La verdad, verdad, es que me cuesta creerlo. Y sin embargo estuvo ante mis ojos y el de millones de colombianos y del mundo: el expresidente Uribe estaba defendiendo, él mismo, al recientemente posesionado ministro de Hacienda de graves acusaciones, alguna de ellas suficiente por sí misma para destituirlo.
El expresidente, nada menos, y ahora senador había estado oyendo que el ministro Carrasquilla se había embolsillado de manera non sancta algo así como cinco mil millones de pesos provenientes de unos bonos generados tras una ley que supuestamente él mismo impulsó y, sin embargo, iba adarga adelante con su defensa a tumba perdida, como un alud de supuesta tranquilidad inmarcesible.
Pero, ¿allí se apoyan mi alarma y mis ojos desorbitados e incrédulos? No. Había más. En la escena hubo una suficiente camada de senadores de su propia cauda silenciosos y contritos al acecho. En las escenas de la selva son las leonas las que llevan a enseñarles la caza a sus leoncillos: allá lejos puede estar la hiena o la gacela, las virtuales presas. Si ella se agazapa, ellos se coluden, si ella alza orejas, ellos las aguzan reflejas y automáticas; en cambio acá, el jefe de la manada, un macho alfa, había asumido toda aquella defensa inverosímil y patética, cuando ya el terreno estaba desolado.
Entonces, ¿por qué se exponía tanto a la potencial vindicta pública como si no hubiera ramas protectoras en el descampado del hemiciclo?, ¿qué era lo que se jugaba tan importante que aquella camada se hizo a un lado, casi con pañuelos en los ojos? Quizás la pregunta más inquietantes sería: ¿por qué resultaban tan ineptos, si eran mucho más que simples cachorros?
Parte de esas preguntas no tienen respuesta sencilla, ni siquiera transparente.
Es posible que lo más claro de ese debate sea no lo que ocurrió sobre Carrasquilla sino lo que sucedió sobre el andamiaje de la estructura caudillista de marras que nos tiene aterrados. Y no solo de ella. Claro estuvo que lo que dijeron las otras estructuras políticas al interior del congreso fue subsumido, agrietado, marchitado por la presencia del caudillo, entonces surge la pregunta: ¿por qué lo dejaron todos que se automasacrara impunemente? ¡Y es que no salió indemne!
Lo que digo es lo siguiente y quisiera ser grandilocuente: si realmente el senador Uribe es una cifra moral de los colombianos, no será que debiera reservarse para escenarios donde esa aureola brille con mayor fulgor, en vez de desgastarse casi que puerilmente en un debate intrascendente y en problemas de plaza de mercado. ¿Cómo se contesta esta inquina?
La clave está en que él mismo quedara convencido de que nadie más podía salvar a Carrasquilla si el no exponía su pecho alfa, pues nadie más dentro de su cauda tiene el espectro moral suficiente para hacerlo siendo que, definitivamente, no se deben a sí mismos. Y esto es absolutamente insoportable para la conciencia política de Colombia y del mundo.
Entonces, si así es toda la cauda, ¿cómo puede decirse que quien está de presidente no es un presidente títere si apenas está recién destetado y ha estado haciendo parte de la misma cauda y camada?
Y es que esto clama al bochorno.
Si, siguiendo a A. Einstein, ideáramos un experimento mental y por un instante figuráramos que pudiera emprenderse una investigación tipo FBI, solicitada por el senado que concluyera en la punidad del ministro Carrasquilla, cómo quedaría zaherida, relamida, la integridad moral de un líder que quizás necesitan, al menos, diez millones de colombianos.
Hace algún tiempo en la política de izquierda colombiana hubo un momento en que las fuerzas se dividieron entre los que apoyaban la lucha armada y los que siguiendo los dictados del Moscú revisionista de entonces planteaban formas parlamentarias o, por lo menos, la combinación de las formas de lucha. Estos fueron llamados mamertos. ¿Cómo se han de llamar ahora a quienes sin mover un solo dedo no solo dejan al descubierto a su líder, tampoco son aptos para poner la cara, ni dar un debate siquiera para defender a un ministro?, ¿es que acaso los argumentos expuestos por Uribe no podían sonar lo mismo de altaneros y desafiantes en otras voces de su cauda? ¿Cómo llamar a esos que carecen de entereza?
