Contaba Plutarco, escritor y biógrafo romano, en su tratado “Sobre la educación de los hijos” que un griego le preguntó al filósofo Arístipo, discípulo del viejo Sócrates, cuanto le cobraba por la educación de su hijo. “Mil dracmas” le contestó el filósofo, a lo que le respondió el griego: “¡Por Héracles! ¡Que petición tan excesiva!, por mil dracmas, en verdad, puedo comprar un esclavo”. A lo que el pedagogo le respondió: “De esa manera tendrás dos esclavos, tu hijo y el que compres”.
La educación no es barata. Nunca lo ha sido. Sin embargo, se sabe de los esfuerzos de los padres por acceder a educación de calidad para sus hijos. En realidad, históricamente, la educación siempre ha sido para las clases privilegiadas y de eso dan cuenta oligarquías y aristocracias que no escatimaban en buscar los mejores pedagogos para sus descendientes. El rey Filipo II de Macedonia hizo que Alejandro Magno fuese educado por Aristóteles. ¿El resultado? Un emperador educado que se tomaba el trabajo de hacerle enviar a su maestro especímenes de fauna y flora de los lugares que conquistaba. ¿La primera expedición botánica de la historia?
En la posesión de la actual ministra de educación el presidente Santos le daba la bienvenida a su gabinete instándola a que continuara el trabajo que hacía desde Colciencias donde “(…) estuvo dedicada a promover la investigación, y seguirá al frente de uno de los proyectos más lindos que es una nueva expedición botánica para descubrir todas esas maravillas que tenemos los colombianos y todavía no conocemos en nuestras selvas, y en nuestra biodiversidad”. El presidente Santos, egresado del Colegio San Carlos, posesionó a la ministra egresada del Gimnasio Iragua durante un acto en el Colegio Jordán de Sajonia.
Por un lado, es de esperarse que una iniciativa de dicha envergadura no se quede en veremos como tantas iniciativas vacuas. Para la muestra la promesa en 2003 de la entonces secretaria de educación del Distrito Capital Margarita Peña quien lanzó a finales del mandato de Mockus la iniciativa “Bogotá y Cundinamarca bilingües en diez años”. Es decir que en 2013 todos los niños egresados serían bilingües. Los que conocemos de educación pública sabemos que quizá la funcionaria estaba lanzando el programa para los colegios privados, porque en los colegios públicos se le da a escoger a la primaria el denominado docente de apoyo, un docente titulado para que enseñe o Educación Física o Artes o Inglés, pero no las tres. Ni hablar de la intensidad horaria de la asignatura. Dos horas a la semana.
Para volver al principio, una de los datos que más me llamó la atención cuando estudié la historia de la pedagogía es que cuando los romanos se anexaron Grecia, echaron mano de los cultos griegos para que enseñaran a los hijos de las familias patricias del imperio. Sin embargo llegaban en calidad de esclavos libertos, una categoría de servidumbre. Los docentes en Colombia seguimos siendo esclavos. Esclavos de los créditos de vivienda, automóvil (para quien lo tiene) y estudio, porque las especializaciones, maestrías y doctorados no se pagan solos.
De la misma raíz proviene la palabra pedante, quien era considerado una especie de pedagogo que más que dar conocimiento los presume.
El pedante termina siendo un charlatán, alguien de quien uno supone que posee la experticia en algún tema. Si bien, el presidente Santos es un político sagaz a quien debemos reconocer la habilidad de crear equipos de trabajo y cuyos asesores en la mayoría de los casos son asertivos en asuntos públicos, da la impresión de que se equivoca en asuntos de educación, aunque en su defensa, admito, no ha sido el primero.
Las hojas de vida de los ministros de educación del país que han pasado por las últimas administraciones nos dan a entender que saben del tema. Sin embargo da la impresión de ser una cartera engorrosa para un presidente. No saben a quién nombrar allí. Da la impresión de que tienen que llenar una cuota política con cualquiera. Creen que por haber dictado alguna cátedra en alguna Universidad ya saben del tema. Por ejemplo, en el currículo de la actual ministra figura una Especialización en Resolución de Conflictos de la Pontificia Universidad Javeriana. Sería necesario que la Ministra Giha repasara sus apuntes o que la Javeriana reformulara el pensum de su especialización. También cabría la posibilidad de que ella considere que un paro de maestros no es un conflicto.
