El mundo al parecer está en trance de una revolución social, siempre buscando en el pasado algunos títulos de “nobleza ideológica” de donde tomar las justificaciones o las coartadas de la acción. Es sabido que las revoluciones francesa, mexicana, soviética, china, cubana y algunas otras son fuente inagotable para las izquierdas, las derechas y hasta para el llamado centro, posición esta que suele edulcorarse acudiendo atrapatodismo”.
En esta nota ciudadana abordaremos el problema de la “desideologización” como tendencia o realidad que se manifiesta en ciertos movimientos sociales en los que los “líderes” o cabecillas tienen alguna formación ideológica (cuando, como dicen algunos, no están al servicio de fuerzas extrañas delictivas) no ocurriendo tal vez lo mismo con las “bases” por ellos movilizadas. Es el caso de algunas de las marchas que se han dado o se están dando en América Latina en 2019 y se anuncian para 2020, en las que el fenómeno se patentiza en la dispersión, abundancia y poca claridad en las reivindicaciones que van desde la no aprobación de reformas legales y sí la aprobación de reformas constitucionales, referendos, plebiscitos, cabildos abiertos, desmonte de cuerpos de seguridad, baja del dólar, cambio de las políticas internacionales, aumento de los cupos universitarios, consultas ciudadanas, el paisaje, el urbanismo y un largo etcétera que en el caso colombiano se comenta sobrepasan las 120 reivindicaciones a riesgo de hacer colapsar la gobernabilidad o el propio sistema democrático con un posible llamado al caudillo que se eternice en el poder como ocurre en lares vecinos.
Movilizaciones ciudadanas masivas, pero despolitizadas
Se observa en los movimientos sociales mencionados una especie de movilización ciudadana despolitizada en las bases y un poco menos en los dirigentes. Las primeras actúan ya no como minorías “silenciosas” sino todo lo contrario, como bastante “ruidosas” —las cacerolas hacen bastante ruido en los oídos ciudadanos y en los del poder—. En cuanto a los dirigentes o cabecillas sí actúan como agentes “repolitizados”, sobre todo si son de izquierda. Ocurre algo similar en el caso de algunos dirigentes de derecha que hacen figura de poujadistas criollos o de chalecos amarillos, como los que comienzan a perfilarse entre los pequeños comerciantes bogotanos y vallunos (ver).
En los movilizados “despolitizados” suelen jugar factores como la caída de la participación electoral, el abstencionismo de apatía, el malestar con los partidos, el desempleo, la revuelta, la crisis del civismo, la crisis o la supuesta muerte de las ideologías por culpa de algunos medios, de los cambios en la estructura familiar, de cierto resentimiento o malestar en no tener los habitantes de los países del Tercer Mundo las comodidades o ventajas del desarrollo técnico y económico del mundo desarrollado. Estos sentimientos se expresan a través de un temor a la tecnocracia (i); desconfianza hacia la autoridad de los parlamentos, vistos como arcaicos (ii); un marcado escepticismo sobre las ideologías, consideradas “gaseosas” (iii); aburrimiento o indiferencia hacia la cosa pública (iv); banalización de la política “en grande”, para hacerla caer en micropolíticas de preocupaciones puntuales y sin utopía (v); y, búsqueda irracional de la protección ofrecida por un jefe carismático (vi). El descontento recae mucho más que sobre las instituciones sobre la calidad de vida y la incertidumbre de los jóvenes frente al futuro (Orlando Solano Bárcenas. Tratado de ingeniería electoral y derecho electoral. Bogotá, Leyer, 2002).
En las condiciones expuestas —a veces próximas a estados anómicos— los “fines” políticosociales se esfuman o difuminan recayendo las reivindicaciones mucho más sobre los “medios” de realización, sobre el problema por problema, sector por sector, sin globalizar las reivindicaciones de manera racional y efectiva; actitud que es típica del sindicalismo, de las instancias regionales, de las asociaciones municipales, las juntas de acción comunal, las juntas administradoras locales, el medio estudiantil, los grupos de presión cívicos, los lobbies de ciudadanos y de defensa del consumidor, grupos hoy ampliados al cabildeo de una acción ciudadana que se encamina hacia el logro del mejoramiento de la salud, la vivienda, el transporte, el medio ambiente, etc. Estos “colectivos” han ido reemplazando o asumiendo poco a poco el rol de los parlamentarios, encerrados en el cultivo manzanillo de los votos de las respectivas circunscripciones; también han reemplazado a los partidos, entes percibidos como anclados en ideologías hoy poco seductoras al no ofrecer la creencia en un sistema completo de explicación de la sociedad y del mundo. El resultado de todo esto es un Estado que se ha quedado solo frente a grupos de presión difusos de todas las características y tendencias casi siempre carentes de ideología, pero sí llenos de pragmatismo. Se vive entonces en una desideologización de las grandes masas, mas no en los movilizadores de ellas, quienes sí saben lo que quieren o lo que desean los grupos al margen de la ley que los contratan.
