"¡De la Calle Presidente!"

"¡De la Calle Presidente!"

“Irremediable y obstinado impulsor de la guerra, sediento de poder, que no ceja en el empeño de entorpecer, imposibilitar, obstaculizar y perturbar la paz”

Por: Mario Arias Gómez
noviembre 30, 2016
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“He terminado mi tarea” anunció que sin adornos hizo el jefe negociador de la Habana, al culminar la misión iniciada el 3 de octubre de 2012 y que concluyó el jueves 24 de noviembre con la firma del Presidente y 'Timochenko' del Acuerdo definitivo de Paz, con la presencia de 800 invitados -legisladores, magistrados, víctimas del conflicto y representantes de organizaciones sociales-. Acuerdo que fue suscrito el 26 de septiembre en Cartagena, el que en el papel dio por terminado medio siglo de confrontación armada, Acuerdo que hubo necesidad de renegociar para darle cabida a las propuestas de los voceros del NO.

Imponderable, descollante y lumínica labor, que la Historia -con mayúscula- recogerá, ligada al apreciable y aplaudido Humberto De la Calle -aún joven-. Página que gravitará sobre el porvenir y ventura de Colombia. Admirable, audaz, desvelado y paciente proceso, adelantado por el altruista, austero, afable e insigne negociador De la Calle, ser humano, de gran calidez personal, indulgente luchador, sencillo y sobrio, ejemplo de dedicación, desprendimiento, eficacia, entrega. Apasionado, cálido, enhiesto y magnánimo dirigente, pluralista, de ánimo conciliador, incluyente, formado en un contexto de amor, civilidad, de respeto a la ley y al prójimo. Constructor de amistad, de fe y confianza. Regente que con ardor y convicción defiende sus creencias y principios, la dignidad de la persona, las enseñanzas de los mayores.

Preocupado siempre por las desigualdades e inequidades sociales; los adeudos a la población excluida, relegada y vulnerable; solidario con los pobres; respetuoso de la diversidad, del medio ambiente, opositor del maltrato animal. Motivo de unión de los colombianos.

Fulgente y lúcida estrella generacional, poeta, columnista, erudito y prolijo escritor de gran calado. Embajador en España, Reino Unido y OEA. Decano de Derecho de la U. de C., Registrador N. del Estado Civil, magistrado de la C. S. de J., Ministro de Gobierno. Vicepresidente. Atrayente, prestigiosa y sugestiva hoja de vida, con fuerte ascendencia sobre las discordes fuerzas políticas, religiosas y sociales, las que reclaman y requieren de su apoyo, sacrificio y luces. Faro que alumbra el destino de la patria. Brújula que marca el norte.

Atractivo y calificado conferencista, seductor orador del ágora, el foro. Abogado de señeros quilates, de valiosa reputación profesional, acreditada por una vida, íntegra, sin mácula, afirmada dentro y fuera. Exquisito y excepcional líder, de mérito positivo, de gran contenido humano, amoroso y devoto esposo, padre, abuelo, apegado a los suyos con fervor, a su digna Rosalba e hijos: José Miguel, Alejandra y Natalia. Carismático Político -con mayúscula- en el sentido estricto de la palabra. Pragmático que capoteó las dificultades del mandato confiado, que sacará -Dios mediante- del atolladero al país, de la cruenta e infértil pugna, desconfianza, recelo y escepticismo, en que sumió al país el soberbio y medioeval “mesías”, que juzga, pontifica, califica y descalifica, estigmatiza,  enjuicia, insulta, coordina titulares mediáticos, coadyuvado por el muy avieso y delirante Pastrana; por el amoral, envalentonado, esquizofrénico, maquiavélico y tortuoso Ordóñez; y la abyecta y odiosa lechuza de la escoba, Martha Lucía.

