Hoy los colombianos tendremos que elegir el nuevo ocupante de La Casa de Nariño. Hay dos opciones: Gustavo Petro y Rodolfo Hernández. Desde los resultados de la primera vuelta, ambos candidatos han estado escarbando entre las sobras de lo que queda de la política tradicional con la esperanza de recolectar los millones de votos que necesitan. Pero la cosa está difícil.
Hace unos días Semana publicó videos de reuniones de integrantes del Pacto Histórico debatiendo cuáles serían las estrategias para “acabar con Fico” a como diera lugar y sin importar los métodos. Lo mismo en el caso del candidato Rodolfo Hernández.
Al parecer, la ética de esta contienda electoral se ha desvanecido hace tiempo y buena parte de los votantes no lo han notado, o prefieren hacer de bobos que al parecer es la manera más efectiva de solucionar las cosas en Colombia después de dar bala.
Las ansias de un cambio de sistema han segado de lineamiento ético a los estrategas del Pacto Histórico. Es de comprender que en todo periodos de elección existen maneras de hacer frente al otro, sin embargo, tratar de deshumanizar al igual es apelar a la normalización de artimañas cuestionables para cualquier tipo de decisión de cara al futuro.
Por otro lado, la campaña Rodolfista no se queda al margen de los movimientos de ratas en alacena. Los rechazos del ingeniero a acudir a debates demuestra la ineficacia de argumentos sólidos para asumir la dirección de un país que en medida mayor necesita de dirigentes habidos en el uso de la palabra ante los jú jú de la realidad. Pero la cereza del asunto son sus declaraciones machistas de viejo régimen.
No creo que sugerir a las mujeres quedarse en casa a cuidar a los niños sea una pasada del momento, y menos la admiración a la figura de Adolf Hitler, el pensador alemán que no dudó en masacras a miles de personas para lograr el triunfo de la inhumana distopía nazi.
En la Rodolfoneta se ha subido la derecha uribista y al parecer, va de viaje largo al hogar de la memoria del eterno presidente.