A cualquiera la noticia lo dejaría absolutamente estupefacto. Apareció en The Washington Post: “Trump se mantiene alerta de un golpe de estado. Pero el único en la historia de Estados Unidos fue un sangriento levantamiento racista”. Obvio la pregunta más altanera y preciosa es: ¿caerá primero Trump que Maduro? Nadie desearía que Trump cayera ¿o sí? Sin embargo, la posibilidad es tan escandalosamente fruitiva que más de uno mataría por un puesto en el balcón.
No haría yo tanto. Anuncio desde ya que no creo que deje de reírme a carcajada batiente por el resto de mi vida si eso llegare a ocurrir. Sería el chiste, o la puesta en escena, más grande que Trump, o cualquier histrión que jamás haya existido, le ofrezca de regalo al mundo. ¡El universo entero con todas sus constelaciones al unísono reiría por los siglos de los siglos! Podría ser tan conspicuo que de risa se volvería materia. Galaxia incandescente. ¡Sería una bendición, puro maná celestial, que por primera vez y por siempre jamás, nos debería regalar la política! ¡Al fin serviría para algo!
Uno podría pensar que solo así el neoliberalismo imperialista de los 26 megamillonarios oligarcas se justificaría alguna vez.
Y la verdad, vaya sí se acerca. Trump se ha puesto él mismo contra las cuerdas ahora con su decreto de supuesta emergencia nacional una auténtica fabricación estatal de fake news. Es más fácil tumbarlo que dejarlo. Y es claro que es la opción más rentable: el impeachment nos dejaría con Pence quien, ya se sabe, es casi tan brillante como un presidente colombiano o cierto embajador en Washington del mismo país.
Pero la noticia es espectacularmente más jugosa y de exquisita ambrosía. Sugiere que el golpe como en el pasado podría ser de origen étnico.
¿Se figuran entonces a un negro, bien elegante y con mucho swing, reemplazando a un supremacista blanco? Brrrrr. Brrrr. Snif. Snif. ¿Cómo puede paladearse históricamente semejante fastuosidad política?
Okay, man. I'm the president now. Goodbye, Donald! You know!
Uno podría imaginarse que el golpe podría ser algo así relampagueante: los 5.000 marines dispuestos para invadir a Venezuela no desembarcarían en Colombia, sino en Columbia, un salón oval así denominado en clave por los conspiradores burocráticos contra Trump.
Y conste que Trump ha dicho cuando se le ha preguntado sobre ello que:
¡No podría importarle menos!
Es decir, dada su fanfarronería sublime, un golpe podría tomar a Trump con los calzones abajo. ¡Estaría de papayita!
Para degustar esta posibilidad deliciosa tengo a manos unos versos de J. Luis Borges de un poema que tengo para mí fruición personal de cabecera: La Tentación. Narra los hechos que dieron con la muerte de Juan Facundo Quiroga. Empieza de manera ponzoñosa en los mejores versos:
El general Quiroga va a su entierro; / Lo invita el mercenario Santos Pérez/ Y sobre Santos Pérez está Rosas, / La recóndita araña de Palermo. (…)
Es reconocido que Borges odiaba a Rosas. Y luego:
Juan Facundo Quiroga es temerario/ Hasta la insensatez. El hecho puede/ Merecer el examen de su odio. (…)
Y al final cuando Facundo ya está cercado, incluso por el poema, y no tiene escapatoria explota furibundo en una engreída fatuidad de héroe:
No ha nacido aún el hombre que se atreva/ a matar a Quiroga, le responde. /Los otros palidecen y se callan/Sobreviene la noche en la que sólo/ duerme el fatal, el fuerte que confía/ En sus oscuros dioses. Amanece/ No volverán a ver otra mañana. / (…)
Lo del Washington Post proviene de una investigación del senado, buena fuente. “El senador Lindsey O. Graham (RS.C.), presidente del Comité Judicial del Senado, dijo que su panel investigará la posible conspiración de un "golpe de estado burocrático".
“En los últimos días, el presidente Trump y sus aliados en el Congreso y los medios de comunicación conservadores han advertido repetidamente que él era el objetivo de un intento de golpe de estado”.
Y qué fue que hicieron los negros norteamericanos, quizás recordando a aquella revuelta de Haití que narrara Alejo Carpentier en El Reino de este Mundo.
“Al final del día (10 de noviembre de 1898), los neoconfederados habían ejecutado el único golpe exitoso en la historia de los Estados Unidos. Se desconoce el número exacto de muertos. El alcance del derramamiento de sangre no fue importante para los líderes empresariales, el clero y los profesionales blancos que aplaudieron cuando el hombre que se convertiría en alcalde de Wilmington, Alfred Moore Waddell, dijo que estaba preparado para "ahogar la corriente del Cape Fear con cadáveres" si eso significaba llevar a los demócratas blancos al poder”
Pero el asunto ahora se vuelve premonitorio porque:
“Al trabajar para descubrir los eventos de 1898, Joyner dijo que no estaba conmocionado por la violencia, por aterradora que fuera. Lo que encontró más decepcionante, dijo, es que el liderazgo del Partido Republicano, los supuestos campeones del gobierno multirracial, no hizo más por defender su posición.
"Si ese órgano de gobierno se hubiera resistido a lo que sabían que se avecinaba, entonces creo que hubiéramos tenido un resultado diferente", dijo. "La dirección se retiró y permitió que esto ocurriera". Es decir, no solo la situación estaría dejando a Trump con los pantalones abajo, actualmente el Partido Republicano, está poco menos que en pantaloncillos, si es que no ha copiado al dedillo las otrora ocupaciones de Antanas Mockus. Aclaro que cuando las cosas llegan a estas sonrosadas áreas siempre prefiero los turgentes cachetes de Margarita Rosa, ¡Ay, Margarita Rosa!, aunque últimamente he visto cachetes de Paloma, pues los morenos de María Fernanda no clasificarían como supremacistas blancos.
Y después del levantamiento qué piensan que ocurrió: obviamente una masacre de padre y señor mío.
Pero mi fruición no tiene límites. Les ofrezco el siguiente ponqué, bocatto de cardinale:
Nicolás Maduro defendiendo el regreso del gobierno Trump en la Asamblea General de las Naciones Unidas, flanqueado a la derecha por nuestro presidente y su inefable embajador en Washington. Por allá arrumado, ¿saben quién montado de tigre?
¡Si! ¡Si! ¡Él!