En la última década, las redes sociales han transformado la política, permitiendo que figuras casi desconocidas asciendan rápidamente, capitalicen su base de seguidores y alcancen posiciones de poder, como el Senado o la Cámara de Representantes.
Plataformas como Facebook y YouTube se han convertido en trampolines para personajes como 'Polo Polo' y, en nuestro departamento, JP Hernández. Estos 'políticos digitales', cuyo éxito depende en gran medida de contenidos cargados de odio y desinformación, y que ofrecen poca capacidad argumentativa, encuentran resonancia en sectores de la sociedad con limitada habilidad para contrastar información, convirtiéndose en un público fácilmente manipulable. Impulsados por un profundo descontento y una sensación de abandono, estos votantes ven en estas figuras un reflejo de su propia insatisfacción con el sistema político, expresando así un voto de protesta ante el statu quo.
La ascensión de estos personajes no es menor, JP Hernández, por ejemplo, obtuvo la tercera votación más alta en el Senado a nivel nacional y fue el candidato más votado en Santander, superando incluso a políticos respetados como Humberto de la Calle. Sin embargo, este tipo de representación ha empujado a la política colombiana hacia los extremos, erosionando el debate constructivo y dando paso a un ambiente en el que los gritos y los insultos se han vuelto norma.
Para agravar la situación, muchos de estos personajes, que provienen de orígenes populares y aparentan encarnar el descontento social, terminan alineándose con los mismos politiqueros de siempre, defendiendo intereses particulares en lugar de impulsar proyectos que busquen reducir las desigualdades y promover la justicia social. Así, las redes sociales, lejos de democratizar la política, han facilitado la polarización y han alejado el debate político de un enfoque fundamentado en argumentos sólidos y respeto.
Este fenómeno no es exclusivo de un solo movimiento político, figuras de diferentes ideologías, tanto de izquierda como de derecha, emplean estrategias similares, aunque con distintos niveles de mesura y objetivos. En este sentido, podemos concluir que el impacto de las TIC ha sido tan significativo que han llegado a desempeñar un papel decisivo en elecciones presidenciales en países como Estados Unidos, donde Donald Trump, con el respaldo de aproximadamente 200 millones de dólares en campañas digitales financiadas por el influyente Elon Musk, se dirige a ocupar la Casa Blanca por segunda vez, según informa AP News.
Frente a esta realidad, cabe preguntarse: ¿qué nos depara el futuro en una era donde la tecnología parece redefinir los límites y alcances de la política?