agamenón a su reino, vencedor en Troya. Clitemnestra sale a recibirlo prodigándole grandes alabanzas. Agamenón, medroso, le responde con palabras de modestia y prudencia: Por favor, por sobre todas las cosas, no conviene despertar la envidia de los dioses, equiparándose con ellos. Agamenón: No me trates, empero, muellemente, a modo de mujer, o como rey bárbaro. Nadie se prosterne ante mí lanzando altos clamores, ni se despierten envidias tendiendo alfombras a mi paso. No es lícito honrar así más que a los dioses. No sin temor, yo que soy solo un hombre, sabría andar sobre púrpura. Agamenón teme la envidia de los dioses y, en efecto, la desgracia se abate sobre él. Pero no porque haya despertado solamente la envidia de los dioses, agregan algunos, porque en el universo de Esquilo los dioses castigan más que la felicidad de los mortales, la soberbia y la injusticia con que hayan obrado. El destino del héroe es calificado dentro de conceptos éticos y es por esta posición moralista que el exceso de hybris, es castigado por los dioses. Agamenón y Clitemnestra, han faltado a la justicia y solo la conducta injusta de ellos, y no la simple felicidad, es lo que les traerá la desgracia. Vistas ciertas esposas de latinos agamenones, incitándolos al desenfreno, la codicia y el abuso no queda sino esperar especial severidad de los dioses del Olimpo para con ellos y ellas.
Si a los dioses no quieres ofender, Aurea mediocritas practica
Polícrates, Solón, Artabano, Agamenón ¿temen la envidia de los dioses a su felicidad, o el castigo a su soberbia? Sócrates al reflexionar sobre placer, la dicha y las alegrías inesperadas llega a la conclusión de que pueden traer la desgracia inevitable. De esta manera, el complejo de Polícrates, es el temor a la felicidad que acarreará la desgracia posterior. Luego, el que mucho disfruta mucho tiene que padecer también en dinero, paz o amor. Cuanto mayor sea el placer, mayor será el mal sobreviniente. Los placeres de este mundo vienen siempre envueltos en una mortaja, siempre vienen acompañados de males. Queda expuesto de esta manera, el ideal clásico de la aurea mediocritas, que pide que la felicidad y vida de los mortales discurra como el agua serena, sin locas ambiciones, sin desmesurados placeres, que nunca abandonen el temor a lo que vendrá después de la dicha, porque el castigo de los dioses a la felicidad del hombre puede ser ineluctable. Entonces, oye bien mortal: No subas tan alto, que el que más alto sube más hondo cae. Es por esta razón por lo que las grandes dichas de la Tierra siempre tienen finalmente grandes catástrofes: “Las grandes dichas de la tierra tienen siempre por término grandes catástrofes”. “Glorias aquí soberanas / traen desventuras supremas”. Julio César, Benito y Clara, Adolph y Eva, Nicolás y Elena serían suficientes ejemplos para llamar a la cordura en el ejercicio ético del poder a tanto gobernante disipador, derrochador, dilapidador, gastador y ladrón de ciertas sufridas repúblicas latinoamericanas.
Polícrates es un caso típico de orgullo desmedido
De Hybris o fracaso en no reconocer los límites, lo que atraía la ira como respuesta de los dioses, aunque el castigo fuera siempre la consecuencia de la conducta consciente o inconsciente de la propia persona. La Hybris de Polícrates, combinada con su codicia (ser amo de toda la Jonia), lo conducen inevitablemente a la caída, pese a la advertencia de su Amasis II: "Un hombre que es siempre afortunado tiene mucho que temer. Nadie se eleva a una gran posición como la tuya sin hacer enemigos, e incluso los mismos dioses estarán celosos de un hombre que obtiene tantos triunfos porque el bien y el mal, alternadamente, constituyen la herencia común entre los mortales. Nunca he oído de alguien que sea tan grande que no tenga ninguna preocupación y que llegue a un final feliz. Acepta mi consejo: busca tu mejor tesoro y ofrécelo como sacrificio a los dioses para que no te traten de modo adverso". Tiró Polícrates su mejor tesoro al mar, y este se lo devolvió dentro de un pescado. Iluso, creyó que era señal de que los dioses le concedían para siempre la buena fortuna. El tirano de Samos siguió adelante sin parar mientes en la advertencia del humano y de los dioses. Su búsqueda de riquezas, poder y orgullo le hacían creerse invencible. Lo atropellaba el éxito. El codicioso Polícrates no pudo resistirse a la oferta de Oroestes y cayó en la celada, ignorando todas las advertencias. Se había pasado de la raya y él mismo se buscó su destino por codicia o ambición; o, por no venerar y respetar el poder de los dioses. Lord Acton le habría dicho a Polícrates, que el poder absoluto, corrompe absolutamente. La arrogancia de Polícrates, era una falsa ilusión de omnipotencia. Su desmesura destruyó su sensibilidad para juzgar correctamente las situaciones o para percibir la verdad que los demás querían transmitirle; peor, se sintió por encima de las leyes y de los demás. Polícrates conquistó a los demás, pero no a sí mismo. Ignoró sus límites.
