Los periodistas de los telenoticieros colombianos siguen mostrando los videos de los efectos “vandálicos” que, según las autoridades, grupos de infiltrados en las marchas del miércoles y jueves produjeron: desmanes, confrontación con la policía, ataque a infraestructura pública y privada como quemar buses, atentar contra bancos y hasta tirar de su nicho la estatua del conquistador Belalcázar, símbolo histórico de la colonización española y del etnocidio de los pueblos americanos. Restando estos incidentes “vergonzosos” las marchas del paro fueron pacíficas y hasta llenas de creatividad, como ha sucedido y se espera que sean las marchas en la Colombia de Uribe y sus muy cuestionados socios de partido.
Se entiende que los colegas reporteros, los empresarios, los políticos del gobierno y ciertas “personas” de bien, como el alcalde de Cali, que prefieran una marcha pacífica y que los “violentos” se limiten a tirar sparkies o pétalos de flores. Tal es la ingenuidad o la ignorancia sobre lo que está pasando en nuestro sufrido país.
Colombia es una bomba social, una especie de volcán a punto de explotar y que vierte su lava por las fisuras que le dejan las condiciones existentes. Los “vándalos” protagonizan esa Colombia que arde por debajo de la línea de pobreza absoluta y que este gobierno de Uribe, en cabeza de Iván Duque y sus ministros neoliberales han profundizado y quieren seguir profundizando más con su reforma tributaria.
Pero la reforma no es todo por lo que reclama esa Colombia desplazada y atropellada por el estado. Este gobierno y su partido se impusieron la tarea de acabar con el acuerdo de paz firmado en La Habana y Bogotá y a juzgar por el número de masacres, líderes sociales y desmovilizados asesinados, lo están logrando. Así están acabando una posibilidad de tener paz en esta malograda nación.
El otro problema es el mal manejo que este gobierno le ha dado a la pandemia. Confirmando que este es otro gobierno para favorecer a los ricos del país, Duque le entregó miles de millones de pesos a la banca nacional para apoyar la economía y estos bancos le prestaron esa plata a sus amigos empresarios, dejando a los medianos y pequeños empresarios expuestos a la quiebra y al cierre de sus negocios, pese a que Duque les prometió que la plata era para ellos. Eso explica que mientras la mayor parte de los colombianos se hundía en la pobreza, los bancos registraran ganancias millonarias en un el año recepción económica como fue el 2020.
Muchos de esos jóvenes que expresaron su mensaje violento pueden ser parte de las familias que, según el Dane, dejaron de comer tres veces al día. Ya se sabía antes de la pandemia que la nuestra es una sociedad altamente inequitativa gobernada por funcionarios que no saben cuánto cuesta un panal de huevos y creen que todos los colombianos son iguales, ni entienden los esfuerzos de la mayoría de las familias colombianas para proveerse lo mínimo para seguir existiendo de manera digna en este país, mientras que funcionarios, senadores, alcaldes y otros políticos son investigados y condenados por robarse miles de millones de pesos del presupuesto nacional, y cuando son atrapados o si los atrapan antes de irse para Miami o Panamá, los condenan a vivir lujosamente en casas oficiales o en clubes militares.
Los generales de la policía salen sacando pecho en los telenoticieros cuando logran desbaratar una banda de criminales que robaba celulares, bicicletas, autos, y hasta relojes y graneros, pero no se ve mucho criminal “de cuello blanco” mostrado y llevado encadenado a las prisiones de Colombia. Y hay quienes apuestan que más se roban estos criminales de cuello blanco que lo que destruyen los vándalos de las marchas
Para evitar esto la “sociedad” propone incrementar el número de policías y del ejército para controlar la delincuencia social. Esta es una estrategia inocua en una sociedad donde los ladrones están en el poder del estado y las empresas. ¿O es que uno de los principales banqueros de Colombia no está involucrado en el escándalo de Odebrech?, ¿y qué se dice del tema de Hidroituango?
El problema de Colombia es la desigualdad social y económica, desigualdad que se mantiene con violencia, y esa violencia se expresa, sale a la luz cuando tiene oportunidad. Entonces cuando los condenados a la miseria salen a robar y atacar los bienes públicos y privados también salen los medios de los ricos a cuestionar, pero cuando uno de eso ricos se involucra en negocios con paramilitares que asesinan, descuartizan, desplazan personas para robarles la tierra, ahí hasta se silencian.
La reforma tributaria no puede pasar por el senado porque si lo hace también van a pasar la reforma a la salud y la reforma de las pensiones, todo para cuadrar el presupuesto nacional que algún político de elite se robará mañana, en asocio con algún empresario y gobernante de turno.
Así que hay que esperar más marchas, y seguramente más desmanes, más violencia de vándalos, más destrucción, porque cuanto más suba la pobreza más subirá la rabia y, obvio, la violencia. Y no habrá tanta policía como soldados para detenerla. Así disparen a matar contrariando las leyes que protegen la protesta a nivel mundial. Ya hemos visto eso en otras sociedades, ya lo hemos visto en nuestra propia historia.
La elite colombiana debe aprender que no es con violencia que debe responder a las necesidades del pueblo colombiano, es simple la solución: usen el dinero de los impuestos que todos pagamos y mejoren la solución de las mayorías de la población colombiana; si no se los roban, si atrapan a los que se los roban, si recuperan lo robado y con eso mejoran la educación, la salud, la producción campesina, entre otros problemas, seguramente habrá marchas pacíficas y los “violentos” en vez de piedra tirarán sparkies y pétalos de flores.