Las ideologías no solo existen, también podrían ser una necesidad
Las ideologías políticas son tesis articuladas entre sí que se muestran estrechamente relacionadas con un principio. Son creencia en un sistema completo de explicación de la sociedad y del mundo. Las ideologías son sistemas de explicación de una sociedad que tiende a justificarla o criticarla y sirve de base a una acción para mantenerla, transformarla o destruirla; de aquí, que las grandes doctrinas políticas y sociales constituyen ideologías. Con las ideologías se procura engendrar un proyecto intelectual y espiritual de organización política que forme un todo unido y coordinado. Se recaba, las ideologías son sistemas de ideas que pretenden explicar la sociedad y el mundo. Frente a estos sistemas de ideas el ciudadano puede o no adoptar una posición peyorativa. Actitud que no debe darse —es mi opción— frente a la democracia, por ser una concepción intelectual sobre la cual se debe establecer y organizar el funcionamiento el Estado y, algo fundamental, la forma de transmitir la autoridad política. Naturalmente debe estar consciente el ciudadano de un hecho cierto, que las ideologías nunca desaparecen completamente en el tiempo, sino que reaparecen y vuelven a desaparecer temporalmente. Ocurre con ellas un poco lo que Vico llamaba los corsi y los ricorsi, el ir y venir pendular. Las ideologías son, con certeza, una realidad y seguramente una necesidad. La del sueño y la utopía (Marcel Prélot. Sociologie politique. Paris, Dalloz,1973).
Las ideologías son o deben ser expresión y garantía de libertad
Las ideologías son creación de la libertad de conciencia, opinión y expresión del pensamiento. Libertades que en muchas constituciones políticas son consideradas derechos fundamentales de las personas, reconocidos en las democracias u "otorgados" en las dictaduras. Es el caso, por ejemplo, de los siguiente textos constitucionales: Alemania. El artículo 4° estipula que “las libertades de fe y conciencia, así como la libertad de credo, religión o ideología son inviolables”.
- Brasil. El artículo 220 dispone que está prohibida toda censura de naturaleza política, ideológica o artística.
- España. El artículo 201 reconoce y protege el derecho de expresar y difundir libremente los pensamientos, las opiniones y las ideas sin ningún tipo de censura previa.
- Colombia. El artículo 40 estipula que todo ciudadano tiene derecho a difundir libremente las ideas y programas del partido de su preferencia.
- Universo. El artículo 19 del Pacto internacional de derechos civiles y políticos (1966), dispone que toda persona tiene el derecho de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de fronteras.
- América. El artículo 13 de la Convención Americana de derechos humanos o Pacto de San José de Costa Rica dispone que toda persona tiene libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole sin consideración de fronteras.
Estos,son textos de libertad. Son idea de derecho, representación de la organización social, reglas que descansan sobre una jerarquía de valores. La ideología es un sistema fundamental de valores que sirve de base a una determinada sociedad, sea explícito o no ese sistema (Georges Burdeau-Maurice Duverger).
Las ideologías son fuerzas creadoras y movilizadoras
El hombre contemporáneo debe conocer no sólo las ideologías, sino también las ideas políticas y su historia. La historia de las ideas, afirma Prélot, puede ser considerada como las “humanidades” de la ciencia política porque sin conocerlas es imposible comprender la política contemporánea, sin conocerlas se le haría imposible al ciudadano tener un mínimo de teoría política que guíe sus investigaciones, dirija sus observaciones y le suministre un criterio válido de interpretación. La vida de hoy en día y de ayer son incomprensibles sin aquellas influencias ideológicas creadoras de las fuerzas que mueven la vida política y las representaciones colectivas, no sólo al interior del Estado sino también al interior de la sociedad global (Maurice Duverger. Introduction a la politique. Paris, Gallimard, 1964). Las marchas y cacerolazos de hoy en día están siendo guiadas por simples meneurs, simples agitadores o, por el contrario, ¿por grandes ideales comprendidos por las bases?