La razón última de la caída de Polícrates fue su tiranía
Al caer en esta, devino en “gobernante ilegítimo” por haberse tomado para sí solo el gobierno, el de un solo hombre. Es decir, por medio de una forma corrompida de gobernar indebidamente una polis griega, a la que situó bajo un régimen de poder absoluto unipersonal. Su acceso al poder mediante la violencia, por derrocamiento del anterior gobierno, mediante un golpe de Estado militar lo puso bajo el estigma de “tirano”. Su poder era de facto y no de jure (de “basileus”), porque lo había adquirido por la fuerza. Además, el uso abusivo y cruel del poder político lo empleó para reprimir cualquier oposición, pasando de la popularidad al odio de sus gobernados a través de actos de corrupción política, inmoralidad, cleptocracia, abuso de poder, injusticia y medios violentos de sojuzgamiento. Entonces, el hecho de haberse arrogado la autoridad real sin tener derecho a ella por un acto de usurpación, lo hizo ilegítimo porque para los griegos tirano y usurpador eran dos palabras sinónimas. Rousseau: “El tirano es el que se mete contra las leyes a gobernar según ellas; y el déspota es el que se hace superior a las mismas leyes. Así el tirano puede dejar de ser déspota; pero el déspota es siempre tirano.” (El contrato social.). Aristóteles, consideraba la tiranía una de las formas corrompidas de gobierno, donde el tirano busca solo su propio interés y no el bien común; la forma más corrupta, ilegítima y autoritaria de monarquía.
Dijo Aristóteles, en la Política: “El tirano sale del pueblo y de la masa contra los notables, para que el pueblo no sufra ninguna injusticia por parte de aquellos. Se ve claro por los hechos: casi la mayoría de los tiranos, por así decir, han surgido de demagogos que se han ganado la confianza calumniando a los notables”. (V, 10, 3-5).
La Hybris de Polícrates de Samos
Pobre Polícrates, su sacrificio expiatorio no fue admitido por los dioses. Su desmesura, su excesiva hybris, la tiranía de su manejo del poder o su perjurio al no respetar la ley de la némesis le perdieron. A partir de ese momento quedó en deuda para siempre con la realidad, porque el rechazo de los dioses fue absoluto; además, cuentan que fue declarado "pharmakós" (chivo expiatorio) sobre el cual fueron cargados todos los males y todas las culpas de Samos, ciudad que por este medio quedó liberada de las culpas del perjuro. Samos, tras la caída de la tiranía de Polícrates hacia el 522, fue gobernada por Meandro, que había sido secretario del tirano. Marcando un contraste con el régimen anterior, Meandro instituyó un culto a Zeus Eleuterio, como dios de la Libertad. Así llegamos a Fernando Collor de Mello, a una especie de Polícrates de Mello.
La Fernando Collor de Mello un “suertudo” integral, como Polícrates de Samos
Fue este presidente de Brasil, un moderno y desmesurado Polícrates a quien la suerte todo concedía: Joven, agraciado, deportista, rico, casado con bella mujer y egresado de las mejores universidades del Brasil, llegó a la Presidencia de su país a una velocidad inusual, estimulada por el clientelismo, el nepotismo y sus vínculos con la dictadura militar. En tres meses adelantó su campaña y ganó las dos vueltas de las elecciones presidenciales, apoyado por una coalición de numerosos partidos pequeños, incoherentes, coyunturales y pasajeros. Provenía de una familia poderosa del estado nordestino de Alagoas, dedicada al negocio de las comunicaciones. Trabajó como periodista en el Jornal do Brasil. Entró en la política siendo diputado federal, después como alcalde de Maceió (capital de Alagoas) y como Gobernador del Estado de Alagoas. También llegó a ser presidente del club de fútbol CSA. Su estilo personal era de un hombre elegante, atlético y de espíritu joven, lo que llevó a que el presidente de Estados Unidos, George H. W. Bush, lo llamara el "Indiana Jones de América Latina".
