Un derrotado candidato por largo margen en la primera vuelta presidencial de 2018 tira uno nuevo en su acostumbrada columna dominical del diario santodominguero, titulada Lecciones de Ecuador y Perú.
El primer molino de viento que yergue el analista actuante es el de que el uribismo no está muerto, con lo cual no se hace imperiosa una férrea alianza en la primera vuelta de 2022. El uribismo no está muerto, pero sí desfalleciente. Para más señas no hay sino que examinar los resultados electorales desde 2010. Lo jodido es que sin querer queriendo algunos lo oxigenen.
La mentira acude como recurso a la mente del articulista, pues afirma que Petro habla de una alianza en la primera vuelta alrededor de su candidatura. Contrario sensu, es el centro del articulista el que ha vetado a Petro, mientras que este ha propugnado por la escogencia de un candidato mediante un mecanismo democrático.
Muy llamativo que en su apología al centro, sin beneficio de inventario, el excandidato acoja la reciente declaración de Duque en la que se define como militante del extremo centro, pero no solo eso, sino que también piense en la franja de Vargas Lleras como sector a tener en cuenta para ampliar el espectro centrista. Cada día se aprende más. Como van las cosas, dentro de poco veremos al "héroe de Invercolsa" en esa alianza, vista su reciente columna contra la reforma tributaria de Duque y Carrasquilla.
Por último, critica a los que criticaron el voto en blanco en 2018 y sentencia que "hay diferencias entre la política y la aritmética".
Expresión digna de un matemático puro que no tiene en cuenta los factores sicológicos que operan en la política. Los efectos multiplicadores que hubieran tenido en los vacilantes de la segunda vuelta, la decisión de los dirigentes del voto en blanco en apoyar a Petro hubieran sido de incalculables proporciones. Los que persisten en defender su errada decisión no deben perder de vista que hay un ánimo revanchista en muchos sectores de la política nacional.
No sea que les corresponda deglutir el mismo bocado. Y de esto saben mucho los comunistas y socialdemócratas alemanes de los años 20 y 30 del siglo XX.
