Repulsivo es el rasgo esencial de todo lo que agreda y perturbe ofensivamente. No tiene que tratarse de violencia física, aunque esta constituye una de sus dimensiones más siniestras. La repugnancia de lo repulsivo se incrementa cuando invade el ámbito de la responsabilidad ética e histórica sin importar quién sea su protagonista: individuos, instituciones, estados, o incluso, sociedades enteras.
Desde hace algún tiempo viene ondeando en lo más alto de la cima de nuestro país la pestilente bandera de lo repulsivo. Sigue siendo amarillo, azul y rojo; reluce, está limpia, parece recién lavada y planchada; no es necesario invertirla para que llame la atención sobre alguna anomalía: eso es simbología retórica barata. Lo que identifica su fealdad es que iza su valor heráldico sobre el cementerio físico y moral en que se ha transformado Colombia. Ilustro lo dicho con una imagen que puede ser perturbadora: una estatua de Luis Fernando Garavito en el patio de un jardín infantil. Así es hoy nuestra bandera.
¿Qué es lo que repugna hasta la regurgitación en la Colombia contemporánea? ¿Lo que entroniza lo repulsivo como un componente pandémico (palabra de moda) de sus instituciones? No voy a empantanarme con alguna especulación de tono magistral. Bastan unos pocos ejemplos, muy concretos, no sin antes aclarar que afortunadamente miles, por no decir millones de personas, especialmente los jóvenes, rechazan y se indignan ante lo repulsivo.
Es repulsivo que mientras la extrema derecha se muere de la risa, la oposición, por no decir la izquierda, que ni siquiera llega a ser demócrata de verdad, se enzarce en riñas de rastacueros. Helos ahí: Petros, Bolívares, López, etcétera. Mientras eso ocurre, el poder de las tinieblas fortalece sus cimientos.
Es repulsivo que la mayoría de la población siga creyendo que los mal llamados padres de la patria, los congresistas (salvo poquísimas excepciones), legislen algún día contra ellos mismos. Por ejemplo, sacando adelante una reforma política profunda y eficaz que renueve el Congreso y acabe con la corrupción. Sería como pedirle a Gustavo Malo que sancione a Francisco Javier Ricaurte. Segundo ejemplo, haciendo una reforma rural que entregue la tierra a quien la trabaja: a los campesinos. Impensable: ¿acaso no son los “padres de la patria” los mayores terratenientes del país? Algunos de ellos tienen fincas más extensas que el Principado de Mónaco, que Montecarlo, o que el Vaticano.
Un ejemplo más: llevar a cabo una reforma económica que redistribuya la riqueza, genere empleo, oportunidades, y por ello disminuya los índices de pobreza y miseria de millones de ciudadanos. Lo peor es que se trata de simples reformas; ni siquiera de un cambio “radical”, para usar la palabra de los liberales de armas tomar decimonónicos. Pero lo más repulsivo de lo repulsivo de este ejemplo es que los votantes siguen apoyando a sus verdugos siempre que hay elecciones. ¿Ocurrirá lo mismo en 2022?
Es repulsivo que una ineficiencia administrativa con nombre propio (Ministerio de las TIC) provoque la pérdida de ¡setenta mil millones! de “dineros públicos”, (pertenece al público, a la ciudadanía) y que la responsabilidad se diluya en una laberinto de remisiones impunes. Yo no sé cómo se escribe “setenta mil millones” en números. Así ocurrió con Reficar (mil veces Abudinen); con Odebrecht, allende Reficar. Por mencionar solo dos repulsivos casos recientes.
Es repulsivo que hayan archivado la investigación contra el exfiscal Néstor Humberto Martínez por el escándalo de Odebrecht. Para algo se es fiscal.
Es repulsivo que el delegado de la Fiscalía Gabriel Jaimes diga a voz en cuello que no existen pruebas de que Álvaro Uribe hubiera cometido algún delito. ¿No han notado el parecido físico entre Gabrie y Teodolindo Avendaño?
Es repulsivo que los “padres de la patria”, contra quienes no vale la pena gastar ni un perdigón, se protejan con vehículos Mercedes Benz de última generación, con blindaje diez, mientras líderes sociales, reclamantes de tierra y defensores del medioambiente son masacrados desde la impunidad más repulsiva por ejércitos privados y oficiales de sicarios. ¿Por qué son tan peligrosos para la aviación, la armada, los tanques de guerra, y los ejércitos de todo un Estado estos humildes líderes comunales? ¿Tan frágil es el poder de las instituciones que representan un peligro mortal que debe ser eliminado?
Es repulsivo que quienes durante más de medio siglo combatieron contra un Estado criminal, ahora se sienten a manteles con sus representantes, y doblemente repulsivo que pretendan tranquilizar sus conciencias con pedidos de perdón, mientras lo esencial: “La verdad, la justicia y la reparación” se diluyen en justificaciones, mentirillas y solapamientos de la verdad, y triplemente repulsivo que empiecen a recorrer los caminos de politiquería y connivencia con la inmoralidad que caracterizan a sus antiguos enemigos. Por sus obras los conoceréis.
Es particularmente repulsiva la complicidad de muchos intelectuales, entre los que hay escritores, artistas plásticos, economistas, historiadores, pensadores, cantantes, que poseyendo conciencia clara de los crímenes, de la injusticia social y económica, de la violencia en ascenso ejercida por los poderosos contra los débiles y desamparados, guardan un silencio vergonzante porque en algún momento pusieron su inteligencia al servicio del poder de turno a cambio de jugosos estipendios (burocráticos, por ejemplo), que los obligan a la distinguida mudez vegetativa con que parasitan en sus lofts climatizados. Como sus alter egos anteriores, también ellos son reconocibles por sus obras.
Es repulsivo que los ricos y poderosos vivan en mansiones, condominios, incluso barrios enteros que son fortalezas escandalosamente opulentas, mientras que los cordones de miseria y tugurios, verdaderos guetos de la muerte, se multiplican e incrementan su población con miles de nuevas víctimas de la violencia. Todos esos desplazados eran felices en el campo, les bastaban unas pocas hectáreas de tierra, unas matas de plátano, algunas vacas, cerdos y gallinas para vivir dignamente con sus familias. Pero ni siquiera eso les quedó. Los dueños del país quieren todo para ellos. No está lejos el día en que empiecen a cobrar impuesto por respirar el aire de “la patria”.
¡Basta de tanto repulsivo indignante! Como dijo cierto personaje cuyo nombre no repetiré, ‘ojo con el 2022’. Los jóvenes tienen ese ‘ojo’. Y también la palabra.