Gustavo Petro ha manifestado su propósito de dejar en libertad a los integrantes de la denominada primera línea antes de Navidad. De acuerdo con el gobierno, no es un indulto o una amnistía, puesto que los procesos judiciales seguirán su curso. Desde donde lo veo, solo se está buscando una figura jurídica para sacar de la cárcel a los miembros de ese grupo y que sean “gestores de paz”. Esto tendría muchas dificultades para la totalidad de procesados, dado que algunos miembros del grupo de marras cometieron delitos de lesa humanidad durante el paro de 2021, los cuales no son indultables ni prescriben de acuerdo al Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional.
Y no se necesita hacer mucho esfuerzo para saber que durante el denominado “estallido social del 2021”, en Colombia se cometieron delitos atroces que están consagrados en el Estatuto de Roma y que fueron ejecutados por parte de miembros de la primera línea: tortura, asesinato y exterminio. Además, hubo ataques generalizados y sistemáticos en contra de la población civil que se realizaron con conocimiento. En vista de que en el 2021 no se vieron grandes movilizaciones como en 2019, el tal “estallido social” no existió, lo que pasó fue otra cosa.
El terror que sembró la primera línea en diferentes comunidades es lo que se conoce desde hace décadas en la jerga marxista como el trabajo de barrio. Cuando a una población no le llegan alimentos, medicinas y otros artículos de primera necesidad por los bloqueos que hay en las vías, necesariamente toca invocar al Estatuto de Roma en su artículo 7, que en su literal b afirma: “El exterminio comprenderá la imposición intencional de condiciones de vida, entre otras, la privación del acceso a alimentos o medicinas, ente otras, encaminadas a causar la destrucción de parte de una población”. Acá cabe resaltar que si la justicia de una nación no puede juzgar y condenar los crímenes de lesa humanidad, la Corte Penal Internacional tiene jurisdicción.
Los promotores de los bloqueos ocurridos en el paro del 2021 buscaban sacar dividendos políticos y económicos para un proyecto hegemónico, olvidándose de que el Tribunal Penal Internacional en La Haya los puede castigar. Cualquier motivación no es excusa para someter a una población a la privación de lo que más necesita para sobrevivir, como ocurrió en varios lugares de Colombia, perjudicando también las exportaciones y las importaciones, que se hacen por vía marítima. De verdad, con los bloqueos se configuró un crimen de lesa humanidad.
La justeza de la protesta social está basada en buscar las reivindicaciones de los distintos sectores de la sociedad. Sin embargo, los comunistas la utilizaron de manera mezquina, desestabilizando al país y cogiendo a los jóvenes de carne de cañón para llevar a la población a dictaduras como las de Cuba o Venezuela. No se sabe por cuáles fuerzas sobrenaturales, se creyeron ungidos para utilizar a las masas como objetos para el beneficio de los intereses de su secta; pues esa caterva despreciaba el dialogo social y la concertación como mecanismos para llegar a acuerdos, y optaba por las vías de hecho.
En cambio, el sindicalismo democrático demostró el pasado 15 de noviembre su madurez al no participar en las marchas a favor del gobierno de Petro. Sin dejarse toquetear en esa ocasión, probó tener la suficiente capacidad de discernimiento para no permitir ser usado por vendedores de humo. Los mismos que en el paro del año pasado buscaron un levantamiento popular sin interpretar genuinamente las necesidades de la ciudadanía y guiados por caprichos ideológicos a la espera de una insurrección. Por eso, precisamente, hay que resaltar la independencia sindical fundamentada en el pluralismo, en donde el movimiento de los trabajadores no puede caer en los reduccionismo, las simplificaciones y las dicotomías que promueven los comunistas, creando dilemas entre socialismo o capitalismo, burguesía o proletariado, e izquierda y derecha.
La penuria ideológica de algunos pueblos latinoamericanos lleva a echar en el mismo costal al sindicalismo, la izquierda y el marxismo. Claro que para el caso colombiano la situación es todavía más confusa, pues en los llamados grandes medios de comunicación hay “líderes de opinión” cuyo desconocimiento en la materia es aberrante, con lo cual la falta de sindéresis no permite que estos temas se aproximen a la realidad.