Subió como palo y cayó como coco, como dice el dicho popular
Así como subió de rápido, rápido cayó. Su hybris, la Desmesura, lo perdió, en medio de una tragedia signada por toda la gama de pecados del teatro griego clásico: La traición, el incesto, la mentira, el odio entre hermanos, en fin, la hybris. Meses después de la destitución definitiva de Fernando Collor de Mello de la presidencia de Brasil, a finales de 1992, su hermano menor, el empresario Pedro Collor de Mello, escribió su autobiografía en la que revela la infancia y adolescencia de la familia Collor de Mello, con sus problemas y percances. Para mayo de 1992, antes del juicio político, ya había desvelado las travesuras de Fernando, como, por ejemplo, la drogadicción, los disturbios, las peleas y las confusiones. De allí que lo llamara "Fernandinho do pó" (del polvo) por los tiempos pasados de Alagoas. Además, sugirió que Fernando y su entonces esposa, Rosane, usaron magia negra contra opositores políticos, entre otros trucos. Fernando calificó a Pedro de "desequilibrado".
El histórico juicio parlamentario seguido contra Color de Mello
Collor de Mello cayó por incumplimiento del artículo 76 de la Constitución de su país, que reza: “El presidente tomará posesión en sesión del Congreso Nacional y, si este no estuviere reunido, lo hará ante el Supremo Tribunal Federal prestando juramento de mantener, defender y cumplir la Constitución, observar las leyes, promover el bien general y sustentar la unión, la integridad y la independencia del país”. Este caso recuerda que, en el pensamiento político-religioso de los griegos de la antigüedad, las previsiones contra los desmanes de los gobernantes eran frecuentes y severas. En especial, en los casos de aquellos que atentaran contra la democracia y las asambleas colegiadas: La Ecclesia, la Boulé, las Magistraturas y los Tribunales. Frente a estas, los gobernantes y los funcionarios debían prestar juramento de no lesionarlas, sojuzgarlas o cerrarlas. Disolver la Ecclesia, por ejemplo, equivalía a hacer caer sobre sí la furia de los dioses y el castigo de los hombres, porque era delante de ella que debían los reyes prestar el juramento de posesión.
El retorno de Brasil a la democracia
Brasil, había hecho una transición pacífica progresiva hacia la democracia, luego de la caída la dictadura militar. Primero con Tancredo Neves, elegido presidente por un colegio restringido; luego con José Sarney; para llegar a Fernando Collor de Mello, elegido en 1989 y destituido por el senado en diciembre de 1992. Fue reemplazado por Itamar Franco, el vicepresidente. Después llegaría Fernando Enrique Cardoso, elegido en octubre de 1994, otro caso que analizaremos.
El difícil momento del Cono Sur en la década de los años de 1990
Collor de Mello gobernó durante un periodo muy difícil en el Cono Sur en general y en Chile en particular, cuando las manifestaciones de antipolítica fueron frecuentes; sobre todo, durante las elecciones realizadas entre 1992 y 1994 y como herencia de la llamada “década perdida”. Durante esta se dieron la crisis de la deuda de 1982, los efectos de la hiperinflación y la recesión generalizada. Fue para esta época cuando se dio: El “nuevo” caudillismo de Collor de Mello, el populismo de Lulada Silva, el carismatismo taumatúrgico de Menem y el neopatrimonialismo del Paraguay. También iban el par la globalización a ultranza, las privatizaciones dolosas, el triunfalismo neoliberal en Chile, la postguerra fría siempre presente, la videopolítica, la urbanización forzada, el Estado impotente, y la sociedad del desempleo. Fue en este ambiente que se realizaron las elecciones del Cono Sur de este período, destacando numerosos casos de desobediencia civil, contra Collor de Mello, los ecuatorianos Bucaram y Mahuad, así como contra el argentino De la Rúa. Contra ellos se insurgió primero el respectivo pueblo y luego el Congreso de cada país.
