Hace algunos años, en Argentina, varios arquitectos crearon el premio ATILA a la arquitectura, el cual tiene como finalidad exaltar a nivel mundial las obras que más afectan el entorno urbano y que contribuyen menos a la belleza, además de cuestionar a quienes destruyen el patrimonio arquitectónico de la ciudad. Cabe anotar que el nombre de la distinción proviene de Atila, rey de los Hunos entre los años 434-453, quien fue señalado de invasor por su mayor rival, el general romano Flavio Aecio, y se convirtió en una figura legendaria ya que fue para Occidente el paradigma de la crueldad, la barbarie y la destrucción.
Decir que nuestros gobernantes y sus asesores son sinónimo de lo anterior parecería una locura, pero pensar que podrían ser nominados a tan particular galardón no está tan lejos. Lo que se comenta en las redes podría parecer mentira, pero no lo es: construirán una suerte de nuevo palacio municipal por fuera del centro histórico del municipio de Sahagún (Colombia) y dejarán al deterioro y al olvido lo poco que queda de nuestro patrimonio material e inmaterial.
Escoger a dedo, como si se tratase del Azote de Dios, la ubicación y el diseño de nuestro nuevo palacio de gobierno, sin contar con los estudios arquitectónicos, urbanos y patrimoniales adecuados, se convierte en el cóctel ideal para heredarle a nuestra ciudad y a las futuras generaciones una debacle urbana. Ya hemos visto en el pasado cómo el interés personal y el ego de unos pocos desencadenó en la construcción de estrepitosas obras que, si bien fueron importantes, se realizaron sin ninguna planificación urbana y financiera, por lo que hoy gozan de cargar con el deshonroso título de elefantes blancos.
Quizás obedezca a una simple falta de creatividad, tal vez nuestros gobernantes, creyendo que la ciudad es de ellos y no al revés, aún no han visionado el modelo de metrópoli que se necesita. Quizás ya se volvió costumbre que de las entrañas de las administraciones públicas salgan aprobadas todas las monstruosidades que han acabado con la ciudad. En la mayoría de municipios de nuestro departamento no existe un proyecto urbano integral de ciudad y mucho menos, excepto por Lorica, cuentan con un plan de conservación y recuperación del patrimonio. Con impotencia, nos ha tocado presenciar la desaparición de nuestra arquitectura vernácula y la aparición de nuevos adefesios arquitectónicos, según mi manera subjetiva de apreciar la belleza.
Los proyectistas deben entender que el diseño de un palacio de gobierno se presenta como la oportunidad que se le da a una ciudad para reflexionar sobre el rol del Estado y su relación con la sociedad, es la materialización en forma tangible del concepto de poderes dentro de un Estado social de derecho (Ejecutivo-Legislativo-Judicial). El aspecto de este tipo de edificios debe evocar una sensación de respeto, representatividad y trascendencia; además, debe plasmar con su arquitectura, una identidad propia que vaya acorde con la cultura, el entorno y el sistema de gobierno de la comunidad a la que representa. Su ubicación, al ser un bien de interés público por excelencia debería hacerse dentro de la manzana o zona con mayor valor histórico de una ciudad. Esto permite que vaya acorde con los hábitos urbanos adquiridos, es decir, la memoria urbana que comprende el aspecto intangible y genético-sensorial de las personas. Lo anterior, hace que este tipo de edificios se conviertan en el referente visual por excelencia dentro de una malla urbana.
Alcalde, no tome esto como un ataque en su contra. La comunidad, que en su gran mayoría rechaza esta medida, tiene derecho a opinar con el máximo respeto y está ávida de que se le resuelvan muchas dudas, como por ejemplo:
¿Por qué, en un proyecto de más de 8 mil millones de pesos, como lo evidencia el proceso LP 013 2018, no se someten a concurso abierto de méritos, según lo estipula la ley, los estudios y diseños del nuevo palacio de gobierno?, ¿por qué imponer sin concertación, los diseños publicados en el SECOP y la ubicación del proyecto, hay algún interés de por medio?, ¿qué estudio arrojó la factibilidad del sitio donde pretenden construir y que a todas luces es un terreno inundable y que requiere de una mayor inversión en su mejoramiento?, ¿por qué no hacer el nuevo proyecto en el predio donde funciona actualmente la alcaldía y que cuenta con un área aproximada de 3000 m2?, ¿para qué será destinado el inmueble donde hoy funciona nuestro palacio municipal?
Es posible que la comunidad desconozca el avance del proceso y que este ya cuenta con los recursos y la aprobación de las vigencias futuras. Es obvio que luego de eso vendrá el ramillete de aplausos y el desfile de concejales, secretarios, asesores, líderes comunales y contratistas, que no tienen idea de cómo debe construirse una ciudad, pero que aprueban a pupitrazos y ejecutan a las carreras las medidas que van en detrimento de nuestra sociedad.
Pero tal vez no debemos preocuparnos, apelo a su conciencia ya que con un proyecto tan desacertado están ad portas de convertirse en el peor gobierno en la historia de la ciudad, quizás al igual que a Atila, la historia misma los habrá de juzgar. Al fin de cuentas, los elegimos para gobernar al esperpento que tenemos como modelo de desarrollo urbano, el cual hace años debió acabar, pero al día de hoy nos sigue acabando.