Todos los días me encuentro con que alguien que está en la cárcel por no ser del círculo de Humberto Martínez y, de taquito, porque no hace parte del clan que rodea a Sarmiento. Cierto o no, es preocupante.
Al fiscal Martínez se le menciona más por sus negocios viscosos en España que por su labor restauradora de la moral y la justicia. Es el caso con Alex Vernot, en “detención preventiva” en La Picota por el rebuscado y a todas luces no creíble argumento de la jueza, cercana a los quereres de Martínez, de que podría, estando libre, manipular la investigación.
Quien conozca a Alex sabe, sin lugar a dudas, que es alguien que piensa bien de todo el mundo y que a cada quien le encuentra una virtud, así sea de derecha o de izquierda, de arriba o de abajo. Alex sueña con lograr un sincretismo nacional, que mezcle todos los ideales para que hagamos el bien. Su cabeza no descansa un segundo, ideando alternativas para sacar a Colombia del precipicio a donde nos han lanzado los que nos han gobernado. Pero él cree que, incluso, los más culpables tienen posibilidades de ser redimidos. “¡Ecléctico!” Le digo yo —y él sonríe afectuosamente— como lo hace siempre que escucha a quien no piensa como él.
La sabiduría popular nos dice que “cada ladrón juzga por su condición” y Alex —que está lejos de ser ladrón— juzga a todos los demás como “redimibles” y “sumables” a ese gran proyecto con el que sueña para salvar a Colombia. A veces me hace pensar que yo no debo ser tan buena gente, pues para mí la oligarquía está descartada de cualquier opción. Prefiero aquello de que más fácilmente pasa un camello por el ojo de una aguja que un miembro del país político —tal como lo definía Gaitán, como sinónimo de oligarquía— por las puertas del cielo.
Pero como Martínez es de los que discrimina a los que no son sus incondicionales, pensó que más valía que Alex estuviera en la cárcel, antes que permitirle que hablara con Guillén, su amigo, y se unieran los dos en la búsqueda de más pruebas en su contra en el caso del lavado de activos consignados en los bancos de España, como recientemente lo había denunciado Guillén. Más vale prevenir que curar, debió pensar Martínez, digo yo.
A todas estas me cuentan que un abogado, al visitar a Alex en La Picota, lo primero que hizo fue mostrarle una lista de presos que él quería ayudar, consiguiéndoles abogados para su defensa. Le entregó no solo la lista de presos sino de abogados que, posiblemente, podrían encargarse de estos casos. El abogado, como es lógico, le respondió que él había ido a ocuparse de su caso y que, cuando estuviera libre, se ocuparían del resto de los injustamente presos en La Picota... Ese es Alex que, justamente, por su generosidad de carácter y de vida, se transformó en un ser peligroso a ojos de quienes piensan mal para acertar.
Ninguno los que lo conocemos bien, pensamos que pueda ser culpable de lo que se le acusa. Lo que nos preocupa es que la justicia esté en manos de quienes la necesitan para defenderse de los graves delitos que han cometido. La justicia ahora ha pasado de la ruana a la ruina.