La presidencia de Fernando Affonso Collor de Mello (1949-)
Es el 32º presidente de la República Federativa del Brasil. Fungió en esta del 15 de marzo de 1990 al 29 de diciembre de 1992. Antes había sido suspendido de sus funciones, entre el 2 de octubre de 1992 y el 29 de diciembre de 1992. Su historial de hombre público es el siguiente: Senador Federal de Brasil por Alagoas (en 2007 y 2023); el 55° Gobernador de Alagoas (1987- 1989); Diputado Federal de Brasil por Alagoas (1983-1987); Alcalde de Maceió (1979-1982). Miembro de las Iglesias Bautista. Hijo de Arnon Afonso de Farias Mello y Leda Collor. Su abuelo materno, Lindolfo Collor, fue ministro de Trabajo de Getúlio Vargas en 1930. Cónyuges: Celi Elisabete Júlia Monteiro de Carvalho (1975-1981); Rosane Brandão Malta (1981-2005) y Caroline Serejo Medeiros (2006). Padre de cinco hijos. Estudió en la Universidad de Brasilia. Periodista de ocupación. Miembro de varios partidos políticos: PTB (2022-presente), con Afiliaciones a: PROS (2019-2022), PTC (2016-2019), PTB (2007–2016), PRTB (2000–2007), PRN (1989–1993), PMDB (1986–1989), PDS (1979–1986), ARENA (1979). Fue el primer presidente elegido por voto directo, después de la restauración de la democracia brasileña, también fue el político más joven en asumir la presidencia en la historia de Brasil.
Collor de Mello, candidato a presidente para los comicios de 1989
Lo hizo a través del PRN (Partido de la Reconstrucción Nacional), un pequeño partido de derecha, que logró captar apoyos tanto en las clases altas como en las bajas. La campaña Collor de Mello se basó en prometer medidas para combatir la inflación y en mostrarse opuesto a los burócratas, acusándolos de corrupción y de cobrar elevados sueldos, un discurso que resultó atrayente para una sociedad distanciada de la clase política. También logró obtener el apoyo de la derecha, ya que era considerado como el único capaz de derrotar al candidato de la izquierda, Luiz Inácio Lula Da Silva. Su perfil político fusionaba rasgos de los antiguos caudillos populares, mientras que por otro lado se presentaba como un político nuevo que prometía la modernización definitiva del Brasil. Finalmente, en los comicios de 1989 fue elegido presidente del país, en segunda vuelta contra el candidato Luiz Inácio Lula da Silva.
Un mandato de fuertes desregulaciones
Su mandato estuvo marcado por la aplicación del PACOTE, el plan de reestructuración más severo de la historia del país: Privatización de empresas estatales, desregulación de las negociaciones salariales, confiscación temporal de ahorros y depósitos bancarios, recortes en programas sociales, etc. El desempleo aumentó, los salarios cayeron y el país se encontró en recesión económica. Estos desajustes en el plano económico y las acusaciones por corrupción que salieron a la luz en 1992, llevaron a la presentación de un impeachment en el parlamento que lo destituyó de la presidencia.
La Presidencia de Collor de Mello (1990-1992)
En la década de 1980, Brasil había retornado a la democracia, proceso encabezado por José Sarney. La situación económica era muy compleja, por un enorme desequilibrio fiscal. La banca internacional no podía financiar la deuda externa. La moneda del país, estaba completamente desvalorizada. En 1989, se sometió Brasil al Consenso de Washington. Este no era sino un conjunto de recetas neoliberales recomendadas para América Latina a fin de impulsar sus economías: Disciplina macroeconómica, implementación de una economía de mercado y apertura al mundo; además, reducción del gasto público y apertura de las empresas estatales a la inversión privada, principalmente extranjera. Todo esto dentro de un marco de inflación descontrolada. Desesperada o esperanzada, la población cayó seducida por el plan de Collor de Mello, y los poderosos de la economía le financiaron con largueza la campaña electoral. Los medios se le sumaron con entusiasmo. El oponente Luiz Inácio Lula da Silva, un ex sindicalista, fue presentado como el “coco” transformador social y enemigo de las recomendaciones del FMI.
Collor de Mello inició con un partido ínfimo
En efecto, solo contaba con una minoría parlamentaria. Por lo tanto, se fue directo al pueblo, ayudado por la prensa. Hizo a un lado al Congreso. Dictó decretos legislativos provisorios de necesidad y urgencia, sin reales situaciones de emergencia (en los dos primeros meses de gestión distó 37 medidas provisorias). Giraban ellos sobre la privatización de las empresas del Estado, la liberalización de los controles de cambios, la reducción del déficit fiscal, la supresión de órganos gubernamentales, la eliminación de subsidios y el despido masivo de empleados de la función pública federal. Congeló temporalmente los precios y los salarios, incrementó las tarifas de servicios públicos; ordenó un “corralito” para el retiro de dinero de las cuentas bancarias.
