Después de una jornada de protesta virtual nacional en semanas anteriores, un paro virtual nacional de 48 horas en la educación pública, una noticia que a juicio de los padres de familia, estudiantes y gobierno es algo irrisorio, esto es una cadena de partes ignoradas entre el gobierno, Fecode, docentes y estudiantes.
No podemos hablar de paro virtual al 100%, si las cifras de conectividad y disponibilidad de equipos tecnológicos en los estratos bajos son aberrantes, teniendo en cuenta que la población de los estratos 1,2 y 3 son la base de la educación pública y ni hablar de clases virtuales son bajas en la ciudad ahora en la ruralidad es peor, Para rematar, solo el 53% de los hogares en Colombia tiene conexión a internet. Es decir, la mitad de las familias está por fuera de la "educación virtual” (ver: Pandemia y educación virtual).
Haciendo una reflexión pedagógica, sobre el maestro colombiano está el peso de sustentar el salario devengado, por lo que muchas veces se ve presionado por sus superiores locales o departamentales. En múltiples ocasiones esto lo refleja sobreabundando o sobrecargando de material académico a los estudiantes, con el fin de hacer ver con su peso que sí es digno del sueldo ganado en esta pandemia.
Sin embargo, en este panorama, no se ha tenido en cuenta al estudiantado: ¿cómo son sus emociones y resquemores ante esta nueva situación de confinamiento?, ¿cómo los ha afectado la pandemia?, ¿qué trastornos psicológicos ha padecido?, ¿cómo ha sido su adaptación al nuevo sistema y a la llamada nueva normalidad de la sociedad colombiana y mundial?
Además, cabe decir que sobre los estudiantes que tienen la dicha y capacidad de tener conectividad, esto también se ha convertido en una cadena de retos. Ellos han tenido que entender que la educación virtual requiere de autorregulación, autonomía, disciplina, flexibilidad y, sobre todo, compromiso para empoderarse y apropiarse de su propio proceso (ver: ¿Qué va a pasar con la educación virtual?).
En esta realidad la cantidad no es lo que urge, es la calidad y la pertinencia de los contenidos adaptados muchas veces al contexto, las necesidades y los recursos con que cuenta cada uno de los estudiantes en sus hogares.
No es colocar el contenido de las nuestras clases presenciales en un documento para imprimir, no es plasmar nuestra personalidad en los contenidos para hacernos ver nuestra imagen como si estuviéramos en el aula al alumno. No es arrojar contenidos para realizar con medios inasequibles para los estudiantes y padres de familia, y decir eso es lo que hay, hágalo como pueda y no sé cómo va hacer, no es mi problema. Tampoco es colocar contenido
Es hacer un pare, una reflexión acerca de nuestro quehacer pedagógico en este nuevo contexto, y ponernos en la misma posición y situación de cada estudiante y padre de familia, que muchas veces carecen de herramientas y conocimientos para explicarles a sus hijos.