De 'Las aguas mansas' a 'Pasión de gavilanes'

De 'Las aguas mansas' a 'Pasión de gavilanes'

De la gran obra de Julio Jiménez al popular remake, plagado de estridencia, situaciones absurdas y sobreactuaciones, hay mucho trecho

Por: Juliana Andrés Pastrana
octubre 07, 2020
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De 'Las aguas mansas' a 'Pasión de gavilanes'

Alrededor de dos meses tardé en ver, gracias a una buena samaritana que los colgó en YouTtube, los 125 capítulos que componen Las aguas mansas, una de las grandes obras de Julio Jiménez que fue emitida con discreto éxito a mediados de los noventas por la entonces Cadena Uno. A continuación, enumeraré lo que más me gustó y lo que menos me convenció de este melodrama que fue especialmente célebre en otras latitudes.

He de decir en primer lugar que este culebrón, a diferencia de su remake colombo-estadounidense plagado de estridencia, situaciones absurdas y sobreactuaciones, se caracteriza por su sobriedad, sus diálogos bien elaborados, la fidelidad con la que recrea la Bogotá de mediados del siglo pasado y una buena dosis de suspenso y misterio, sello característico del libretista.

El contexto político en el que se desarrolla la trama tiene una especial relevancia sobre todo al inicio de la obra. Los hermanos Reyes (Juan, Óscar, Franco y Libia) deben huir de San Luis, su tierra natal, luego del asalto a su casa y el asesinato de sus padres, acomodados hacendados de filiación liberal, cometidos por orden del alcalde y los gamonales de la región, todos conservadores. Por su parte, Sofía Elizondo, otra de las protagonistas del melodrama, debe enfrentar el trauma de haber sufrido una violación colectiva en medio de las revueltas tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Bernardo Elizondo, su padre, si bien es conservador, no vacila en rechazar, en diálogo con el padre Epifanio, los excesos y vejámenes que se cometen contra los liberales, mientras que el cura se refiere a estos últimos de ateos y comunistas.

Si bien conforme avanza la trama ese componente político va perdiendo intensidad, se siguen retratando de forma fiel las costumbres, prejuicios y creencias de aquella época, en especial el machismo recalcitrante y el nulo papel de la mujer, mismo que Jimena, otra de las protagonistas, se niega a interpretar, razón por la cual se rebela ante la autoridad de Óscar Reyes, su legítimo esposo, y al final opta por trabajar en un oficio poco bien visto para una dama de rancio abolengo como el de narradora de una radionovela.

En la última parte de la historia el trasfondo político recobra nuevamente relevancia con la aparición de Camilo Montero, un oportunista y mediocre abogado que a punta de falsos halagos y una imagen ficticia de profesional acaudalado con aspiraciones políticas embauca a Gabriela Acevedo, madre de Sofía y Jimena y enemiga acérrima de los hermanos Reyes, hasta convencerla de casarse con él. Con el tiempo se descubre que el señor Montero no solo es un farsante que, antes de unirse a Gabriela, había contraído nupcias con una vieja enferma de la cual solo heredó deudas que espera saldar con la fortuna de la madre de las Elizondo, sino que además fue el criminal que lideró la cuadrilla que saqueó la casa de los hermanos Reyes y asesino a sus padres.

La dosis de suspenso y misterio corre por cuenta de los hermanos Christian y Melissa Ferrer quienes llegan a esta historia para averiguar las circunstancias de la muerte de Maruja Errazuri, una anciana millonaria que se casa con Franco, el hermano menor de los reyes, le traspasa todos sus bienes y, una vez se percata de que su esposo la está envenenando a escondidas para matarla, le paga con la misma moneda y lo envenena a él también.

Por supuesto que también hay elementos de la trama que no me parecieron tan convincentes como la conversión de villano a "bueno" de Fernando Escandón o el hecho de que los hermanos Reyes y los hermanos Ferrer hayan terminado en buenos términos después de que Libardo, el mayordomo de Maruja Errazurri, explicará los pormenores de la muerte de la señora y su esposo Franco. ¿Acaso el oír que Franco había envenenado a su madre no era razón suficiente para que Cristhian y Melissa prosiguieran con su venganza bajo la sospecha de que Juan y Óscar Reyes hubieran apoyado a su hermano menor en la comisión de aquel delito? ¿Se justifica que Juan haya depuesto sus diferencias con los hermanos Ferrer a pesar de saber que uno de ellos intentó ni más ni menos que quemarlo vivo?

En fin, al margen de esos detalles, Las aguas mansas me entregó momentos de gran entretención y emoción viendo cómo quedaba al descubierto el plan de los Reyes para vengar la muerte de su hermana, cómo salían a la luz los secretos de la abnegada Eva y cómo Pepita, Valentina y hasta Quintina encontraban pistas para desentrañar los misterios en torno a Marujita Errazurri, sus dos hijos y su mayordomo Libardo. Ojalá algún día tenga la oportunidad de ver otros clásicos de Julio Jiménez como ¿Por qué mataron a Betty si era tan buena muchacha?, En Cuerpo Ajeno, El Segundo Enemigo y La Abuela, obras que en este momento se deben estar pudriendo en alguna bodega de Telemundo.

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