Resulta cómico en toda su dimensión el tema de los ex, haciendo relación de aquellas exparejas sentimentales que procrearon un hijo a través de comunidad de vida o matrimonio y que terminaron vinculados en una relación de padres, luego de su separación.
Es de asumir que, en Colombia, una vez surge una separación entre una pareja ligada por un hijo, sus integrantes en un alto porcentaje no acuden a terapias psicológicas con profesionales, que ayuden a superar la ruptura sentimental y los hagan reflexionar acerca de la continuidad en la relación como padres de familia frente a sus hijos.
En consecuencia, la tusa la pasamos con alcohol o con violencia, convirtiendo la relación de padres en una batalla campal, donde los grandes damnificados resultan ser los hijos, que terminan convirtiéndose en escudos humanos de los constantes enfrentamientos entre los padres separados.
Estos ex transitan en unas etapas luego de su separación; que inicia con la etapa de la injuria y la calumnia del uno hacia el otro. Es un irrespeto constante y enfrentamientos groseros que generan un ambiente de violencia desbordada. Muchas veces terminan en denuncias por Violencia Intrafamiliar o agresiones físicas no denunciadas por temor hacia su ex.
Luego continúa la etapa de la restricción, esta es la que aplica el ex que se encuentra al cuidado del niño, niña o adolescente, quien restringe de forma arbitraria el derecho del progenitor de compartir con su hijo o inversamente. Más allá encontramos otra etapa que la he llamado complejo del reemplazo, esto es cuando el ex alimentante, quiere compartir con el niño, niña o adolescente junto con su pareja sentimental algún tiempo o alguna salida y el ex cuidador o custodio le forma el reproche, porque no acepta que su hijo comparta con la compañera sentimental de su ex.
Ahora bien, analizábamos en complejo del reemplazo, pero también existe el complejo del inquisidor, lo he llamado así; por ser aquella acción ejercida por parte del ex, alimentante, cuando señala o acusa a la ex, cuidadora del niño, niña o adolescente, por ser negligente en el cuidado y la atención debida hacia su responsabilidad de madre. Este complejo del inquisidor suele agravarse en muchas circunstancias en un alto porcentaje evidenciado desde mi óptica profesional, cuando adquiere la madre un nuevo compromiso sentimental con un tercero, que genera un colapso en la tranquilidad del ex, que se sume en una constante persecución delirante y obsesiva hacia la madre, endilgando cualquier situación para demostrar la inconveniencia de su nueva relación.
Se convierte el progenitor en un padre atento y vigilante de cualquier situación de negligencia asumida por la ex para propiciar las denuncias en los distintos escenarios. Lo mismo sucede con la progenitora frente al padre, comienza en asumir una actitud de preocupación por la carencia de afectividad por parte del progenitor, que se distancia en lo afectivo por la carencia de contacto, tratando de evitar acercamiento con su ex, que solo asume su obligación económica de la cuota de alimentos.
La mayoría de estos niños terminan siendo víctimas de alienación parental (hablar mal a sus hijos de su expareja). La corte ha puesto ya un ultimátum a estos padres que ejercen este tipo de violencia psicológica hacia sus hijos. La relación de padres debe ser independiente al plano afectivo que terminó disolviendo su relación de pareja. Se debe concertar como personas maduras y responsables hacia la crianza de sus hijos, más allá de sus nuevos compromisos amorosos y proyectos.