Fracasan las medidas neoliberales de Collor de Mello
Los resultados fueron casi nulos: La inflación pronto se reavivó, a mediados de 1990. La economía seguía estancada y la caída del PBI era la mayor registrada desde la posguerra; 7.500.000 de personas perdieron sus empleos. Collor aceleró las privatizaciones, puso fin a la fijación de precios, todo sin resultados notables. La implementación de una economía de mercado y la apertura, se aseveraron fallidas. La espiral inflacionaria se transformó en hiperinflación (subiría a 2.751%). La moneda se devaluó fuertemente, la inflación estaba por las nubes y la deuda externa era impagable (las reservas internacionales cayeron a 6.555 millones de dólares y el déficit fiscal global en el momento del cambio del gobierno representaba el 15,1% del PBI).
La ciudadanía comenzó a insurgirse
Para el año 1992, la inflación rondaba el 1.200% anual y la caída del PBI era del 1,5%. Collor salió en busca del auxilio de los partidos políticos, pero estos le tomaron distancia, temerosos de recibir la impopularidad del presidente. Además, la corrupción política, el tráfico de influencias, el sistema de lobby gubernamental a cambio de sobornos para obtener dinero de empresarios y funcionarios públicos a cambio de favores políticos, comenzó a ser comidilla cotidiana. El agente “recolector” era el tesorero de la campaña, Paulo César Farías. El director de Petrobras en octubre de 1991 presentó su renuncia como protesta por haber sido presionado por Paulo Farías para ejecutar una operación irregular. Para el 10 de mayo de 1992, el escándalo se hizo público a través el propio hermano menor del presidente, Pedro Collor de Mello, quien describió con todo lujo de detalles la red de tráfico de prebendas, contratos ilícitos y desvío de fondos, orquestada por el extesorero de campaña y amigo íntimo del mandatario.
El Congreso inicia las investigaciones contra Collor de Mello
La prensa nacional aumentaba sus denuncias contra el presidente, desde septiembre de 1991: La primera dama renunció a la presidencia de la “Liga Brasileña de Asistencia”, tras ser acusada de malversación de fondos. En noviembre, el ministro de Salud, Alceni Guerra, fue acusado de sobrefacturar las compras. Desde el mes de marzo de 1992, aumentaron las investigaciones, se interceptó una conversación telefónica en la cual el ministro de Trabajo Antonio Roghérico Magri, afirmaba haber recibido ilícitamente 30.000 dólares de comisión. El 1 de julio un conductor del Palacio del Planalto declaró que la secretaria del presidente pagaba las cuentas personales de este con cheques de las compañías del asistente Farías, y el Banco Central corroboró las acusaciones. El 20 de julio 20 se descubrieron las millonarias sumas que Collor había invertido en la remodelación del jardín de su casa privada, el propietario de la firma encargada de las obras afirmó haber recibido más de dos millones y medio de dólares en cheques vinculados a Farías. El 27 de julio el testimonio del ex secretario privado de Collor, Claudio Vieira, puso al descubierto la “coartada uruguaya”, gracias a la cual el presidente habría blanqueado cuantiosas sumas de dudosa procedencia.
El 3 de agosto el ministro de Educación, José Goldemberg, afirmó estar hastiado con la corrupción y presentó su renuncia. El 28 de agosto se dio a conocer el informe de la Comisión Investigadora, que presentaba evidencia suficiente para acusar a Collor de corrupción pasiva y omisión. El 1 de septiembre varias Asociaciones profesionales pidieron formalmente que el Congreso comenzara un proceso de “impeachment” al presidente.
Un septiembre negro para Collor de Mello
El 22 de septiembre, el abogado de Collor negó ante la Comisión los cargos que se le imputaban y pidió que el proceso se detuviera, y se le negó la petición de postergar la votación en la Cámara para después de las elecciones municipales. El 23 de septiembre el Supremo Tribunal ratificó el poder del Congreso para enjuiciar al presidente. El 25 de septiembre el Tesoro Federal anunció que impondría una multa de más de 100 millones de dólares a P.C. Farías por evasión de impuestos. El 28 de septiembre el fiscal general anunció que, independientemente de los resultados del impeachment, seguiría un proceso contra el presidente, quien se habría beneficiado de recursos obtenidos gracias a una red de tráfico de influencias encabezada por P.C. Farías. El 29 de septiembre por una mayoría de 441 votos a favor, 38 en contra y 23 ausencias, la Cámara de Diputados aprobó el impeachment, y el presidente fue suspendido de sus funciones por 180 días, mientras duraba el juicio que adelantaba el Senado. (Ver: SEMANA. “Mundo. Collor-ín colorado”. Bogotá, octubre 6-13 de 1992 N° 544 p.p. 58-61).