Héroe negociador, prohombre de quien tengo el enorme honor de ser su amigo desde los bancos de la Universidad.  Iluminado adalid -hecho a pulso- con gran perfil en la Edad Moderna, con destacado y bien ganado puesto en la galería de los grandes de Colombia, de quien las plurales fuerzas vivas de la Nación esperan maneje el posconflicto. Enjambre de admiradores y simpatizantes que a una encomiamos y loamos su soberbia gestión. Alegra, entusiasma e ilusiona unirse al plebiscito que implora y ruega asuma la tarea de recuperar, bajo su tutela y divisa del buen gobierno, la Casa de Nariño.

 

Transido de admiración, me sumo al querer expresado por múltiples pujanzas, que advierten en el acreditado, diáfano y magnético De la Calle -irradiado por una hálito de fuego histórico de grandeza- la más sobresaliente alternativa para el 2018, que se contraponga a la compleja y prematura contienda electoral en marcha, abierta por el huracanado y volcánico “San Uribe”, socavando el presente, la institucionalidad, el futuro, todo, por el afán de posicionar mediáticamente al candidato, avivando odios y resentimientos que ahondan aún más el enfrentamiento entre hermanos. Al respecto, si la política tuviera lógica, el candidato del CD debería ser, sin duda, Oscar Iván, a quien acompañé en la pasada campaña, por paisanaje, no por uribista. Hoy no se requiere ser zahorí para colegir que no la tiene fácil, dado el sindicato formado en su contra, por el pérfido primo del “Patrón del mal”, con la anuencia del “Dios” supremo.

 

Como candidato, De la Calle -quien es un demócrata liberal- es garantía de generosidad, consiente como el que más de la necesidad de remar unidos, en forma mancomunada, en favor de las generaciones venideras que se  sobrepongan a la histeria colectiva, a los intereses individuales. Con él se abriría una tercera oportunidad para que Caldas tenga a uno de sus hijos en el Solio de Bolívar, sin contar a Alzate y Otto (q. e. p. d.). Hace cerca de cincuenta años se tuvo a Hernán Jaramillo Ocampo (1915-1989), hijo de Gabriel y Rosa, él cafetero, íntimo de Ospina Pérez, cuando era gerente de la Federación de Cafeteros; Cónsul General en Sao Paulo-Brasil; Secretario Ejecutivo del Comité de C. de Caldas; Secretario Económico de la Presidencia; Ministro de Agricultura y Hacienda; alcalde de Manizales; representante a la Cámara; destacado escritor público. Otra fue con Oscar I. Zuluaga Escobar -1959- hijo de Ovidio y Karina, economista; empresario; concejal; alcalde de mi pueblo, Pensilvania; Senador; ministro de Hacienda. Y ahora, la tercera, con De la Calle…

 

Un deslumbrante, esclarecido y ortodoxo maestro, versátil y recursivo capitán, con un extraño halo que cubre a los héroes de todos los tiempos, que por donde pasan dejan su impronta; encumbrado hispanoamericano que ha terciado positivamente en el devenir histórico-jurídico, con renovadoras y vanguardistas tesis en materia constitucional, venero de estudio y análisis de académicos y catedráticos, obra plasmada en la Constitución/1991, de espíritu pacifista, cuya paternidad nadie pone en duda. Su ponderado y loado talante, brillo, encomiable liderazgo, no escatima admiración y alabe, así como las altas posiciones y cargos desempeñados con lujo de competencia. Virtudes que son garantía del buen gobierno, que lo acreditan para implementar el Acuerdo de Paz, para neutralizar con determinación la consabida, inhumana, sádica y trillada política de confrontación, hostilidad, polarización, pugnacidad lanzada por “San Uribe”. Estrategia y actitud  revivida con el sofisma de luchar contra la entrega a “lafar”, puyando a la gente para que salga a votar emputecida en mayo de 2018.

, que bien sabe, de darse, remueve el yugo de la violencia que tiene sometido al ciudadano de bien, el que despertará, dificultando la perpetuación de la guerra, imposibilitando -de paso- el regreso al poder en cuerpo ajeno, conquistado con base al miedo, terror y mentiras sembradas a lo largo y ancho de la patria.

 

http://www.eje21.com.co/2016/11/de-la-calle-presidente/

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