Sin embargo, a mi juicio la Ministra no sabe del tema. Lo corrobora un artículo de las periodistas Tatiana Duque y Laura Arrieta publicado en LA SILLA VACÍA el 10 de Noviembre del año anterior. (…)”conoce el Estado por dentro. Pero tiene poca trayectoria en asuntos de educación”. La mayoría de sus nominaciones y cargos los ocupó asesorando al ministerio de Defensa o en planeación. Su maestría del King’s College de Londres la hizo en Estudios de la guerra. Si bien hizo un paso por Colciencias, el hecho de que haya estado allí no significa a las claras que sepa de educación.
Como contraste, en Diciembre del año pasado falleció Jaime Niño Diez. Un sociólogo de la Universidad Nacional que tuvo a bien ser Ministro en la administración Samper. Universidades como la Pedagógica, la Piloto, la Autónoma y la del valle lo vieron como catedrático, rector o como parte de sus consejos directivos. En la Wikipedia figura además que fue director del ICFES y el ICETEX así como viceministro de Educación Básica y Secretario de Educación de Bogotá. Director de la Campaña de Alfabetización Simón Bolívar, jefe de educación del Departamento Nacional de Planeación y vicepresidente del Comité Intergubernamental del Proyecto Principal de la Unesco para América Latina y el Caribe. Todo esto antes de ser ministro. A posteriori fue Senador, representante a la cámara, comisionado Nacional de Televisión y embajador plenipotenciario ante la Asamblea general de las Naciones Unidas. A su fallecimiento ejercía en la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla. Cuatro días después de su deceso se publicaba en Semana educación un texto póstumo titulado ¡No es tiempo para peleas!, que la Ministra Giha y Fecode deberían leer. De este, a manera de colofón transcribo lo siguiente:
No pueden continuar los desequilibrios, por ejemplo, entre las nivelaciones del poder judicial y la de los maestros. No podemos seguir con la costumbre de llegar a acuerdos con ellos y luego “ponerles conejo”, o comenzar a regatearles los logros alcanzados porque el nuevo ministro(a) de Educación no comparte lo que se acordó, o porque prefiere gastarse el dinero en otras inversiones más rentables políticamente, o porque el ministro de Hacienda de turno resuelve que solo hay presupuesto para cumplirles “gota a gota”.
Por eso caemos siempre en el “terreno” del sindicato. Por eso las relaciones Estado-Maestros terminan siempre en una confrontación laboral-política, aprovechada por la “extrema izquierda” del momento, porque fácil y rápidamente se vuelve una confrontación de principios entre el gobierno que defiende el “derecho a la educación” de los estudiantes y el Sindicato que defiende “el derecho a la Protesta Social” y a sus reivindicaciones reconocidas.
Quienes hemos trabajado y trabajamos en la educación tenemos la obligación de esforzarnos por conseguir que los estudiantes y los maestros disfruten de bienestar y sean felices. Porque sabemos que allí en la escuela o se desarrolla un escenario de tensiones, frustraciones, amargura y resentimientos, donde se recrea el país del desencuentro, las confrontaciones, el abandono, las desigualdades y la violencia, o se construye un escenario de una escuela activa y práctica, centrada en los intereses y necesidades de sus estudiantes, con un ambiente sano y seguro, estimulante y creativo, agradable y alegre, de convivencia, de confianza, colaboración y afecto, de esfuerzo y de trabajo en equipo. Poniendo por encima la vida y los derechos humanos, donde nace el nuevo país capaz de construir la paz, de dirimir las diferencias y conflictos sin generar víctimas, de instituir una ética ciudadana de solidaridad, de proteger a los niños, de encaminarse al progreso y al bienestar colectivo.” Jaime Niño Diez. Exministro de Educación.