Acerca del abominable comportamiento de este colombiano que insulta, ofende y humilla a la chica japonesa, hay cosas mucho más profundas, que tienen que ver con la necesidad enfermiza que posee nuestra sociedad por la dominación.
Empiezo por la dominación económica, que se expresa en la absoluta fascinación que siente este país por demostrar y exhibir la acumulación de objetos, por humillar a quien no tiene las mismas posibilidades económicas o quien no está en su círculo social (usted no sabe quién soy yo).
Continúo con la dominación sexual, que se vio con este infeliz, quien se aprovecha de una chica en estado de indefensión (por no hablar nuestro idioma) para vejarla y humillarla. O para abusar violentamente a alguien ante una respuesta negativa o por ejercer dominio por la brutalidad y la fuerza.
Así mismo, está el dominio institucional, visto en nuestros "reyezuelos" y mesías de todas las pelambres, quienes por imponer sus juicios son capaces de las peores abominaciones.
Igualmente, está presente el dominio social, representado en el clasismo evidente de todos, en donde el sistema de castas le da a cada uno su "lugar" y atribuciones, y quien osa a subvertirlo es visto como un mensajero del terror y tratado como paria por medio del miedo colectivo.
Por otro lado, tenemos el dominio moral, en donde quien no profese mi verdad salvadora será condenado; el dominio de la homogeneización, en donde la diversidad está proscrita y la heteronorma es sinónimo de perversión; el dominio de la banalización de la realidad, en donde las reflexiones profundas sobre los asuntos trascendentales del curso de nuestra vida en sociedad, son aisladas y objeto de sorna bajo motes simplones, unificados bajo el término a su vez anodino de lo "mamerto", y al lado suyo está el dominio de la vulgaridad y ordinariez, bajo la cuál el buen gusto, la delicadeza y sobriedad se ridiculiza como algo ajeno a lo que somos, a nuestra "sabrosura y colombianidad".
Y todo ello sujeto firmemente por la educación, que es el pegamento que crea esta tragedia; esta tragedia vive en cada uno de nosotros habla cada día, crece y se multiplica como un cáncer que hace metástasis en cada personaje nefasto (lleno de crueldad, de vulgaridad o de estultez) de este país: de quienes nos avergonzamos, criticamos, de quien nos burlamos, a quien tememos o que simplemente no nos gusta.
Sin embargo, es más íntimo, es una parte de nosotros mismos, una tragedia íntima y personal que nos negamos a aceptar porque nos aterroriza ver el pequeño monstruo que vive en nuestro interior y en el que nos vemos reflejados cada vez que algún colombiano estúpido hace las estupideces que bien conoce lejos de esta tierra. Es una reflexión que sale desde el fondo de mi corazón. #EsTiempoDeCambiar #ElCambioEmpiezaPorMi