Todos en algún momento de la vida necesitamos una musa, una inspiración que nos rete o nos estimule al cambio. O por qué no, que nos obligue a probar nuestros valores y creencias para afianzarlas o defenderlas, o tal vez para reordenarlas.
Eso fue lo que hizo la aristócrata Lady Ottoline Violet Anne Cavendish-Bentinck, (1873 – 1937), con el famoso matemático, y pensador inglés Betrand Russell (1872 – 1970).
Ambos apasionados por las ideas y la historia, leales a sus estados maritales pero poco respetuosos de las convenciones sociales, se conocieron en 1910 cuando ella trabajaba en la campaña política de su marido, el inglés Phillip Morrell, quien se convertiría posteriormente en Miembro del Parlamento (MP). El extravagante físico de Ottoline (más de 1,80 de estatura, ojos verdes, pelo rojo, y agreste en sus rasgos faciales), su interés por el arte y la cultura, y su excéntrica vida llamó la atención de muchos hombres y Berti no fue la excepción.
Pasó un año, y en 1911 haciendo una visita a la pareja Morrell, el recién casado Russell aprovechó la ausencia momentánea del Sr Morrell, y expresó a Ottoline sus sentimientos. Sin dudarlo, ambos acordaron ese día “consumar su pasión” lo antes posible.
Desde entonces sus encuentros estuvieron precedidos por una serie de importantes cartas que ayudarían a Russell a cambiar sus intereses filosóficos —que para ese momento parecían sólidos, pues acababa de publicar su obra cumbre: Principia Mathematica—. Con las cartas y comunicaciones con Ottoline, Russell transformaría su producción de conocimiento lógico y estricto, por la búsqueda sobre el sentido de la vida, la interioridad, y su propia humanidad. Por su parte, Ms Morrell afianzaría su constante necesidad por el conocimiento a través de las emociones, el arte y las pasiones humanas, y más importante, sus creencias religiosas.
Sus cartas no solo generan un gran placer literario
por la belleza del lenguaje, sino que exaltan las ideas de ambos
sobre el amor, los deseos, la felicidad, la religión
Las cartas que se intercambiaron no solo generan un gran placer literario por la belleza del lenguaje, sino que exaltan las ideas de ambos sobre el amor, los deseos, la felicidad, y la religión entre otros. Según analistas, las de Russell explican ampliamente la transformación que sufrió durante esos años y revelan una faceta esencial, desconocida incluso por él mismo. Como nunca antes, para contestarle a Ottoline y expresarle sus sentimientos, Russell tuvo que auto estudiarse y dudar sobre muchos de los temas que pensaba, estaban resueltos en su cabeza. Tarea mayor para un pensador de la talla de Russell.
Con el intercambio intelectual de emociones, y el uso lógico de su mutua atracción, Berti y Ottoline se transformaron resultando en los personajes que hoy conocemos. Fueron musa e inspiración.
Publicada originalmente el 12 de febrero de 2017