Las ideologías vehiculan tesis y principios que ofrecen o deben ofrecer proyectos de sociedad
Las ideologías políticas son tesis articuladas entre sí que se muestran estrechamente relacionadas con un principio. Con ellas se engendra un proyecto intelectual de organización política que forma un todo unido y coordinado. Las ideologías son, más claramente, sistemas de ideas que pretenden explicar la sociedad y el mundo. Frente a estos sistemas el ciudadano no debe adoptar una posición peyorativa. Todo lo contrario, sin renunciar a cierta neutralidad y a cierto compromiso, debe tomar posición frente a ellas ya sea de adopción o de rechazo tolerante. En mi caso personal esa toma de posición ha ido siempre en el sentido de defender la democracia como la ideología que establece y organiza el Estado bajo los principios de libertad, pluralismo, límites a la autoridad, elecciones libres, justas y disputadas, alternabilidad en el poder y justicia, entre otros principios. En estos análisis se debe estar conscientes de un hecho cierto, que las ideologías nunca se van completamente en el tiempo sino que regresan y vuelven a desaparecer temporalmente. Luchar por mantener la democracia es un imperativo ético, así lo asumo.
Las ideologías son expresión natural de la diversidad humana
Las ideologías son “variables” por ser producto del ser colectivo humano, el ser más variable de todos. La sociedad humana está compuesta por miles de formas étnicas, económicas y morales y es de esa infinita diversidad o variedad de donde surgen las ideologías porque de cada grupo humano o social surgen actitudes, diversas maneras de ser, ver, idealizar y comportarse, de arraigarse en la historia con la propia lengua, las ideas y costumbres vernáculas. Igualmente, cada grupo social tiene sus propias “formas jurídicas” (León Duguit: “la regla de derecho es plenamente objetiva, por ser expresión de la conciencia colectiva”). Algo fundamental, cada grupo social tiene sus propias “formas políticas” que son el resultado del ser político, del ser cívico del hombre, de su naturaleza social. Lo había dicho Aristóteles: la naturaleza es a la vez “ideal” y “realidad" y solo el hombre es capaz de pensar sus instituciones, de idealizarlas y sentirlas. No obstante, hay otra realidad social y es que con frecuencia no se da la unanimidad y es de la falta de esta, de donde surge la aparición de la “alteridad ideológica” y la concomitante simpatía (o antipatía) ideológica; de la primera, sale el sentimiento que procuramovilizar las “adhesiones” y las militancias; de la antipatía brota lo agonal, la lucha por la exclusión de los demás a través de una violencia que es o debe ser controlada por las instituciones. De estas, una de las más importantes son las elecciones disputadas, regladas y pluralistas. El pluralismo, he ahí la razón de ser la diversidad ideológica.
Las ideologías son ideas-fuerza que buscan ser aceptadas o imponerse
Las ideologías son las verdaderas “fuerzas” afectivas e intelectuales que le dan sustancia a las sociedades, si se tiene en cuenta que la verdadera realidad social es mental, pensada, afectiva, sentimental y emotiva. Los hombres optan y toman partido por la construcción del respectivo universo mental, de allí que el “acto político” y en especial el “acto electoral” no puedan escapar de la regla que impone tener que optar en el momento de la construcción de las superestructuras; es decir de las formas y teorías político-jurídicas, de las formas y las teorías político-constitucionales, de las explicaciones filosóficas y las creencias religiosas; al igual que las económicas. Esto en una retroalimentación gramsciana. Así lo demuestra la historia cuando hace el análisis de las luchas por la implantación de las opciones ideológicas que ejercen influencia sobre las sociedades. En estos casos cada opción aspira a convertirse en “fuerza”, en fenómeno espiritual y místico dado que la vida cotidiana no es solo medio geográfico, ni solo biología, ella es también Weltanschauung; es decir, cierta concepción del mundo que modifica y modela las condiciones de la existencia humana de forma propia y particular. Las ideologías son, entonces, creencias recibidas, doctrinas profesadas y transmitidas por la tradición y por la educación, y estimuladas o modificadas por la propaganda. Se hacen aceptar, que es lo ideal; o se imponen a la fuerza, que es lo menos democrático. Es necesario, en consecuencia, hacer un sobrevuelo sobre las ideologías más recurrentes.
