Esto escribí el año pasado, una vez AUV rindió indagatoria ante la CSJ, y hasta ahora ignoro las razones por las cuales no hice lo pertinente para su publicación.
La diferencia es notoria. En las afueras del Palacio de Justicia un número famélico de seguidores lo escuchaba mientras explicaba los pormenores de la diligencia de indagatoria a la que había sido citado por la Corte Suprema de Justicia para que respondiera por los cargos de supuestos delitos cometidos de fraude procesal, manipulación de testigos y soborno, derivados de una denuncia que presentó contra el senador Iván Cepeda del PDA, archivada por la CSJ y que sirvió a esta para iniciar una investigación penal contra el expresidente y ahora senador. Un auténtico boomerang. La diligencia de este ocho de octubre ha pasado por varias instancias del aparato judicial penal colombiano siendo la última la Sala de Instrucción Penal de la CSJ de reciente creación para los aforados, como es el caso de Uribe. Está por tanto blindada. Atrás han quedado los recibimientos glamorosos y clamorosos de miles de colombianos que salían a su paso por las calles de ciudades, pueblos y villorrios que habían sucumbido al discurso del día a día que prometía un país mejor que el que había logrado levantar en su incipiente gestión gubernamental.
No solo es notoria, es abismal. Ahora a su paso por cualquier población colombiana los vivas han sido reemplazados por insultos que le recuerdan un supuesto pasado por el narcotráfico y el paramilitarismo, amén de innumerables casos de corrupción en sus presidencias como los asesinatos y chuzadas del DAS, los primeros a académicos y dirigentes sociales y los segundos a periodistas, dirigentes políticos y magistrados de las altas cortes; la compra de su reeleción presidencial. Fragilidad de la memoria humana, aducirá el expresidente.
El descenso electoral del uribismo ocurrió más pronto que lo que algunos analistas piensan. En las elecciones de 2002 y 2006, esta última constituyó un serio mazazo a las convicciones de quienes consideraban que la reelección presidencial era un pecado capital, AUV ganó por la vía rápida. No necesitó segunda vuelta. Con una participación electoral del 46% (no movió el cronómetro tanto como las leyendas urbanas uribistas y rurales lo dicen), obtuvo 5.862.655 de votos (54,518%) para ganar la presidencia en 2002 y en 2006 con una participación electoral del 45.06, inferior a la anterior, se hizo de nuevo al gobierno, esta vez mediante 7.397.835 sufragios. En 2010, su ungido candidato por él Juan Manuel Santos no logró en la primera vuelta ni los siete millones y otros tantos miles de tarjetones que AUV alcanzó en 2006, pues apenas sumó 6.802.043, con una participación electoral del 49.30% En la segunda, con 9.028.943 ganó la presidencia. En la primera vuelta de 2014, Óscar Iván Zuluaga, el candidato uribista a la presidencia de la república, y en la segunda obtuvo 3.769.005 y 6.905.001 de votos, respectivamente, sin que pudiera igualar los 7.397.835 de sufragios de AUV en 2006. Los 10.398.689 de Duce en la segunda vuelta de 2018 fueron posibles gracias a la sumatoria de la fronda miasmática que rodeó al interdicto.
Los rudos calculadores no admiten disquisiciones y parten aguas con quienes las portan. El uribismo ganó la presidencia en 2018 y es lo que cuenta. Un gobierno débil, con escaso apoyo social, sin norte en el equipo dirigente, dador de tumbos en el legislativo con su bancada, agresivo en propuestas de proyectos de ley regresivos en materia de flexibilidad laboral, pensional, oportunista en política exterior, es el costo que el país debe pagar.
Pocos se han detenido en analizar la simbología y la carga de profundidad que lleva consigo la diligencia del pasado 8 de octubre. Al momento de ella llevarse a cabo el citado no ostentaba la dignidad presidencial y eso puede confundir el análisis. El hecho cierto e inocultable es que la historia del país no registra antecedentes en la materia. Al expresidente Rojas Pinilla se le siguió juicio político en el Senado del que fue exonerado. Digamos que si a un juez colegiado del orden penal se le ocurre tomar una decisión de esa naturaleza, indagatoriar a un expresidente de Colombia, debe tener poderosas y suficientes razones para hacerlo. Y que ella tenga como destinatario al más cuestionado y aclamado gobernante de los últimos tiempos no es asunto de poca monta. No obstante que, según un expresidente liberal, los expresidentes colombianos no son más que unos muebles viejos la institución presidencial contiene cierta calidad de venerabilidad.
Como suele decirse en el lenguaje futbolero, el balón está en el terreno de la CSJ. En teoría, deberá tomar una decisión en torno a resolver la situación jurídica de AUV dentro de los diez días posteriores a la realización de la diligencia. En Colombia eso es un decir. No se cumplen los términos. Y será esa dilación la que ha de acabar a AUV, la que lo atormentará día y noche, la que ayudará a que la piel de su cara se agriete de modo progresivo como lo viene haciendo hacen ya unos diez años; esa incertidumbre que hace que su mirada se muestre extraviada. Tal como está la situación, y, según las tradiciones nacionales, el caso AUV no lo resolverá el aparato judicial, lo hizo la literatura hace muchos años.
Esto escribí el año pasado, una vez AUV rindió indagatoria ante la CSJ, y hasta ahora ignoro las razones por las que no hice lo pertinente para su publicación.