Diez años y un mes tuvieron que pasar desde aquel paro cívico del 26 de junio de 2008 en el que Facatativá estuvo paralizada por más de 16 horas, entre el lacrimógeno y la piedra, para que un mandatario municipal volviera a revivir la propuesta de cobrar el servicio de alumbrado público a través de la creación de una contribución obligatoria, esto es, un nuevo impuesto.
Y es que para muchos facatativeños la palabra “paro cívico” está cargada de múltiples connotaciones, además de hacer parte de su historia reciente. Las experiencias de las protestas de 1996, 1998, 2008 y 2013 en Facatativá han creado una especie de memoria colectiva que muy bien puede resurgir como una respuesta, rechazada por unos, aprobada por otros, para zanjar difíciles momentos de tensión social.
Y es que nada tan impopular como anunciarle a los gobernados que deben esforzarse aún más para pagar nuevos impuestos —por eso tanto hermetismo y cuchicheo en la alcaldía de Facatativá—. Aún más impopular cuando en Colombia se paga uno de los IVA más altos de la región, la base gravable del impuesto de renta para las personas naturales castiga cada vez más a los menores ingresos, los precios suben, los salarios se estancan, etcétera. Se sabe que el tema de los impuestos es bastante delicado. De hecho, los grandes epicentros de las revueltas, levantamientos y movilizaciones populares que han dado lugar a transformaciones radicales en las sociedades han estado atravesados por luchas fiscales. Por eso en Colombia siempre se habla de la necesidad de una nueva reforma tributaria estructural apenas cuando ni siquiera se ha podido implementar la anterior. Así de frágil y complejo es el asunto.
Los argumentos para justificar el cobro se resumen en que son necesarios para traer progreso y bienestar, modernizar la iluminación pública y así brindar mayor seguridad, combatir la delincuencia y avanzar hacia una ciudad sostenible y amigable con el medio ambiente. ¿A quién no le gusta escuchar eso de vivir felices en una ciudad limpia y moderna donde no haya pobres, ni ñeros, y en donde a nadie lo roben por el simple hecho de salir a la calle? Basta con escuchar las declaraciones del alcalde Pablo Malo para concluir que en Facatativá en los días soleados no ocurren delitos.
También se habla de eficiencia y equidad, es decir, que con el nuevo impuesto se puede hacer más con menos recursos y garantizar cierta progresividad en el cobro del tributo puesto que por ahora en el proyecto de acuerdo —aun desconocido— el cobro no está contemplado para los estratos 1 y 2. ¡Bien dicho! ¡Por ahora! Porque lo cierto es que las sabias reglas de la experiencia nos dicen que con esos pretextos como “Facatativá brilla hacia al futuro” o “Recuperemos a Facatativá” el impuesto terminará aplicándose en todos los estratos y el servicio del alumbrado público concesionado a un privado que complacido seguramente abultará sus ganancias con las tarifas. Por eso la necesidad de asegurar esa partida a través de un nuevo impuesto obligatorio en vez de pensar una estrategia gradual para el cambio de las bombillas.
Como si en Colombia no tuviéramos bastante con la carga impositiva al mandatario Pablo Malo se le ocurre la genialidad de sacarle mas plata a los facatativeños sin siquiera ocuparse de la realidad de los ingresos de las familias y de las condiciones de empleo en el municipio. El asunto es que en Facatativá muy pocos comen de ese cuento. Hasta su padrino el exalcalde del municipio y actual representante a la Cámara por Cundinamarca Oscar Sánchez León ha sacado en las últimas horas un comunicado manifestando la inconveniencia al proyecto de Malo. Sánchez sabe por experiencia propia que la decisión de Malo es arriesgada, en términos de gobernabilidad y de orden público, puesto que puede perjudicar aún más su pobre administración y castigar electoralmente sus cartas para las elecciones del próximo año.
Los facatativeños están cansados de tantas mentiras por parte de los mandatarios de turno. Los anuncios de las grandes obras para el mejoramiento de la ciudad se quedan en eso, en simples anuncios. Las calles intransitables, las obras inconclusas; el espacio público al servicio de los negocios inmobiliarios; la inseguridad andando a sus anchas; la falta de empleo, la dificultad en la movilidad, los interminables problemas regionales y nacionales; y ahora el anuncio de más impuestos, dejan una sensación de incertidumbre sobre lo que va a suceder. Amanecerá y veremos.