Panorama de algunas ideologías
La serie histórica de las ideologías es muy diversa, las hay de todos los tipos y colores. Haciendo un ejercicio de contracción, estas son algunas de las más relevantes o que han hecho mayor carrera. Las ideologías conservaduristas, que predican un orden natural al cual los hombres deben conformarse, como lo han predicado en sus obras Maurras, de Bonald, de Maistre y básicamente los partidos conservadores, movilizan hoy en día un poco menos a las nuevas generaciones (i). Las doctrinas que creen en la primacía del individuo dentro del marco del Estado, preeminencia que le permite al hombre realizarse en todos los dominios y aspectos, que son las tesis de Benjamín Constant, Alexis de Tocqueville y de los partidos liberales “clásicos”, sea que se reclamen del Estado-gendarme o de las tesis de los liberales intervencionistas como forma del Estado llamado keynesiano en general, que movilizan o atraen un poco más a las grandes masas ciudadanas (ii). Las doctrinas socialistas, que son aquellas que creen en una sociedad que “colectivice” la propiedad privada a fin de lograr una mayor justicia social por medio de la lucha de clases, la dictadura y la victoria final del proletariado como lo predicasen Marx y Engels, y con un partido único y centralizado a la manera de Lenin y Stalin, tesis que hoy en día alejan por igual a jóvenes y adultos, como lo demuestra la supresión de estos postulados por los partidos comunistas, luego de la caída del Muro de Berlín (iii). Las doctrinas que creen en la primacía de la “nación”, como las nacionalistas de izquierda o de derecha expuestas en su tiempo por Maurice Barres, Charles Péguy y en Colombia partidos como el M-19, postulados que no motivan a los jóvenes embarcados en los celulares y redes sociales del momento actual (iv). Las doctrinas internacionalistas que predican la abolición de las fronteras, la necesidad de un idioma común y de la fraternidad de todos los pueblos, bajo la égida de un “gobierno mundial” que se presentan como parcialmente atrayentes para los jóvenes de hoy en día, por los fenómenos de globalización y la desconfianza tanto hacia el marxismo internacionalista, como al fascismo nacionalista (v). Con asombro vemos que las doctrinas que parecen atraer hoy en día a ciertos sectores de la juventud contemporánea —afortunadamente pocos—, son las dictatoriales de derecha o de izquierda, con manifiesta personalización del poder en el caudillo, mesías u hombre-milagro que se convierte en fuente de todo poder y se mantiene en él por la fuerza o por la intimidación, sin aceptar oposición de algún género como parece demostrarlo algunas experiencias de países circunvecinos (vi). Cada ideología promueve o vehicula conceptos que son ofrecidos como básicos, al ciudadano de analizarlos con sentido crítico para aceptación o rechazo. En una democracia, el ciudadano está condenado a ser libre.
Algunos conceptos ideológicos más recurrentes
El profesor Marcel Prélot ha clasificado las ideologías más importantes o los más importantes conceptos ideológicos, de esta otra forma:
- La ideología racionalista
Es la más conocida y tal vez la más seguida. Fue vehiculada por la revolución francesa de 1789, siendo la que tal vez más ha provocado mayores progresos en el orden de lo social no solo en Francia sino también en todo Occidente. Igual apreciación se puede hacer con relación a las llamadas teorías de la Escuela del derecho de la naturaleza y de gentes, que influyeron enormemente en las revoluciones inglesa (1688), norteamericana (1776) y francesa (1789). Los respectivos ideólogos de cada una de esas revoluciones fueron: de la inglesa, John Locke (i); de las revoluciones en las Américas, Locke y Montesquieu (ii); de la revolución francesa Rousseau, Montesquieu y Sièyes (iii). Del pensamiento de cada uno de estos autores salió el germen ideológico que se iría transmitiendo muy rápido hasta llegar a arruinar moralmente las doctrinas tradicionalistas, con esta característica —que una vez afianzadas las nuevas teorías—, engendrarían nuevas instituciones. Las ideas expuestas por cada uno de los autores mencionados adoptarían tanta potencia transformadora que Alfred Fouillée las calificó de “ideas-fuerzas”, afirmando de ellas que “son pensamientos y estos pensamientos no son un elemento sin importancia o algo que podamos ignorar”. No obstante, se observa en el mundo contemporáneo que la racionalidad política no termina de afianzarse a causa de los fenómenos de emotivismo que suelen acompañar la política, sobre todo en los países del subdesarrollo socio-político y socio-económico.
