Es poco concebible que Francisco Santos, nuestro deslucido embajador en Washington, tenga la dignidad y la cordura para renunciar a su cargo como aconseja el honor y la prudencia. Esta es una directriz en Colombia de todos los funcionarios que abundan como hormigas en el gobierno de Duque, corruptos, cuestionados o incapaces. Yo no renuncio. Aquí es estoy y aquí me quedo.
La supuesta ilegalidad con la que se realizó el audio de la conversación entre Pacho Santos y la nueva canciller Claudia Blum no los exime en ningún momento de la enorme trascendencia que puede llegar a tener para las relaciones de Colombia con los Estados Unidos. Donald Trump detesta a quienes controvierten sus decisiones y toma represalias contra los que critican su gobierno.
Por menos de lo que dijo Santos, Trump ha despedido y echado de la Casa Blanca a importantes funcionarios. Sus palabras fueron fuertes y directas criticando tanto al presidente como al Departamento de Estado. Esto es grave si consideramos que Trump, que está en medio de una tormenta política que podría sacarlo de la Casa Blanca, pueda ignorar la salida en falso de nuestro embajador.
Como es su costumbre, Pachito suelta la lengua sin medir las consecuencias y son varias sus declaraciones que han sido explosivas y lanzadas sin el menor cuidado diplomático.
La arrogancia y engreimiento con que tilda de incapaz a su jefe Holmes Trujillo y al exministro Botero (en esto hay que reconocer que no miente) deja ver sus propósitos, pescando en río revuelto, y sus deseos políticos, buscando adeptos en su partido del Centro Democrático con miras al 2022.
No queda tampoco nada bien la nueva canciller Claudia Blum, sin posesionarse aún, en una conversación más propia de empleadas del servicio que de ministros del despacho. Fue puro trame e intrigue contra los colegas de su propio partido.
Por el bien de Colombia y de sus relaciones internacionales, es imprescindible que el presidente Duque le solicite la carta de renuncia a Francisco Santos, aunque ante tanto tropiezo y fracaso del gobierno uno ya no sepa qué pensar.