Para iniciar a hablar sobre lo que ha venido sucediendo en el primer mes del año en cuanto a la descomposición del orden público en nuestro país, en nuestra Colombia, es necesario devolvernos para aterrizar las cifras de lo que se vivió en el mismo periodo de los dos años 2020 y 2021.
El informe del Ministerio de Defensa, finalizado el año anterior, nos muestra que en materia de acciones subversivas se registraron seis en el año 2020 y cuatro en 2021, todas asociadas a ataques a miembros e instalaciones de la fuerza pública; en su concepto general, los actos terroristas mostraron que los grupos armados organizados ejecutaron en 2020 51 acciones, contra 25 en el año 2021, estas dejaron un saldo de cuatro y cinco miembros de las fuerzas de seguridad estatal asesinados en cada periodo, igualmente se tiene un registro de 60 heridos en 2020 contra 50 heridos en 2021. Las cifras comenzando el presente año superan las de años anteriores.
Enero de 2022 nos ha mostrado un comportamiento de bastante actividad de parte de los grupos armados organizados, especialmente del ELN, de las disidencias de las Farc y sus hijos naturales, La Segunda Marquetalia. Este comportamiento no es casual y se debe mirar desde varios puntos de vista, siendo el primero la necesidad apremiante que tienen estos grupos de demostrar que su capacidad delincuencial no se ha visto afectada por los golpes causados por el accionar de la fuerza pública, la cual sin lugar a dudas les está generando un desequilibrio estratégico, pues si bien es cierto los cabecillas neutralizados o capturados se reemplazan rápidamente, el recomponer la estructura y realizar las coordinaciones al interior del grupo afectado y hacia afuera con otras estructuras les afecta mucho dado que con la baja, en cualquiera de sus condiciones, se pierde información, contactos, ubicación de caletas de material y especialmente de dineros.
En segundo lugar, es importante destacar que el país está en una etapa preelectoral y este escenario de afectación al orden público no es gratuito, ya que sin importar el esfuerzo que desarrolle la fuerza pública y sus resultados, cualquier acto de parte de los llamados GAOS será percibido por la comunidad como una demostración de incapacidad del Estado, lo que será aprovechado por aquellos que buscan deslegitimar al gobierno, pues como es costumbre nacional, se evalúa no por los éxitos sino por las fracasos, y en eso sí nos hemos vuelto expertos.
Por eso es importante para los grupos armados ilegales hacer demostraciones de fuerza en todo orden sin importar, como siempre lo ha sido, la afectación a la población civil que pretende desde hace décadas mantenerse neutral en un conflicto que le es propio. Al final el gobierno siempre será el responsable de lo que puedan hacer el ELN, las disidencias de las Farc, así como los demás grupos armados organizados
Dentro de este mismo ambiente electoral, el incremento de las acciones contra la infraestructura del Estado, contra la fuerza pública y contra la comunidad busca sin lugar a dudas mantener vigente en el escenario político, la necesidad de impulsar el cumplimiento de los acuerdos de La Habana y reactivar los diálogos con el grupo ELN, intención que se ha venido cumpliendo, ya que esta preocupación es parte de la agenda de los diferentes candidatos a las corporaciones públicas a ser elegidos en el mes de marzo y a la presidencia en el mes de mayo.
Mientras tanto, la sociedad en general va construyendo en su psique una realidad de descomposición general en el orden público que los lleve a revivir la tragedia de la Colombia de los años noventa y 2000, los que aún se puedan acordar de esa época.
Finalmente, está lo relacionado con las economías ilícitas derivadas de tres grandes líneas de financiamiento de estos grupos: el narcotráfico, la minería y la extorsión, las cuales requieren para su consolidación la aplicación efectiva del control territorial y esto no se ha podido lograr después de varios años de firmados los acuerdos, ya que la incorporación de algunos frentes de las Farc a la vida civil generó unos vacíos en ese control.
Las zonas aún están en disputa, pues ningún grupo ha logrado la hegemonía plena en los departamentos afectados. Los detractores del gobierno actual, especialmente los que hacen política con este tema, esgrimen como argumento la ausencia integral del Estado, la falta de oportunidades para los jóvenes, la débil y tardía acción de la fuerza pública en cada uno de lo que ahora llaman territorios, término que está en boga como un eufemismo aplicado a las regiones, municipios y departamentos, agregándole con este concepto disociativo un elemento más en esta enorme colcha de retazos que es nuestro país.
Cuando se grafican las acciones desarrolladas por los llamados GAOS, se observa que coinciden plenamente con las áreas en donde se generan las mayores actividades ilícitas asociadas a las tres líneas de financiamiento descritas. Es importante resaltar que las acciones de los grupos armados ilegales tienen un efecto que se convierte en un círculo perverso y los delincuentes lo saben.
Es por eso el interés de mantener un estado de zozobra y de angustia en la comunidad para generar un proceso de descontento acumulativo contra el gobierno; cada acto terrorista niega la posibilidad de generar nuevas oportunidades a la comunidad, debilita la acción efectiva integral del Estado y dispersa las capacidades de la fuerza pública. Es necesario recordar que tanto bienestar como desarrollo solo se puede lograr teniendo como base el componente de la seguridad; seguridad para invertir y seguridad para ejecutar.
Asimismo, es fundamental destacar que los que critican la respuesta de las fuerza militares y de policía ignoran la dinámica de los actores ilegales y cómo se genera el terrorismo desde el punto de vista del empleo de la fuerza para ejecutarlo y en este sentido se puede explicar como un solo delincuente que realiza un acto de terror hace movilizar a cientos de miembros y equipos de las instituciones de seguridad del Estado.
Adicional a esto, es necesario comprender que evitarlo se hace más complejo cuando ese terrorista vive en la misma región en donde delinque y cuenta con el apoyo de su entorno comunitario; esto se puede observar en zonas como Arauca, Cauca y Norte de Santander, en donde una gran proporción de los miembros de los GAOS han heredado de sus abuelos y de padres su membresía en estos grupos.
La comunidad colombiana no puede seguir jugando a la neutralidad, como la ha hecho por décadas y siguen reclamando hoy, pues tanto delincuentes como miembros de las fuerzas militares y de policía tiene su origen en ella y lo que se espera es que actúe junto con las fuerzas legales del Estado y manifiesten su repudio de manera abierta a quienes llevan al terror y la zozobra a sus regiones.
Los dirigentes políticos que aspiran a participar a la administración de nuestro país no pueden seguir haciéndole el juego a estos GAOS celebrando y cosechando votos con la sangre y el sufrimiento de los colombianos afectados por su accionar delincuencial. La sociedad no puede ignorar que su felicidad es mala para quienes viven de su tragedia y de sus necesidades.
Observando lo que se vive en nuestro país, evoco la obra de Gabriel García Márquez El amor en el tiempo del cólera, en el sentido de que en tiempos en los que la pandemia nos arrasa, la confrontación entre terroristas y fuerza pública se desarrolla, mientras las pasiones de quienes se alimentan de la tragedia sigue y crece, así como se mantuvo y alimentó el amor de Florentino por Fermina, en una época donde el cólera golpeaba y se mataban entre liberales y conservadores; el resultado al final está en el libro.