El caricaturista Matador ha anunciado que no volverá a escribir en Twitter debido a los ataques violentos en su contra. No los deploro, como tampoco deploro los insultos a Héctor Abad o los insultos de toda laya proferidos a través de las diferentes redes hacia Gustavo Petro o Iván Duque. No lamento tampoco los insultos, amenazas que a diario se escriben en contra del senador Álvaro Uribe o de cualquier personaje. Basta ser público para convertirse en blanco. No los deploro ni los justifico tampoco porque lo que es verdaderamente deplorable y causa repugnancia es el germen de todas esas manifestaciones, el odio.
El odio con que cada uno de los opinadores ha escrito cada palabra, cada coma y hasta cada error de ortografía. Porque Twitter nos graduó de periodistas, de opinadores, de publicistas. Cualquiera puede difundir un hecho al instante en el que sucede, un video, una fotografía, cualquiera puede hacerle propaganda a lo que bien le parece, cualquiera puede emitir su opinión acerca de cualquier cosa, sepa o no del asunto. Podríamos así hablar de una democracia tuitera. Pero una gran mayoría ha sucumbido ante el poder del anonimato y la inmediatez de los medios de comunicación que son las redes sociales, porque no podemos negarlo, es evidente, que las redes sociales se han convertido en los medios de comunicación de hoy. Y como tal, el propósito está cumplido. Pero se ha confundido estar informado y conectado, opinar, publicitar y participar con estar en pie de guerra permanentemente. Quienes un día nos aventuramos en este nuevo aspecto de la tecnología buscando estar informados, asistimos a un triste y repugnante espectáculo, un campo de batalla cotidiano, en el cual las armas son 280 caracteres, que no parecen ser suficientes para contener el odio, la agresividad, la alevosía, con que se pretende infringir daño, satisfacer venganzas, anular al que piensa diferente.
Quienes así obran han tomado las redes como los escenarios donde depositan lo peor de sí, las han convertido en cloacas virtuales donde toda clase de basura es arrojada. Las afinidades y simpatías se han convertido en un pretexto para sacar de si lo más oscuro. Porque con el pretexto de hacer oír su ideas de izquierda, de derecha, o religiosas o de diferentes posturas acerca de cualquier tema, se saca lo peor que hay en el ser y se desahoga lo que en público y de frente no es correcto. Pero en el anonimato, detrás de un teclado, es diferente, porque no hay consecuencias. Sin embargo, la paz es un clamor general, pero ante los demás, no allí en lo privado donde se piensa que nadie nos ve.
Bienvenido es el debate, cualquiera sea el medio elegido para ello. En el fragor de la contienda electoral, bienvenido es el debate. Lo que cada candidato dice es importante para que el elector se dé una idea de quien es la persona en la cual depositará su confianza para que gobierne los destinos del país. Y válida es la opinión de cada cual, pero la que respete las diferencias, el ser.
El maestro de Galilea dijo que de la riqueza del corazón habla la boca. Hoy podemos decir, que de la riqueza del corazón habla el Twitter. ¿Qué hay pues en el corazón de esta sociedad? Basta con echar un vistazo, cada día a las redes, para sacar la conclusión.