- La utopía
Es otra forma de pensamiento que adquiere y desarrolla una fuerza que es comunicada a los hombres para incitarlos a la acción, a la movilización. La utopía considerada “clásica”, es aquella que debe su nombre a Tomás Moro al revivir con ella la tradición platónica de la búsqueda de un ideal en “otra parte”, pero sin descuidar en esta empresa el propósito político de cambiar las costumbres, transformar las almas y revolucionar las instituciones. La utopía es por definición “optimista” (sobre aquello que se desea cambiar) y “crítica” (porque lo que se busca con ella es censurar la realidad actual). Para Marx la utopía no es ciencia sino candor, ingenuidad e ilusión, peor una “ideología” que camufla intereses muy concretos y perversos. Marx es uno de los pensadores que pregona la “desideologización”, pese a que sus epígonos, los marxistas o marxólogos, son muy dados a caer en un dogmatismo ideológico trágicamente castrador y reductor de su punto de partida. Se observa en los movimientos y momentos de la política contemporánea un extrañamiento del sueño, de la utopía que incite al cambio por medio de la crítica de la “merdicité” de lo existente. El puntualismo o el puntillismo de los movimientos sociales del momento actual parecen no dejarles campo a la utopía y al sueño de sociedades mejores y más justas.
- El mito
Cuando el mito se presenta como ideología es imaginación y sentimiento, es historia cultural y destino, rito y cosmogonía o escatología, relato y ley, reminiscencia y orientación, sentido de lo total. El mito es la ilustración de una idea bajo la forma de una imagen o de un relato fabuloso. El mito explica ciertos fenómenos sociales o intelectuales más que por la razón, por la imaginación. El mito es irracional e intuitivo, imagen sentimental, afectiva y voluntaria que se sitúa más allá de la historia. El mito provoca o exige una acción que estimule el salto revolucionario hacia lo desconocido, como es presentado en el pensamiento de Sorel y Bergson. El mito “soreliano”, por ejemplo —que veremos en una nota ciudadana posterior—, se inscribe dentro de la corriente antiintelectualista de la primera Anteguerra mundial al proclamarse como representación exultante, llamado a la voluntad, anticipación de futuro, taco de dinamita que explota y se riega en mil pedazos evocando instintivamente todos los sentimientos que deben actuar sobre el momento presente. El “presente”, tema movilizador de millennials (Y) y centennials (Z) sin conocimiento del pasado, por a-históricos, y, por ende, sin avizoramiento del futuro y sí mucha opacidad sobre el porvenir y por la misma razón. El hombre es un compuesto de pasado, presente y futuro. El “presentismo” acorta la visión, la desfigura y lleva al inmediatismo de, por ejemplo, el movimientismo en asociaciones políticas sin futuro, salvo dentro del garaje. Poujadismo y Chalecos Amarillos son movimientos flor de un día, productos del emotivismo y carencia de un ideario globalizador de los grandes temas sociales, espirituales, filosóficos y, por qué no, de utopías. ¿Será igual la especie de poujadismo que se está formando entre los pequeños comerciantes, tenderos, oficios y similares del “petit peuple” de Bogotá, Cali y algunas otras ciudades colombianas?
