De la palabra presidencial o del vacío que se impone desde el poder

De la palabra presidencial o del vacío que se impone desde el poder

¿Existe en el gobierno la idea de que a punta de repetir sus ofertas terminará por venderlas?

Por: Juan Correa
noviembre 28, 2019
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De la palabra presidencial o del vacío que se impone desde el poder
Foto: Twitter @infopresidencia

Una de las consecuencias del auge de las redes sociales, entre tantas otras, es la devaluación de la palabra, en lo que respecta a su carga, a su significado y al impacto que ella tiene. Las palabras que pululan en publicaciones y reacciones ya sean escritas o en audios o en videos, abundan, desbordan, rebasan la red. Reconozco también las virtudes de dichas redes, como la pluralidad de fuentes de información, la emergencia de nuevas figuras en el campo de la comunicación, o también, como se le ha llamado, la democratización de la expresión pública. Las redes son una tribuna que, a pesar de su novedad, tienen alcances enormes. Sin embargo, para ser coherente, y a la vez para revalorizar la palabra en el uso que le doy en esta columna, me centraré solo en el tema evocado inicialmente. Así que volvamos a la devaluación de la palabra y sobre todo de aquella que se emplea en el ejercicio del poder en nuestro país.

Llama mucho la atención que el presidente tenga que hacer tres alocuciones presidenciales, ¡en tres días seguidos! Una triada que comenzó el veinte de noviembre, en la víspera del paro del 21N, y que se terminó el día veintidós. No sé si haya en la historia reciente de la política colombiana una tal densidad y hasta un abuso en el uso de las alocuciones presidenciales. No me compete ahora hacer esas estadísticas. Pero si me surgen preguntas legítimas al respecto: ¿Debe el presidente hablar tres días seguidos, en cadena nacional, desgastando el valor y la dignidad de la palabra que comporta su cargo? ¿Es tan falto de sentido lo que dice —lo que en la antigüedad se llamara flatus vocis— que a lo mejor cada vez tenía que decir lo de nuevo lo mismo, pero en versiones aparentemente mejoradas para hacerlas mas creíbles? ¿Existe en el gobierno la idea de que la palabra presidencial es como aquella del pregonero o del vendedor que a punta de repetir sus ofertas terminará por venderlas? ¿Contiene este abuso de la palabra presidencial un mensaje de que solo ella es válida y aparentemente inteligente, y de que por consiguiente no deja espacio a otras palabras, provenientes de otros orígenes? ¿Es ella un símil de las sesiones de adoctrinamiento al mejor estilo comunista de antaño, acérrimamente criticado por el primer mandatario?

Si analizáramos otros elementos de esa oratoria impulsiva, como su contenido, el auditorio al que se dirige, los gestos que la acompañan, entre otros, tendríamos aún muchas más preguntas. Nos limitaremos a remarcar simplemente su uso y su abuso, que se replica en las entrevistas radiales, en las cuales el mandatario suele explayarse en sus respuestas, dando vueltas sobre el mismo tema, repitiendo frases elaboradas y cargando su discurso con formalismos y expresiones de decoro que poco dejan espacio al mundo de lo real y de lo práctico hacia el cual apuntan sus interlocutores.

¿Cómo llamaríamos ese fenómeno? Algunos lo llaman coloquialmente verborrea. Un bloguero literario español, creando un neologismo, habla de una palabra gobernácula, utilizada sobre todo en el ámbito de la política. Yo pensé mas bien en las raíces latina y griega respectivamente: vacuum y laleo, la primera significando vacío y la segunda hablar, o más técnicamente, pronunciar sonidos articulados. De ahí resultaría, a manera de neologismo, la palabra vacalalia, referida al hablar vacío o hueco, al hablar sin límite y a la vez sin profundidad, al decir palabras sin valor.

Es tal vez lo que se pretende en la tal conversación nacional: hacer un monólogo de parte del gobierno y fingir que se oye al otro. Al fin y al cabo, si la palabra propia no tiene valor, mucho menos la de los demás. Ya lo anunció la vicepresidenta, al afirmar que no es necesario que el Comité nacional del paro se siente en la mesa del diálogo, a pesar de que es precisamente dicho comité el que está en la base del evento político mayor que ha puesto en vilo la administración del estado en los últimos días. Preguntada por una periodista en los siguientes términos: “Si mañana se hace conversación nacional y no llega el comité del paro, ¿sigue la conversación adelante sin ellos?”, Ramírez respondió con un simple “Claro”, secundada por Diego Molano —el director de la conversación— con un “Así es”, que podría ser analogado por el latinajo eclesiástico “Amén”, que sella generalmente las plegarias que los hombres dirigen al Todopoderoso.

Este episodio, como lo señaló alguna persona en el mar de palabras de Twitter, podría bien metaforizarse con la conocida broma de “en mi casa se hace el amor a las 8:00 pm esté el que esté”, como diciendo que el placer se tiene por que se tiene, sin importar quien esté. En el caso de la palabra presidencial no se hablaría de placer directamente, sino de poder. Al fin y al cabo, eso es lo que les interesa, el poder por el poder. Y nada más.

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