Ante la moda de polarización y la tibiofobia que se encuentra en auge en la país, en la cual se exige tomar posturas donde Uribe y Petro sean los referentes, no está de más aclarar al lector que el autor de este texto de opinión es de un pensar que va en contra de casi todo lo que representa el innombrable, y si tengo que elegir entre acudir a la protesta o tomar una postura pasiva y complaciente ante los abusos del gobierno nacional de turno, prefiero la protesta.
Sin duda, la explotación de los países latinoamericanos por parte de las élites extranjeras y criollas de cada país no es un simple mito infundado por el marxismo y los representantes del socialismo del siglo xxi para anclarse en el poder; pues con la llegada del neoliberalismo mal copiado que impusieron los nuevos mercaderes de Latinoamérica como Macri, Lenin Moreno y Piñera, se evidenció la disminución de la calidad de vida de los ciudadanos, la represión, y en algunos casos el aparente deterioro de la economía interna como es el caso de argentina.
Sin embargo, el abuso de los gobernantes y el aparente fracaso de la derecha latinoamericana no es causal indiscutible para caer en el absurdo y peligroso pensar de que por ende, toda manifestación o levantamiento del pueblo, por el solo hecho de provenir del pueblo, está revestida de razón, prosperidad y gloria.
En el marco del grito latinoamericano por el flagelo de sus gobernantes, hoy en redes sociales se ha popularizado a Ecuador y Chile como principales referentes de lucha y despertar de los pueblos latinoamericanos, con la curiosa y de cierta forma preocupante característica de que estos dos casos están siendo observados por muchos colombianos como casos idénticos, admirables por igual, donde los respectivos pueblos de cada país “despertaron” y ejercieron las mismas presiones y acciones para lograr sus objetivos, lo cual es totalmente erróneo. En suma, preocupa que sea el caso de Chile el que hoy más cautiva, cuando de los dos, es este precisamente el destino menos conveniente. De allí que es pertinente, hacer por lo menos un comparativo general y una somera diferenciación de los casos ecuatoriano y chileno, los cuales son inspiración de la manifestación gestante que tendrá lugar en Colombia el 21 de noviembre.
En Ecuador, el levantamiento del pueblo a través de las protestas fue lo que debe ser: una manifestación de soberanía, en la cual la ciudadanía le recuerda a su presidente que es un servidor público y que es al pueblo a quien se debe. Así, a raíz de un incremento en el precio de la gasolina, Ecuador emprendió unas serias y organizadas jornadas de protestas, en la cual se organizaron los diferentes sectores de la población por un mismo fin, pues sin querer desviarme del tema, vale aclarar que en Ecuador el síndrome de doña Florinda no es tan común. El pueblo de Ecuador conoce el equilibrio exacto entre la manifestación y el orden, no caen en la desgracia de la pasividad ante el abuso, pero tampoco en la anarquía absurda del desgobierno; pues estas protestas, sin pisar los límites del caos, alcanzaron la fuerza e intensidad suficiente para hacer temblar al gobierno nacional liderado por Lenin moreno, el cual no tuvo otra opción que revertir su decisión ante el inminente derrocamiento que se le estaba viniendo encima; posteriormente, luego de que el presidente agachara la cabeza, la ciudadanía salió a limpiar las calles con la actitud y convicción de que las calles son suyas. Con esto el país confirmo una vez más su mensaje claro: el pueblo es soberano, es la máxima autoridad del país y es el superior inmediato del presidente, pues han demostrado más de una vez que sus levantamientos siempre han sido con objetivos claros, pretensiones puntuales e intereses precisos, razón por la cual, una vez alcanzada la satisfacción de sus justas exigencias, no existieron más motivos para continuar con el fuerte motín.
Mientras que en Chile, si bien los abusos del gobierna nacional y las elites es real, y las causas del levantamiento de su pueblo son similares al ecuatoriano, la protesta social sufrió una desnaturalización total, convirtiéndose en un escenario donde gran parte de sus manifestantes olvidaron y confundieron por completo las causas de su furia, realizando acciones en contra del propio pueblo que no guardan relación alguna con sus supuestos objetivos principales. Dicha desnaturalización se evidencia en más de 15 estaciones de metro incendiadas y destruidas junto con sus respectivos trenes, más de 1.000 locales comerciales, inmuebles, bodegas y entidades de comercio como tal, totalmente saqueadas y destruidas, entre otros daños ocasionados en el marco del “despertar de Chile”. Lo irónico de las dos “acciones revolucionarias” anteriormente mencionadas, es que en las dos, el afectado es directamente el propio pueblo, y a los capataces del gobierno nacional y las elites, poco les afectan.
Dichas acciones promovidas por la irrazonabilidad y la confusión de las causas, dejan una conclusión clara: quienes las ejecutan, o son demasiado ignorantes, o su intención es únicamente el caos y el beneficio propio aprovechándose del panorama turbio, pues sin duda, una persona que robe los productos de un centro comercial, tienda o negocio, cuyo propietario es una persona trabajadora y miembro de su mismo pueblo, es un cobarde ladrón, que no le importa en lo más mínimo la protesta, y que seguramente, no tiene ni idea del porqué de la misma.
Irónicamente, el recrudecimiento de tal irracional anarquía se ocasionó luego de que el presidente Piñera revirtiera el alza del pasaje del metro y en suma, solicitara la renuncia de todos sus ministros, lo cual demuestra que las protestas iniciaron sin objetivos suficientemente claros y precisos, así como también, evidencia que el pueblo no tiene unión, comunicación, ni control sobre sí mismo, dándole, por desgracia, cada día un poco más la razón a las elites y la politiquería corrupta chilena. Ahora bien, múltiples voces repiten que el pueblo está cansado de los abusos de tantos años, no obstante, por sus acciones, pareciera que dicho pueblo manifiesta estar cansado pero no sabe específicamente de qué, ni se ha detenido seriamente a pensar cuales serían las soluciones a su crisis.
Por lo anterior, si bien soy defensor de la protesta pacífica y rechazo todo acto de violencia y vandalismo, realmente mi crítica no va dirigida tanto a la violencia, sino más bien a la pésima puntería con que el pueblo de Chile dispara hacia sus supuestos problemas, atacando a los enemigos que no son, confundiendo las causas de su lucha y destruyéndose a sí mismo.
En conclusión, el abuso, corrupción, represión y demagogia de los gobiernos tradicionalistas y élites que han manipulado Latinoamérica; ha sido tanto que los pueblos, agotados de la injusticia, se han levantado, han despertado, han perdido la actitud pasiva y hasta han perdido el miedo. Sin embargo, ojalá y dicha situación no genere un efecto indeseable y trágico, pues por desgracia, el abuso de estos mercaderes y capataces de países ha sido tanto que ha hecho caer al pueblo en el absurdo pensar de que la izquierda, por el solo hecho de serlo representa la gloria. Y por desgracia, en política, economía y estado, no siempre el enemigo de mi enemigo es mi amigo.