-El proyecto
Se emparenta con la ideología racionalista, por el hecho de tener como base un razonamiento. Igualmente lo está con el mito al tener como propósito provocar en el futuro una transformación fundamental. El mito es también un aspecto o una forma más de la ideología. El concepto de “proyecto” podemos encontrarlo parcialmente en la filosofía de Heidegger y aun mucho más en la ética de Kierkegaard. Un proyecto manifiesta cierta inquietud por componer la vida, por soñarla de otra manera. Políticamente, un proyecto es aquello que un partido o movimiento se ha propuesto hacer. El proyecto se aleja del “programa”, por ser este mucho más corto e informativo. El proyecto enfoca el porvenir no como una situación de tipo personal, sino como una verdadera prospectiva social. Un proyecto es casi siempre futurista. Pero, como en las películas de “No nacimos pa' semilla” o “Rodrigo D: No futuro”, los jóvenes de hoy en día se perciben sin anticipación del futuro, sin prospectiva de vida, sin seguridad social o pensional... Ahora bien, ¿qué decir de la carencia de “programas” serios, realizables y con visión de mundo de los partidos?
- La vulgata
Es la ideología en su forma más simple a fin de poder facilitar el acceso a ella de un público mucho más extenso. La vulgata, afirma Jean Touchard, es una doctrina que se populariza alcanzando forma piramidal donde en la “cima” se sitúan los fundadores y los doctrinantes, en la “base” se encuentran los adherentes y los simpatizantes, y en los “flancos” los elegidos, los publicistas y los militantes que animan el respectivo movimiento. La vulgata gana en extensión lo que pierde en profundidad. El problema es que la vulgata reemplaza el programa y hace caer en el eslogan, en la consigna y en la acción por la acción. La acción directa y el acto gratuito, dos sinrazones de la falta de políticas de largo alcance y sintetizadoras de la realidad social, cultural y económica de un país (Marcel Prélot. Histoire des idées politiques, 4 éd. Paris, Dalloz, 1970).
Tecnocracia versus ideologías
Las ideologías son muchas y las “grandes” estarán siempre presentes con sus maestros creadores. Prueba de ello es, afirma Prélot, el aumento en las ventas de libros de y sobre política al alcance de los bolsillos tal vez por ser ellas algo inherente al hombre que, pese a ser del pasado, animan y continuarán animando el presente. De esta manera, la tecnocracia por mucho que se esfuerce no podrá nunca suprimir el contenido de la ideología si se tiene en cuenta que ella no produce, no suscita, no concita un impulso, una pasión creadora o movilizadora. El técnico cuando logra alcanzar el poder cesa de serlo porque no hay acción gubernamental que no tenga que optar, que escoger y la técnica no puede por sí sola determinar una opción cualquiera. Siempre quedarán presentes en los asuntos de gobierno las grandes opciones morales y políticas, el sueño abstracto, el sentido de lo metafísico y hasta el vuelo sobre lo cotidiano siempre quedarán o estarán presentes en las ideologías así Andrés Oppenheimer pida que sean superadas por el pragmatismo expresado en en el billete de dos En tanto piensen, los hombres serán ideólogos; en tanto aspiren a superar la cruda realidad, los hombres harán ideologías; sin el sueño, la realidad aplasta, somete, emascula. Por una idea son capaces de morir los hombres, más que por un pan. Las ideologías no mueren, se esfuman, se difuminan y se colorean, se van y vuelven, siempre procuran movilizar, invitar a la acción, a la lucha, el enfrentamiento, el cambio y la permanencia. En fin, no se van, así quienes las ponen en marcha no sepan de dónde vienen ni hacia dónde los puedan conducir. Tal parece ser el caso de algunos de los marchantes latinoamericanos del momento actual que muestran grafitis, pancartas y eslóganes que van en un sentido u otro y a veces contradictorios —no por pluralismo ideológico—, sino el puro emotivismo de la “acción directa”, la violencia gratuita o la fiesta del Quartier Latin (Roger-Gérard Schwartzenberg. Sociologie politique-Paris, Montchrestien, 5ª. éd. 1998).