Collor acude a sus masas y estas se le van en contra al grito de FORA COLLOR
La comisión parlamentaria formada en 1992 para investigar la corrupción en el gobierno de Collor de Mello, expuso que esta se manifestaba principalmente a través del tráfico de influencias que se pagaba con depósitos en cuentas personales del presidente, lo que motivó al Congreso desde septiembre de 1992 a aprobar el impeachment contra el presidente para permitir su procesamiento y luego vino el pedido oficial de destitución del cargo en el Congreso. Collor de Mello pidió a sus partidarios que se manifestasen contra su destitución por corrupción política, alegando que esta "sería un golpe de estado". Pero mientras el Congreso votaba, los estudiantes salieron a manifestarse bajo el movimiento denominado "Caras pintadas" pidiendo la remoción de Collor de Mello; desfilaban en las calles de Brasilia con ropas negras y rostros pintados con los colores de la bandera del Brasil, en contraste con el pedido de Collor de Mello, que sus partidarios desfilasen vistiendo los colores de la bandera nacional. La multitud pedía poner fin al bloqueo bancario de los "activos financieros", principal medida adoptada para refrenar el desastre de la inflación. En diciembre el Senado encontró culpable a Collor por el “delito de responsabilidad”, perdiendo este su mandato; y sus derechos políticos fueron suspendidos por un período de ocho años.
En 1999 la Comisión Manos Limpias llega nuevamente a Collor de Mello
Desde noviembre, los diputados de la Comisión Manos Limpias, que investigaba las mafias del narcotráfico en Brasil, llegaron nuevamente a Collor de Mello. Según el diario El Clarín, el impeachment a Collor de Mello se dio de la siguiente manera: Llegaron denuncias sobre la existencia de una “conexión Campinas”, ciudad de clase media y alta que queda a 100 Kilómetros de la metrópolis de San Pablo. Allí estaría el “cerebro” de una mafia enraizada en los estados de Acre, Halagaos y Maranhao. Lo que presumían los legisladores de la Comisión Parlamentaria de Investigación del Narcotráfico era que habían salido de ese “centro de inteligencia mafiosa” las órdenes para asesinar a dos hombres públicos. Era el caso del exgobernador de Acre, Edmundo Pinto, y de Paulo Cesar Farías, el ex hombre fuerte del gobierno de Collor de Mello. El crimen de P.C. Farías, se había convertido en una novela en 1996, que por fin pudo ser revelado. Habían pasado tres años sin que la Justicia hubiese podido desvelar quiénes habían sido los autores intelectuales de ese homicidio. Las pesquisas de los legisladores antinarcóticos apuntaron hacia el abogado William Sozza, quien huyó de la justicia unos días, cuando se decretó su prisión preventiva.
Collor de Mello planeaba presentarse como intendente de Sao Paulo
La amistad de Sozza con el ex presidente Collor de Mello era obvia: Todavía continuaba en el cargo de titular del flamante partido (PRTB), que planeaba llevarlo como candidato a intendente de San Pablo en las elecciones municipales de octubre del 2000, luego de recuperar los derechos políticos que había perdido en 1992 y estaba en ese momento a punto de recuperarlos el 1 de enero del 2000. Ahora las acusaciones eran más directas: Había denuncias sobre personas que habían sido titulares de empresas fantasmas que actuaban para Collor, durante su gobierno (en calidad de recuperadoras ilegales) y que ahora aparecían vinculadas al fugado William Sozza. De esta manera, Collor de Mello, volvía a ser rozado con nuevos escándalos, justo cuando aguardaba reincorporarse a la escena, ahora como político “honesto”. Los diputados que le seguían la pista a las mafias brasileñas, ya no dudaban: la “conexión Campinas” era parte de una organización delictiva que operaba hasta ahora con absoluta impunidad en los estados de Acre, Alagoas y Maranhao. (Ver: http//www.clarín.com/diario/99-11-09/i-0320/d.htm).
