5-0 Santo Domingo, ¡Patria Boba!. Esa fue una pinta en una pared del centro de Bogotá, haciendo alusión al triunfo de la selección de fútbol de Colombia sobre Argentina.
El resultado de ese partido por supuesto memorable generó brotes de patriotismo, de nacionalismo, como de vez en vez, lo suscitan esos logros deportivos. Evidentemente la alegría, y la desproporcionada expresión de gozo, del desenfreno, del éxtasis y de las percepciones equivocas y apasionadas que no permiten vernos en nuestra realidad. El grafiti decía otras verdades de fondo. La selección no era propiamente la de Colombia, era la de Santo Domingo, el grupo patrocinador de la misma. Ya nos decía de la relación empresa privada y lo nacional, empresa privada y el deporte.
No cuestiono el hecho de la financiación privada del deporte, pero sí de los entuertos del engaño que allí se ocultan.
Una selección deportiva apoyada por un grupo cervecero que en el fondo estimula el consumo del alcohol o ese mismo grupo oligopólico de las empresas de información que limita otras posibilidades de ser informados por medios pequeños, que no cuentan con los recursos financieros para ese derroche en emisiones deportivas.
No se trata de aguar la fiesta. Ni la selección de ese año 93 era la mejor del mundo, ni la de América ni lo es la de éste mundial en Brasil. Era una selección con una apuesta técnica que dio resultados pero que también contaba con debilidades, como lo demostró el tiempo. Hoy esa lección sigue sin ser aprendida. Hoy la pasión desbordada ha generado nueve muertos, centenares de riñas entre los colombianos, y en Brasil, la retención de colombianos por hurto ante y después de la celebración son una muestra de esa tensión sin resolver. Una lógica o una sensibilidad de creernos a lo mafioso, lo súper poderoso, y eso desenfrenado se ve en la calle, luego de la seguidilla de los tres triunfos. Unidad nacional hasta un punto, luego a imponer la propia ley, el dominio sobre el otro, y si hay desacuerdo los golpes y la violencia. Y claro, la respuesta de siempre desde el Estado, las restricciones y las leyes, pues la represión es la fórmula simplista de resolverlo todo. Y claro, eso explica porque 7 millones de colombianos votaron por Zuribe, porque así nos gusta: a los golpes, a lo mafioso, al “te rompo la cara marica”.
Así fue la celebración del cumpleaños del balet azul. Las barras, los hinchas jóvenes enfrentados entre ellos mismos, con puñales afectando la integridad del otro que es fanático del propio equipo o destruyendo el propio Estadio en donde se vive el llamado “espectáculo de multitudes”. Y en el olvido, los jugadores de Millonarios, eso otros caídos en desgracia, el no poder. Uno que padece cáncer, otro que se encontró en cuidados intensivos en un hospital por un accidente, la evasión a esas realidades a las que no se les honra, porque lo importante es el festejo, el bacanal y la negación de esas realidades de la vida humana. O en la amnesia colectiva de la juerga, la negación a una condición indiscutible: los campeonatos hoy son la expresión del poder económico, del mejor financiador que casi, antes de empezar la competencia, con sobradas razones más que técnicas y a veces también, tiene asegurado el primer lugar porque cuenta con el capital para comprar jugadores, para hacerse a lo “mejor”.
Por eso volviendo al campeonato del mundo, más allá del interno. Esta selección es buena, es muy buena, pero no la mejor selección del mundo. No creo que vayamos a ser campeones, espero que el azar no me desmienta; hemos jugado no contra las mejores selecciones en la primera fase. Lo realizado ha sido ya meritorio. Por eso mismo, no creo que el director técnico deba ser nacionalizado ni ser el presidente de Colombia. Aunque a veces podría ser una buena idea para vernos en el espejo de nuestra dirigencia política y económica que nos tratan a los colombianos como un balón de fútbol, ¡a las patadas! y claro nosotros felizmente golpeados.
Creo que es bueno que el deporte suscite nuestra alegría, pero también, que esa expresión propia de lograr metas importantes como país, no puede obviar muchas realidades. Enumero algunas de ellas. La FIFA es una mafia y un poder real del capital sobre millones de hombres y de mujeres. La FIFA es una multinacional que explota nuestros deseos; la FIFA comercia con absolutamente todo desde el cuerpo de los jugadores, los balones de fútbol; desde el álbum hasta los calzoncillos o desde los audífonos que se pueden utilizar hasta la marca de agua que es posible beber. Imponen condiciones a los países, a las selecciones, a todo. Y no podía olvidar decir, que esta selección Colombia, la financiada por Pacif Rubiales, sirve de lavado a esta multinacional que persigue sindicalistas de la USO, que depreda el ambiente en el Meta, que niega derechos de supervivencia a los colombianos; que incluso, con muchos venezolanos en su cabeza, estimula nuevas formas de desarrollo del paramilitarismo y de la paraeconomía. Así las cosas, la cuestión es de imagen, y el mundial ha sido un buen catalizador para olvidar, para negar esas verdades.
PD. Espero que el viernes gane el que mejor juegue, el que mejor nos haga disfrutar del juego, sea Colombia o sea Brasil. ¡Que viva el fútbol! Abajo la mafia en el deporte.
Imagen tomada de deportes.latino.msn.com