La ideología liberal como escuela de formación del ciudadano
Las ideologías embriagan, motivan, movilizan, exaltan, conmueven, enloquecen, salvan, estimulan, fatigan, ensueñan, enfurecen, duermen, liberan, llevan al abismo, encandilan, ilusionan, decepcionan, dan apatía, dan esperanzas, etc. Por encima del prejuicio marxista, existen. No son “ciencia”, pero se les puede estudiar científicamente y esta debe ser una de las principales tareas que se deben imponer los ciudadano, o, por lo menos, aquellos que pretendan “movilizar” valiéndose de ellas; en consecuencia, deben analizarlas, estudiarlas y, sobre todo, comprenderlas, pero, sin renunciar, claro está, a comprometerse con lo más valioso que tenga aquella que adopte como suya. En mi caso muy personal el ideal que me guía es la democracia. Pero, no la democracia autoritaria, esa que es fruto o resultado del Estado autoritario y que ve en el “otro” solo el dipolo amigo-enemigo sino, es mi apuesta, con la democracia liberal, doctrina que ve en el adversario que nos disputa el poder alguien que puede convertirse en alternativa de gobierno y, por ende, alguien con capacidad de ser el eventual gobernante de mañana. La doctrina de la democracia liberal es el ideario que se interesa en el ciudadano para estimular en él un fermento de vocación cívica, es escuela de formación de ciudadanos en libertad, es doctrina que cree en una ciencia liberadora, en una solidaridad que salva o redime a los hombres, en un trabajo que libera al individuo y no en uno que lo aliene; finalmente, es una doctrina que lucha por un Estado que no aplaste a la nación sino, todo lo contrario, que le ofrezca al pueblo un ágora permanente donde se exprese libremente: el Estado democrático y “abierto” al espíritu, al ascenso de las clases, a la expresión de las tendencias, las opiniones, a la democracia representativa y los complementos de democracia semidirecta, con respeto a la alternabilidad en el poder que permite que se dé al interior de la sociedad un determinado consenso o aceptación voluntaria de una base política que sea común a todos; es decir, que por su intermedio y obra se den las reglas constitucionales fundamentales. Cuando se cae en la apatía ciudadana hacia estas reglas y en el irrespeto de los consensos fundamentales, se producen fenómenos de desideologización que conducen a la política de los caudillos primarios, rústicos e infantilizadores de los gobernados. Colombia, con solo un caudillo, un golpe de estado y una sola dictadura en el siglo XX, no puede caer en algo tan ajeno a su ser nacional e histórico como lo es el caudillismo que pululó hasta hace poco en Centro y Sudamérica; sin embargo, la latencia de dos en ciernes en nuestro país debe ser detenida a tiempo en un acto ciudadano de valor pacífico y democrático.
Desideologización y despolitización males contemporáneos
La de “desideologización” es una noción vecina de la de “despolitización”, sin ir tan lejos. En la primera, la noción de lo político permanece como categoría autónoma y válida, pero deja de estar dominada por una ideología, por un conjunto de ideas que formen un sistema que al estar unidas expresen una filosofía confesa o latente que sistematice hechos, interpretaciones, deseos, y previsiones. Para Raymond Aron, teórico de la desideologización, las ideologías pierden cada vez más influencia sobre la opinión y son cada vez más reemplazadas por una “despolitización” de las masas y por una “personalización del poder” que son el resultado de los avances técnicos y las reivindicaciones puntuales del día a día. Desde esta óptica, establece Aron algunas constataciones: la técnica reduce considerablemente el campo de acción de las ideologías (i); la instrucción creciente de las masas ciudadanas hace a los hombres mucho más conscientes de la relatividad de las ideologías, luego el sectarismo se hace difícil o, peor, ridículo (ii); la igualación o nivelación en las condiciones sociales entre los hombres (iii); y el suavizamiento si no la desaparición de las antiguas desigualdades en los medios de que disponen los seres humanos para realizarse, que hacen que las ideologías del pasado jueguen hoy en día un rol mucho más reducido que antaño (iv); las ideologías liberales, las socialistas, las conservadoras y las marxistas, remata Aron (en los años sesenta), son de origen europeo lo que hace que hoy en día se vean rechazadas por un Tercer Mundo que adquiere mayor presencia en las relaciones internacionales (v). Entonces, Aron pregona la necesidad de apagar los fanatismos asumiendo la posición de Napoleón contra los “Ideólogos” de su época a quienes consideraba y acusaba de “utópicos” de manera fuertemente peyorativa, y erróneamente, por lo demás, en mi concepto.