Desde Nicaragua se vio así la caída de Collor de Mello
El Nuevo Diario de Managua, editó así sobre este proceso: En la caída del poder de Collor de Mello, la lucha contra la corrupción desempeñó un papel central. El nivel de corrupción en que el protagonista estuvo envuelto, o la simple consecuencia de la crisis económica ya insustituible lo llevaron a morder el polvo. Además, hubo un fuerte movimiento social. El estilo de gobernar de Collor se forjó al calor de una personalidad todopoderosa, creada en la impunidad, en el hábito de la transgresión de la ley, sin consecuencias negativas para su autor. Collor se caracterizó por llevar al gobierno a todos sus más cercanos amigos y familiares. Desde 1990 enfrentaba denuncias de corrupción que afectaban a sus allegados, pero el detonante de la crisis se inició en 1992, cuando el hermano del presidente, Pedro Collor de Melo, acusó al empresario Paulo César Farías de haber montado una red de tráfico de influencias en el gobierno federal. Las acusaciones alcanzaron al presidente en la medida en que Paulo César Farías contaba con el apoyo del presidente y actuaba como su testaferro. El caso y la denuncia pasan a una Comisión Especial del Congreso, que comenzó a investigarlo. Se sumaron a esto, las denuncias de inversionistas de que allegados de Collor exigían mordidas de hasta un 40% a la inversión.
Para entonces, Collor y su grupo de amigos, que nunca fueron de las clases económicas poderosas, sino de la clase media, comenzaron a acumular capital, y esto generó que los grandes empresarios comenzaran a rechazarlos y a destapar escándalos bien escandalosos. En esta empresa depuradora, jugó un papel muy importante la oposición, que formó parte de la Comisión Especial de Investigación y exigió ir a fondo. El asunto estalló y se puso peor, cuando la comisión interrogó a Heriberto Franca, chofer del presidente, quien reconoció que él recibía cheques y dinero de Paulo César Farías para Collor de Melo. El 1 de Julio de 1992, Franca volvió al Congreso para ampliar su declaración con una cadena de radio y televisión en vivo y dijo que Farías había entregado cerca de 6,5 millones de dólares al presidente por el tráfico de influencia y las mordidas. Los grandes medios de comunicación comenzaron a investigar y ahondar en la corrupción, haciendo destapes escandalosos con pruebas. Pero, la clase política dominante y la clase empresarial comenzaron a negociar con Collor de Melo un perdón a cambio de puestos en el gabinete y recomposición del gobierno.
En la caída de Collor de Melo confluyeron dos procesos: La movilización ciudadana y la acción institucional, sobre todo en el parlamento. Sin un quiebre del bloque gobernante no había posibilidad de la caída de Collor. El escándalo llevó a que los amigos, partidarios y empresarios de Collor lo dejaran solo. Después de un contundente informe del Congreso, hubo un problema, la Constitución no tiene causales de destitución del presidente y se buscó entonces una manera, de crea el mecanismo del “impeachment”. El gobierno intentó mantener y ganar el apoyo de los diputados por medio de prebendas, pero la presión de la opinión pública y la movilización de la gente en las calles, iba en aumento. Finalmente, el Congreso votó el 29 de septiembre de 1992 por el “impeachment”: 441 votos a favor, 38 en contra, 1 abstención y 23 ausencias. Ese día, Collor se alejó de la Presidencia debido a la profundización de las investigaciones, mientras el parlamento brasilero continuaba sus investigaciones, citando testigos y examinando documentos para evaluar un posible juicio político (que implicaba la destitución del presidente).
En el último día del procedimiento, el 29 de diciembre de 1992, el presidente envió a su asistente al Senado brasilero para leer allí su carta de renuncia, con lo cual dejaba a su vicepresidente Itamar Franco como nuevo jefe de Estado. A la noticia de su dimisión la cubrió parcialmente en los medios el asesinato de la actriz Daniella Perez el día anterior. Itamar Franco, encargado de la presidencia durante los 180 días que duró aproximadamente el juicio político a Collor de Mello, debió afrontar una recesión económica que los treinta meses de políticas de choque de Collor no lograron superar; igualmente, le tocó manejar un Congreso fragmentado en 19 partidos.
