Desde la primaria recuerdo los preparativos para el 20 de julio. Si bien ese día es festivo, hasta donde sé y recuerdo, en los días anteriores estudiábamos lo que había sucedido en aquellas fechas y su importancia. Esto en el marco de la celebración de una izada de bandera, para la cual cada curso tenía que preparar una presentación alusiva a la gesta libertadora.
Recuerdo que aquella jornada de celebración terminaba con los niños que merecían izar la bandera. Se escogían los “mejores” de cada curso, bien sea por disciplina o por rendimiento académico o alguna cosa de esas. A los escogidos se les ponía una bandera pequeña en la camisa, a la altura del corazón y sujeta con un alfiler. Aquel trozo de tela le hacía a uno hinchar el pecho de orgullo y emoción.
Fue gracias a estas celebraciones que empecé a interesarme por aquella gesta magnífica que había dado la libertad e independencia a este continente. En este camino, me encontré con la vida y el pensamiento de los próceres, quienes levantaron con tal fuerza y valentía los propósitos de igualdad, libertad y justicia. Este proceso revolucionario libertador fue sin duda una gran hazaña que llevó mucho tiempo, dedicación y esfuerzo. Discusiones políticas interminables sobre el modelo a seguir, pero también, fuerza, resolución y mucha fraternidad. Siempre con un profundo deseo de progreso.
Leyendo vine a descubrir que los ideales que inspiraron aquel movimiento, que duró más de diez años, fueron liberales. La igualdad, la libertad y la fraternidad, estuvieron de la mano del estudio y el conocimiento, como elementos para combatir la ignorancia, el dogmatismo y los prejuicios. Descubrí también, que solo cultivando las virtudes conseguiríamos ser una nación, un pueblo y una patria de hombres libres y de buenas costumbres, capaces de vivir en paz. Tales ideales fueron la guía de aquel proceso histórico. Podemos citar a un gran número de altos dignatarios como Antonio Nariño, Simón Bolívar, Miranda, Santander, entre otros muchos a lo largo y ancho del continente que fueron guiados por aquellas luces
Una vez conseguida la independencia de la corona de España, esas ideas siguieron vivas a pesar de las dificultades. Poco a poco, fueron abriendo caminos para la construcción de la república. Se dice que aquel espíritu e ideal librepensador se situó en el Partido Liberal Colombiano y aunque en su inicio así fue, con el paso del tiempo eran más los que cedían a las pasiones humanas y olvidaban los ideales elevados de progreso de la humanidad.
Eran estas reflexiones sobre los valores que encarna aquella gesta lo que hacía hinchar de emoción, pasión y orgullo mi pecho, cuando izaba bandera en el colegio. Ahora, con el paso del tiempo todo tiene un color diferente. De aquellos ideales sublimes de la política tan solo quedan ruinas. Grupos de golfos amparados bajo nombres de partidos políticos, que solo buscan lucrarse.
La pasión y emoción por la república ha sido profanado y reducido a la excitación que produce una cerveza viendo a la selección de fútbol. El 20 de julio a un desfile grotesco de unas fuerzas militares decadentes y corruptas que no defienden a la población. Mientras tanto en la casa y la tienda de la esquina de cualquier barrio, se escucha vallenato a todo volumen y se beben ingentes cantidades de licor.
Cuando decidieron el nombre de Colombia, lo hicieron conmemorando a Cristóforo Colombo. Al recordar esto y al ver como hoy se asesinan líderes sociales y se destruye la república, viene a mi mente el poema de Rubén Darío, A Colón:
¡Desgraciado Almirante! Tu pobre América,
tu india virgen y hermosa de sangre cálida,
la perla de tus sueños es una histérica
de convulsivos nervios y frente pálida.
Un desastroso espíritu posee tu tierra:
donde la tribu unida blandió sus mazas,
hoy se enciende entre hermanos perpetua guerra,
se hieren y destrozan las mismas razas.
Al ídolo de piedra reemplaza ahora
el ídolo de carne que se entroniza,
y cada día alumbra la blanca aurora
en los campos fraternos sangre y ceniza.
Desdeñando a los reyes nos dimos leyes
al son de los cañones y los clarines,
y hoy al favor siniestro de negros reyes
fraternizan los Judas con los Caínes.
Bebiendo la esparcida savia francesa
con nuestra boca indígena semiespañola,
día a día cantamos la Marsellesa
para acabar danzando la Carmañola.
Las ambiciones pérfidas no tienen diques,
soñadas libertades yacen deshechas.
¡Eso no hicieron nunca nuestros caciques,
a quienes las montañas daban las flechas! .
Ellos eran soberbios, leales y francos,
ceñidas las cabezas de raras plumas;
¡ojalá hubieran sido los hombres blancos
como los Atahualpas y Moctezumas!
Cuando en vientres de América cayó semilla
de la raza de hierro que fue de España,
mezcló su fuerza heroica la gran Castilla
con la fuerza del indio de la montaña.
¡Pluguiera a Dios las aguas antes intactas
no reflejaran nunca las blancas velas;
ni vieran las estrellas estupefactas
arribar a la orilla tus carabelas!
Libre como las águilas, vieran los montes
pasar los aborígenes por los boscajes,
persiguiendo los pumas y los bisontes
con el dardo certero de sus carcajes.
Que más valiera el jefe rudo y bizarro
que el soldado que en fango sus glorias finca,
que ha hecho gemir al zipa bajo su carro
o temblar las heladas momias del Inca.
La cruz que nos llevaste padece mengua;
y tras encanalladas revoluciones,
la canalla escritora mancha la lengua
que escribieron Cervantes y Calderones.
Cristo va por las calles flaco y enclenque,
Barrabás tiene esclavos y charreteras,
y en las tierras de Chibcha, Cuzco y Palenque
han visto engalonadas a las panteras.
Duelos, espantos, guerras, fiebre constante
en nuestra senda ha puesto la suerte triste:
¡Cristóforo Colombo, pobre Almirante,
ruega a Dios por el mundo que descubriste!
En definitiva, debemos reconstruir la idea de la república. Para ello necesitamos un nuevo partido o un frente político liberal y progresista, que cambie para siempre la forma de hacer política.