De La Habana, Chía y Patios
Opinión

De La Habana, Chía y Patios

Por:
noviembre 15, 2013
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Que las Farc intenten asesinar al expresidente Álvaro Uribe es algo que a nadie debe extrañar. Lo han intentado desde hace por lo menos 30 años. De hecho, en 1983 asesinaron a su padre Alberto Uribe.

Lo que causa curiosidad es que el plan haya sido develado en momentos en que desde La Habana se dice que el gobierno y ese grupo terrorista están a punto de sellar la tan anhelada paz.

El ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, aseguró que la columna Teófilo Forero de las Farc estaba detrás del desarticulado ataque contra el exgobernante. Entonces salieron los defensores del proceso de paz a decir que muy seguramente algunas facciones de las Farc se convirtieron en ruedas sueltas y que al parecer no les obedecen a sus “comandantes” en la capital cubana.

Eso es lo más ridículo que se ha dicho en años. Los señores que viven a cuerpo de rey en Cuba están enseñados a impartir cualquier clase de criminales y disparatadas órdenes como asesinar a personas indefensas, como arrasar pueblos, como secuestrar a colombianos. Las sentencias judiciales en su contra así lo corroboran. ¿O es que las Farc, en cabeza del terrorista apodado “el Paisa”, no mandaron volar el Club El Nogal? O acaso, ¿quién asesinó a los diputados de Valle del Cauca? ¿O quién, por años, tuvo pudriéndose en la selva a decenas de políticos, militares y policías?

Así las cosas, que a nadie le quede duda: si algo les pasa a personajes como Álvaro Uribe, Francisco Santos y el fiscal Eduardo Montealegre hay que mirar hacia La Habana.

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Lamentables las explicaciones que dio Andrés Jaramillo, el dueño de “Andrés carne de res”, luego de que se denunció que, al parecer, el 2 de noviembre una joven habría sido agredida sexualmente en uno de los parqueaderos de ese restaurante-bar al que muchos van más a que los vean que a divertirse.

Jaramillo perdió el control en sus declaraciones y en Blu Radio escupió: “Estudiemos qué pasa con una niña de 20 años que llega con sus amigas, que es dejada por su padre a la buena de Dios. Llega vestida con un sobretodo y debajo tiene una minifalda, pues, ¿a qué está jugando? Está bien, eso es natural. Para que ella después de expiar todos los pecados con el padre diga que la violaron”.

Aunque el aparente ultraje sexual deberá ser probado por la Fiscalía, uno entiende que Jaramillo esté molesto, y sobre todo preocupado, porque su establecimiento cayó en boca de todo el mundo por cuenta del delicado incidente. Pero nada justifica una agresión sexual: ni su vestimenta ni su coquetería ni unos tragos de más.

Creo que con sus declaraciones Jaramillo abrió la puerta para que la supuesta víctima pueda ser indemnizada, toda vez que el dueño de cualquier negocio abierto al público tiene que garantizar la seguridad de sus clientes. ¡Qué tal que uno no pueda decir nada si le cae en la cabeza una bacinilla vieja o se le viene encima una de esas reses gigantes de plástico que hay allá!

Todo el mundo sabe que Jaramillo es una “vedette” en Bogotá por los publirreportajes que le han hecho a lo largo de los años y por el jet-set que a diario desfila por su asadero-cantina. Eso, sin embargo, no le da derecho a descartar de tajo –aún sin pruebas– la comisión de un crimen que se pudo haber perpetrado en su negocio. En su favor queda que un día después de la metida de mata ofreció disculpas públicas, sobre todo a las mujeres.

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El tema de los escoltas se volvió una alcahuetería en Colombia. Incomoda ver en las afueras de los restaurantes exclusivos de Bogotá a un poco de tipos aguantando frío dizque porque adentro están sus jefes. La Unidad Nacional de Protección ha dicho que unos 7.000 colombianos andan escoltados.

Hay que reconocer desde luego que Colombia no es Suiza o Finlandia y que mucho personaje importante debe tener esquema de seguridad. De hecho, ni los 300 escoltas de Uribe le han podido garantizar su seguridad cuando se está en la mira del terrorismo.

Pero, a riesgo de equivocarme, calculo que al menos la mitad de esas 7.000 personas tienen escoltas sin que sus vidas corran peligro alguno. Una exfiscal y su esposo que andan con un séquito de vigilantes y un exmagistrado que a las malas se hizo al salón comunal del conjunto residencial donde vive son las mejores muestras de que el tema de los escoltas se debe meter en cintura cuanto antes porque ellos son pagados con nuestros impuestos.

Es más, cada que paso por el peaje de Patios, vía a La Calera, normalmente encuentro a un grupo de soldados. Siempre pensé que era una especie de batallón para proteger a los vecinos del sector. Pero no, hace poco me explicaron que esos uniformados se apostan allí porque cerca vive una exministra de Estado que hace 10 años dejó el cargo. Cómo les parece…

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