En un mundo dominado por las ideas religiosas es comprensible el miedo a la muerte, pero a la muerte no hay que tenerle miedo, hay es que luchar hasta el final por la vida. Hay que luchar por prevenir la muerte y vencerla cada día más: lavándonos las manos, evitando salir de casa, etcétera. A la gente hay que enseñarle que la vida es un derecho.
En Colombia nos están educando para ver la muerte como hago natural, propia de la naturaleza humana. Así mismo, nos las enseña la religión, cuando dice que "la muerte es el pago del pecado". O "por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa". Como si usted o yo hubiéramos nacido con pecado. O fuéramos culpables de algo. Ni lo piensen, hay es que luchar desde las ciencias y desde la misma sociedad por reducirle el cerco a la muerte. La ciencia médica lo hace todos los días minuto a minuto, segundo a segundo. Y todo apunta a eternizar la vida aunque muchos no lo crean.
El gobierno está conduciéndonos cada día más, sin que nos demos cuenta, en una especie de espiral del silencio y del mundo de las satisfacciones, a un estado de comprensión del sacrificio eterno bajo el supuesto de que no se pare la economía y la gente no se quede sin trabajo y sin el sustento diario. Eso tiene mucho de falsedad, es un elemento distractor. Muchos estamos trabajando desde nuestras casas y otros exponen la vida saliendo a vivir del rebusque diario, a esos es que el gobierno debe ayudar, al igual que a las señoras que hoy se quedaron sin trabajo doméstico. Y no dándoles limosnas, es con proyectos coherentes con lo que ellos son. El gobierno está expidiendo decretos de emergencia económica para favorecer a la banca y a las grandes corporaciones y no a los pobres (y esto no es populismo, es realidad). A los pobres se les ayuda no con limosnas sino con proyectos de vida.
¿Entonces de qué pecado estamos hablando?, ¿y de qué tenemos que sentirnos culpables? Nuestros mejores médicos no pierden el tiempo encomendado el seguir en la vida a un supuesto "milagro". Nuestras mentes más brillantes en el mundo de la medicina no se resignan, no son derrotistas ni pesimistas, ni se quedan a la espera de “milagros”, ellos luchan hasta el final por salvarles la vida a sus pacientes, que puedes ser un familiar suyo o mío. Lo hacen hasta el punto de dar su propia vida.
Si algo enseña esta pandemia es que las religiones tendrán que reinventarse, como lo han hecho en forma oportunista en la historia de la humanidad, para que no queden como los trastos viejos que en la casa: nadie quiere deshacerse de ellos, pero tampoco se sabe dónde poner. Tendrán que venir nuevos dioses, reinventarse nuevas subjetividades. Nuevas culturas espirituales si quieren sobrevivir, porque las ciencias hace años dejó de depender de ellas. Ya el dios de la mayoría de las religiones no está en el cielo ni el diablo en el infierno, al menos muchos así lo entienden.
* Comunicador Social-Periodista, Mg en Educación, docente de la Universidad del Sinú del Sinú Elías-Bechara-Zainú.