De la fe a la ignorancia según Petro

De la fe a la ignorancia según Petro

"Incomoda la inoportuna y tendenciosa salida de Petro en alusión a la doctora Viviane Morales en una entrevista de RCN Radio"

Por: Alexis Díaz
abril 06, 2018
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De la fe a la ignorancia según Petro

"¡Petro no tiene un pelo de bobo!", sentenció con profunda admiración Eliécer, el guachimán del barrio, mientras hacía equilibrio en su arcaica bicicleta. A calzas prietas hablábamos de política. Y en eso tenía razón. Una cosa es diferir con Gustavo Petro sobre sus postulados políticos y otra pretender reducirlo a la categoría de tonto. Sería una necedad considerarlo. Equivocado o no, Petro ha demostrado tener lomos duros y una piel, paradójicamente, a prueba de cornadas. Oleeee... Más allá de un rostro recóndito y sospechoso, recamado con ojos de batracio, es un hombre agudo, reflexivo y juicioso. En honor a la verdad es lo que dice Eliécer. Así lo interpreto cuando afirma con denodada fe (si, un petrista de fe) que "Petro es mucha pepa y que es un man que se las sabe todas".

Huelga hacer la salvedad, debido a los diluvianos agravios que blanden sus más enconados contradictores, quienes tildan sus propuestas de populistas e incoherentes. Bueno, de hecho el insulto y el vituperio le han robado protagonismo a los argumentos y a las propuestas programáticas en este ruedo político. Juzgarlas de atinadas, utópicas o tramperas no es el caso a discutir. Eso viene a ser harina de otro costal.

Sin embargo, sí incomoda la inoportuna y tendenciosa salida de Petro en alusión a la doctora Viviane Morales en una entrevista de RCN Radio. Cuando le pidieron que definiera en una palabra a cada uno de sus contendores, dijo de la exfiscal con desfachatez: "uhh, menos rezo, más estudio". Juemadre, entonces el hombre que parecía reflexivo y juicioso, y que encarna los deseos de un cambio para los pobres como Eliécer, se diluyó en un vaho de arrogancia para darle paso a sus prejuicios y declarada ojeriza contra todo lo que le huela a "cristiano" y al Dios que siempre ha combatido. Ni modo, Dios no existe. Y ni pensarlo, sus amigos no se lo perdonarían. Ni Marx ni Engels, ni Lenin. Ni Raúl Castro, sobre todo él.

Uno quisiera pensar a guisa de buen parroquiano que como todos los mortales el candidato presidencial es propenso a embarrarla (Nadies semos perfectos, reconoce el guachimán ). Ha lugar. Por eso Petro mete las patas como usted y como yo. También quisiera creer que el cansancio de tanto atacar y defenderse le haya jugado una mala pasada a sus neuronas. Sobre todo a las del hemisferio cerebral izquierdo, que según dicen controla los movimientos del lado derecho del cuerpo (ahí como que nació la guerra entre la izquierda y la derecha).

Uno quisiera entender que él también se mama de que a toda hora le griten narco guerrillero hijuetantas. Cosa pa' bien aburrida.

Pero no, el mismo Petro me niega las razones para disculparlo. En esta particular "embestida", Petro no rebate ni debate las propuestas presidenciales de la esposa de su excamarada en el M, Carlos Alonso Lucio, sino que se mofa y subestima, primero la fe y luego su inteligencia, empujándola de bruses a los atrios de la ignorancia (cuando pretendí explicarle esa parte a Eliecer, creo que jamás me la entendió, aunque decía " ajá, ajá " asumiendo un aire de dignidad).

La declaración de Petro está blindada con espuelas ateístas. Eliécer cree en Dios y la Virgen, pero le importa un bledo que su candidato no. El solo sueña con que del cielo le caigan más que limones. Por eso va a votar por él. Todos sabemos de su personal cosmovisión. De ahí su animadversión por aquello que encarne la búsqueda de un ser superior. Lo mísero y perverso del consejo de Petro a Viviane Morales va más allá de de lo que debería ser una respetable objeción a la doctrina cristiana. El candidato pareciera sugerir con temeridad que ser cristiano y rezar son un quiste maligno que horada la inteligencia y en cambio alimenta la ignorancia (a esa altura del partido, el guachimán asintió con vehemencia que los "vangélicos son brutos" y reconoció que no tiene ni idea de quién es Viviane Morales).

Desde su inquisidora óptica Lincoln sería un inepto, comandando a trompicones los destinos de una potencia mundial, por ejemplo. O también los colonos británicos a bordo del Mayflower que, bajo el precepto de la cruz y en nombre de Dios, sembraron el fundamento —y además con visión extraordinaria— de una nación grande, que no se si todavía; con democracia de hondo arraigo y una economía rica e influyente. En su moneda descolla la inscripción "In the God We Trust" (En Dios confiamos) como lema oficial de los Estados Unidos, y a sugerencia del reverendo M.R. Watkinson (Eliécer lo niega rotundamente, dice que los gringos solo han sido ladrones y marihuaneros. Respetable, mi querido guachimán).

Su tono excluyente es evidente. El de Petro, digo. La igualdad que predica en sus promisorias alocuciones desaparece de un tajo cuando hace acepción del colombiano que confiesa y comparte sus preceptos religiosos. Flaco favor le hace a una democracia como la nuestra, que aunque ultrajada, se esperanza en aglutinar bajo la égida de la tolerancia y la participación a unos y otros. De golpe está enviando un mensaje de desprecio a quienes no casen con sus convicciones personales en el hipotético caso de anudarse la banda presidencial.

La audacia de Petro va más allá de lo irónico y da hasta risa, cuando al comparar credenciales académicas, las suyas quedan relegadas a la categoría de prekinder . Perdón, estoy exagerando, kinder. Y eso que sin hurgar a las que algunos citan como inconclusas o de dudosa procedencia.

En medio de este caos político cualquiera puede bajarle la caña a Viviane Morales. Que a gavilla le hagan zancadilla para sacarla del camino, Gaviria sabe de eso, ¡Juan Fernando bendito! O que desde la otra vereda le carguen tintas por ser cristiana y mujer o defensora de la familia tradicional. Lo que les plazca. Pero en más de treinta años de vida pública nadie ha encontrado la patente para poner en duda las capacidades que por su preparación académica ostenta la también candidata a la presidencia de Colombia. Por muy rival en la arena política se lo han dicho sus más recalcitrantes opositores. Solo Petro en un arrebato desatinado y atizado por su entrañable desprecio a la fe cristiana lo sugirió. En su candidez mi amigo el guachimán difícilmente entenderá los desafueros a que nos avienta la soberbia y menos comprenderá que se puede fungir de inteligente y aspirante a presidente, aún respirando odio por lo que otros creen, y por aquellos que creen.

La charla con Eliécer duró poco. Su resuelta confianza me conminó al silencio. Se alejó sonriente salvando obstáculos en su legendaria bicicleta, mientras esgrimía el pulgar gritando ilusionado: ¡Petro presidente!

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