Sin embargo, Jean Meynaud, en un “coloquio” realizado sobre el tema de la desideologización en los años de 1960, presentaba varios casos de ideologías todavía en pugna: la reivindicación de independencia de los pueblos colonizados, el conflicto ideológico y político entre el este y el oeste, la querella lingüística entre los belgas, los nacionalismos internos (hoy peligrosamente resurgidos), el cepalismo frente al neoliberalismo, etc. Sin embargo, las revueltas un tanto planetarias de mayo de 1968 hicieron resurgir viejas ideologías, nuevas iconografías y nuevos eslogan como si se tratase de hacer creer que no se aceptaba el indoctrinamiento, la retórica y la elocuencia de los viejos discursos. Empero, las ideologías adquieren otras formas y otros ropajes, y también lo es el hecho evidente de que ellas perduran. Durabilidad que es demostrada por la historia de la Ideología, vista a través de la historia de las Ideas: Napoleón despreciaba a los ideólogos y sus fantasías, Marx consideraba que las ideologías solo sirven para ocultar un interés de clase, hacer de la superestructura una vana utopía. Ambos hicieron carrera en su crítica, porque su desprecio se manifiesta hoy en día a través de la opinión común que se tiene sobre ellas como la de ser algo que produce desconfianza, desfavor, agrias polémicas, vana ensoñación, simples instrumentos o medios de acción utilizados para estimular nacionalismos extremos, o para adoptar etéreas poses de intelectuales vacuos y alejados de la realidad. De esta posición peyorativa, descalificante y peligrosa, se valen los nuevos “mesías” del subdesarrollo para infantilizar a sus pueblos, para abusar de ellos con falsas promesas, más imágenes y balcón que realizaciones, más paternalismo de Estado que educación ciudadana para la liberación de las conciencias y la libre opción de programas democráticos, elecciones no trucadas, persecución y exilio de líderes opositores, masacres y desplazamientos de poblaciones, grupos étnicos, minorías culturales. En fin, son posiciones que desconocen el respeto al “otro” y sus opciones.
¿Pero cómo no aceptar hoy en día el ideario democrático y el rechazo de las ideologías dictatoriales? ¿cómo no aceptar las ideologías que defienden el ideario democrático, las libertades públicas, el principio pluralista, un proyecto intelectual digno y un sistema de ideas que expliquen la sociedad y el mundo de forma coherente y racional?. Mas, no sin dejar de constatar que la ideología o las ideología son perdurables, que la despolitización es otra forma de politización y que la desideologización es una simple ilusión por ser una negación de la hominidad y del intento hecho por el hombre de darse una explicación del mundo y la sociedad, al igual que una moral y es esta, precisamente, la regla que debe guiar al ciudadano en no admitir que la despolitización de las masas conduzca la sociedad a una personalización del poder. Ser ácratas, libertarios, frente a cualquier poder abusador. Ciertamente, ¿cómo ya en 2020, aguantarse una dictadura, un líder castrador y ladrón, una carnetización que doblega, unos grupos motorizados de choque que golpean, insultan y asesinan a los opositores o producen "positivos" de ocasión, de mentira y con deshonra del uniforme?
En tanto piensen, los hombre serán ideólogos. En tanto aspiren a superar la cruda realidad, harán ideologías. Sin el sueño o la utopía la realidad los aplastará, someterá o castrará. Esto es así porque el hombre en su naturaleza es a la vez, ideal y realidad. Realidad que debe ser pensada y construida mediante un ideal democrático que procure modificar las condiciones de existencia de los pueblos en lo atinente al procedimiento colectivo de la conformación del poder, para aumentar el grado de participación democrática.
Queda muy claro que las ideologías deben fundarse sobre un sistema democrático de valores que los jóvenes, marchantes o no, deben proteger sin dejarse marear por supuestos líderes pagados por dineros "oscuros" en los propósitos y “sucios” por la procedencia; que sus rebotes y revueltas sean por algo superior, equitativo, pacífico, por un proyecto de vida liberador de servidumbres humillantes y alienantes, del pelambre que sean. No basta que su revolución sea íntima y personal, existencial, mágica o chamánica; la revolución de los jóvenes debe, tiene que ser, democrática y, esencialmente “política” porque no basta reivindicar salarios ni vivir para solo "ahorrar". Es necesario, además, vivir para ser, para crear, para amar y no solo para hacerle el juego a manipuladores que no desvelan sus reales intenciones de ponerse ellos mismos a sueldo y ponerlos a ustedes por igual al servicio de aquellos que se enriquecen con la destrucción del medio ambiente, la producción y venta de sustancias que alienan la capacidad del razonamiento crítico. Es decir, del ser libres.