Nadie jamás imaginó que Monte, un perro callejero de Nuevo México, terminara siendo el protagonista de la película La Dama y el Vagabundo, una producción de Hollywood en donde, generalmente, todas las historias tienen un final feliz.
Quienes lo conocieron, decían que el canino no tenía pulgas sino que las pulgas lo tenían a él, pero el curso de su historia cambió el día en que un especialista lo rescató y lo entrenó para actuar ante las cámaras. Ahora es un ejemplar estrato seis, que tiene su propia casita, alimentos especiales, agua destilada y un harem de pretendientes cuando, otrora, cada vez que se arrimaba a una perra, lo espantaban a escobazos.
Monte encarnará a la pareja más popular de la historia del cine animado junto a Lady, con la que tendrá que compartir sus espaguetis en la icónica escena de la película de 1955 y que podrá verse a partir del 12 de noviembre próximo.
Pachito Pérez que es muy realista y comparte espacio en la oficina, me dijo lapidariamente: “En Colombia donde abundan los perros canequeros, hubieran encontrado mejores protagonistas”.
Tiene razón. Basta con salir en la mañana, de camino al trabajo, para encontrarse con infinidad de especímenes sin dueño que dejan sus recuerdos por todas partes, rompen las bolsas de basura y esparcen el contenido, y de paso, copulan sin vergüenza llenando de crías todos los barrios.
“Tanto chandoso nos tiene desesperados. Por eso, aquí tendrían una mina de oro los productores de películas caninas”, sentenció Pachito, a quien ya entiendo por qué razón le laten por todo lado.
Entre tanto, Monte se hará famoso cuando su imagen salga en las pantallas de todo el mundo, mientras que por estas tierras los perros seguirán multiplicándose y haciendo de las suyas, esperando que algún día los encuentre un cazador de talentos y no las redes inquisidoras de la perrera municipal.