El procedimiento continuó, ya no para pedir la destitución de Collor sino para discutir si este había cometido un delito que implicara su pérdida de derechos políticos. Pasó a ser el segundo presidente latinoamericano en ser sometido a juicio político, el primero le había correspondido al presidente paraguayo José P. Guggiari, enjuiciado en octubre de 1931 por el Congreso a pedido suyo y absuelto en enero de 1932. Fernando Collor de Mello se convirtió en el primer presidente latinoamericano electo en ser sometido a juicio político por corrupción. (Ver: La caída de Fernando Collor de Mello fue vista por el periódico web de Managua El Nuevo Diario, n° del lunes 31 de julio de 2.000, de la siguiente manera. http//www.elnuevodiari.com.ni/archivo/2000(julio/31-julio-2000/nacio.../nacional113.htm).
Lo que vino después de Fernando Collor de Mello
El 21 de abril de 1993, el electorado resolvió, mediante plebiscito, mantener la forma republicana de gobierno. El 25 de mayo de 1994, el Parlamento aprobó la reducción del mandato presidencial de cinco a cuatro años. El 3 de octubre de 1994, ganó la Presidencia Fernando Enrique Cardoso. El 12 de diciembre de 1994, la Corte Suprema absolvió al ex presidente Collor de Mello de los cargos de corrupción. El 1° de enero de 1995, F. H. Cardoso tomó posesión de cargo.
El regreso a la política de Collor de Mello
El Tribunal Supremo Federal de Brasil encontró la principal prueba contra Collor, en los archivos de la computadora personal de Farías. Pero no fueron admitidos porque se obtuvieron de modo ilegal durante una redada policial ordenada por un juez no competente; el proceso terminó en diciembre de 1994, condenando a Farías (indultado en diciembre de 1995) lo que llevó al tribunal a absolver a Collor de Mello. No obstante, en junio de 1996 Paulo César Farías fue hallado muerto de un disparo en su casa de playa en Maceió, junto al cadáver de su joven pareja. Collor, pese a la sentencia del Tribunal Supremo, fue considerado culpable por el Congreso de Brasil, que le quitó sus derechos políticos por ocho años desde 1994.
En 2002 intentó volver a la política, aspirando a ser Gobernador de Alagoas otra vez, pero no tuvo éxito. En 2006 fue elegido senador por el estado de Alagoas tras postular por el modesto PRTB. En el año 2010 intentó obtener nuevamente el cargo de gobernador de Alagoas, pero perdió la elección. Fue involucrado también en el secuestro y asesinato del activista y defensor de los campesinos sin tierras Francisco Alves Mendes Filho, más conocido como Chico Mendes; crimen no resuelto. En 2016 el procurador general, denunció al senador Fernando Collor de Mello de corrupción pasiva y pidió una restitución de 154,7 millones de reales unos 49,3 millones de dólares.
En febrero de 2018, anunció su candidatura para las elecciones presidenciales. Con menos de 1 % de intenciones de voto, se retiró. Collor de Mello, junto a Eduardo Cunha comenzaron a ser juzgados en otra causa debido a que el Tribunal Supremo autorizó la investigación contra 49 políticos aforados, condición por la que se les juzga en tribunales superiores. Esta es la Operación Lava Jato, que, en agosto de 2017, le permitió a la fiscalía general acusar a Collor de haber recibido sobornos por más de 29 millones de reales entre 2010 y 2014, por varias operaciones relacionadas con la empresa BR Distribuidora.
Dos “suertudos” en afugias
A Polícrates de Samos lo perdió la Desmesura en el ejercicio del poder tiránico. Sobre si fue por envidia de los dioses a su inconmensurable felicidad y buena suerte, se ocupó la óptica mitológica y religiosa. La filosófica analizó su caso desde la visión ética del problema del gobernante desmedido, desbordado de los límites morales y constitucionales.
A Polícrates de Mello lo perdió también la Desmesura, la ambición, la pleonexía. En su tóxica historia no sabemos si las religiones bautistas a las que pertenece lo perdonaron, lo que sí se sabe es que la justicia del Tribunal Supremo logró mayoría para condenarle con una pena de cárcel por desvíos (corrupción pasiva y blanqueo de dinero) relacionados con la petrolera Petrobras dentro de la Operación Lava Jato; pena de ocho años y diez meses (El País, 19 de mayo de 2023: El expresidente brasileño Collor; condenado por corrupción y blanqueo de dinero).
En próxima Nota Ciudadana veremos las consecuencias y repercusiones del juicio político a Collor de Mello en América Latina y resto del mundo. Un tema, a no dudarlo, de gran interés para la ética política contemporánea ya no sancionables sus violaciones por los dioses del Olimpo (¿quién sabe?), pero sí por los cuerpos legislativos y altas cortes de justicia de algunos países.