Propongo que esa cauda se llame mementos, una especie de engendros sin mente, inspiradores de memes virales, o que aparecen en las mejores películas de zombies, tipo Walking Dead. También pueden apellidarse memertos como homenaje a una subespecie de los mamertos ya extinguida, o sea mamertos memes, que no se atreven a ir a la guerra, ni siquiera a los encontronazos fáciles de plaza de mercado que se resuelven casi siempre con palabritas o palabrotas.
Es obvio que de aquí de este entresijo derivan consecuencias y comprensiones. Por ejemplo, aquel intento del senador de dejar su curul cuando se conoció lo de las potenciales, y aparentemente indefensables, acusaciones en la Corte Suprema de Justicia. Él quiso irse del recinto. Se supo que el pavor cundió y se generó un tsunami. Se supo que se multiplicaron las mediaciones. ¿Hay en el fondo un estalinismo de gran potencia de adoración de la personalidad?
Y ahora se sabe por qué. Es decir, ello pudo colegirse con kilómetros de anticipación, pero nunca jamás se hizo tan ostensible y evidente. Presencial e insoslayable. Otro experimento mental proponemos, ¿qué hubiera sido de la suerte del ministro Carrasquilla si aquella cauda, expuesta por el eventual abandono de su líder, ya no tenía más pechos alfa para su imposible defensa?
¿Quién puede dar un céntimo por la necesaria independencia pública, no privada, del ministro Carrasquilla después de quedar tan endeudado?
Y todo este asunto sí que es grave.
Y para muestra el botón que nos ha estado ofreciendo el espectáculo de la senadora Paloma Valencia. Para aquellos que conocimos el verbo y la profundidad dialéctica de Álvaro Pío Valencia en la Universidad del Cauca cuando aquella lúcida etapa de sus movimientos estudiantiles, estamos quedando poco menos que estupefactos. Como un anticipo copio de lo aparecido en Semana: “No es frecuente que un proyecto originado en la bancada de gobierno sea descalificado de forma tan tempranera como ha sucedido en las horas posteriores a la radicación del texto”, apoyado con presencia por el propio Uribe, pero luego denostado por el mismo. ¡Eso da para el suicidio!
Y razón podría tener Uribe para exponerse, qué entereza puede haber en este pespunte que ofrecemos, ya que la senadora Valencia había estado sosteniendo que daba sus debates de frente. Quizás para medirle el aceite el reportero va y le pregunta: ¿No resulta complicado este momento político para presentar la propuesta, cuando la Corte Suprema investiga al expresidente Uribe?
Y qué contesta Paloma: “Que todo el mundo esté de acuerdo quiere decir que usted no está proponiendo nada nuevo ni de fondo. Cuando hay ideas que generan un cambio hay contradictores, pero de eso se trata la política. Este proyecto lo radiqué, muy parecido, pero con el famoso tribunal de aforados, que, entre otras, me lo tomó el Gobierno en el proyecto de Equilibrio de Poderes, pero muy desmejorado, pues los magistrados que juzgarán magistrados vienen de la propia justicia. Me preocupa que en el país no haya justicia”.
Mejor dicho, el reportero la frenteó, a ver si de verdad frenteaba, si era hembra alfa, y ella salió con un chorro de babas. Ella, indudablemente no hubiera podido defender jamás a Carrasquilla.
Y así de estos ejemplos se plagará el país de ahora en adelante y pongamos atención pues nos puede meter en un lío internacional terrible tanta ineptitud. Proyectos mementos y memertos a tutiplén.
Entonces, debemos revisar qué es lo que ha estado sucediendo: la dilapidación de una hipotética reserva moral de diez millones de votos colombianos. Y que no nos digan que no podemos inmiscuirnos, aun sin ser miembros de su cauda.
Después de todo lo anterior, es falso que tal agrupación política únicamente pertenezca solo al ámbito de interés de los miembros de ese partido político. Incluso ahora que otros se han sumado provenientes de la U, estarían en igual situación para disputar quién aguza como líder sucesor o alterno. Ese partido es una construcción social de la política colombiana y cualquiera está en la obligación moral y política de debatir qué pasa en su interior y quienes son los que sacrifican sin misericordia a su líder. Si Uribe no es corrupto, el pueblo colombiano debe quitárselo a los memertos, y si es corrupto debe dejárselo a los mementos.
Notas: La primera cita proviene de Semana; la segunda de El Espectador “Yo las peleas las doy de frente, Paloma Valencia, firmado por Alfredo Molano y Germán Gómez Polo. La palabra mamerto todavía no hace parte del DRAE, lo cual nos habla de su atraso lexicográfico.