Debido al enclaustramiento al que estamos sometidos mientras pasa esta borrasca de pánico, con el paso de los días hemos descubierto, casi con horror, que estamos peludos…
Nos miramos al espejo y comprobamos aterrados que ya nos vamos pareciendo nuestros antepasados de las cavernas, aquellos que nos muestra el cine y algunas ilustraciones: hombres greñudos y descuidados.
Y es que el cabello ha tenido una especial importancia en el devenir de la historia de la humanidad, tanto que por él se pueden identificar algunas razas y culturas.
En excavaciones realizadas por arqueólogos, entre los objetos de más antigüedad rescatados están los peines hechos de hueso, madera, marfil o espinas de pescado, lo que indica que los seres humanos siempre han estado pendientes de este aspecto.
En muchas culturas el cabello ha sido una manifestación de fuerza en los hombres y de fertilidad en las mujeres. Recordemos a Sansón, de quien se cuenta que debido a su cabello tenía fuerza casi sobrehumana.
Además, el arreglo del cabello ha sido práctica muy antigua y se cuenta que en China “los hombres usaban el cabello peinado hacia atrás y solían afeitarse la frente”. Lo anterior hasta que un emperador ordenó, bajo pena de muerte, afeitarse hasta la mitad de la cabeza y las sienes, dejando el pelo restante en una trenza que colgaba en la espalda.
También el cabello ha sido señal de estatus marital: “las mujeres usaban una trenza, mientras las casadas un moño anudado en la parte superior de la cabeza y las viudas que no querían volver a casarse se cortaban totalmente el pelo en señal de desinterés”.
Y eso no es todo, el cabello también se ha usado para bordar, para marcar pañuelos, para salir de la torre (como lo hace Rapunzel), para enviar mensajes (como dicen que lo hacían los esclavizados en sus peinados), para hacer cuerdas para instrumentos musicales, para hacer vestidos y hasta para fabricar pesticida (aseguran que posee un aroma que hace que los animales se alejen de los cultivos).
Así mismo, en la antigüedad lo utilizaban para suturar heridas, para brochas, para ofrendas religiosas, para limpiar derrames de petróleo y, aunque no lo creamos, para hacer salsa de soja (no es que se añadan los pelos al producto sino que se extraen las proteínas y aminoácidos que contiene). En fin, el cabello no solamente ha servido para adornar nuestra tez sino que tiene usos de gran importancia.
Lo cierto es que el cabello es cuidado con esmero en todas las etapas de la vida y en todas las épocas de la humanidad: peinados, estilos, tintes y pelucas han formado parte de la moda capilar. De hecho, si algo causa pena es la pérdida de él.
Tampoco hay que olvidar que debido a los pelos hay una gran industria que genera millones de dólares anualmente. Sin ir muy lejos, Colombia, según señalan, ocupa el quinto lugar en Latinoamérica en el mercado de la belleza capilar: champús, tintes, visitas al salón de belleza, etc.
Veamos esto: “En términos económicos, una persona que se tiñe el cabello desde los 25 años, asumiendo que lo hace todos los meses de su vida hasta cumplir los 75 años, gastando en promedio unos US$ 60 por mes en la tarea, termina invirtiendo US$ 36 mil en ser rubia, pelirroja o simplemente cubriendo a las impertinentes canas. Mejor no extienda ese análisis a lo que invierte en peluquería mensualmente porque terminará concluyendo que con ese presupuesto podría haber adquirido un activo importante que le sirva para su vejez. Tampoco intente calcular cuánto gastan en conjunto en teñirse el cabello todas las mujeres que lo hacen en el país: podría asustarse”.
En definitiva, el cabello juega un papel muy importante en la sociedad, en cómo vemos a las personas y cómo nos ven a nosotros; por eso debido al encierro que estamos soportando ya estamos que le escribimos cartas de afecto a nuestros o nuestras peluqueras…
