Rondaba el año 2014 en la ciudad de Bogotá, cuando la obra civil para el diseño, ajuste, planeación, complementación y construcción de la avenida El Rincón-Tabor en Suba, que beneficiaría a unas 320 mil personas, fue licitada públicamente y celebrada. Inicialmente, según el acuerdo 527 de 2013, tendría una duración de 28 meses y contaba con un presupuesto inicial de 51 mil millones de pesos. Aquello suponía una ejecución de 10 meses para sus diseños, 1 mes para revisiones preliminares y 17 meses para la construcción en su totalidad.
El día de hoy, casi 5 años después y con prórrogas que han sido otorgadas, la obra no ha culminado, todo esto a pesar que los residentes del sector llevan desde entonces soportando la inseguridad, el descenso de las ventas en los locales comerciales, los residuos de escombros, las polisombras y todo tipo de medidas provisionales que las obras traen.
Es constante que los directores del “desarrollo urbano” de la ciudad se dediquen a publicar artículos donde culpan administraciones pasadas sobre las obras que se realizan en la ciudad, pero esto solo deja entre ver que el distrito no tiene el control del tiempo de ejecución de las obras, que no existe ninguna disciplina en los tiempos estipulados, ni mucho menos castigo para los consorcios que se crean y destruyen consumiendo el bien más preciado que tenemos los bogotanos: la calidad de vida y el tiempo.
Y así, una de las localidades con más habitantes de la ciudad de Bogotá, cuya población afectada hoy en día por el alcance de la obra rondaría los 365 mil ciudadanos, continúa y continuará ante la frívola mirada de los entes de control, de los políticos que orquestan con bombos y platillos que destraban o avanzan obras, las cuales no iniciaron ni verán terminar, esperando a que la obra finalice, al menos, en un par de años más.
Dicho lo anterior, hay un par de preguntas que llegan a nuestras mentes jóvenes: ¿algún día se actualizará al siglo XXI el sistema de contratación público que castigue la ineficiente ejecución y sobre costo de las obras?, ¿realmente a alguien le importa la calidad de vida del ciudadano que vive allí?, ¿existe algún plan de desarrollo que se centre en el bienestar humano, organizado, moderno y a largo plazo que merecemos y pagamos los bogotanos?
Los demás países se desarrollan rápido, de manera tecnológica y vanguardista, de forma ambientalmente sostenible, pero parece ser que estamos condenados a pavimentar, durante muchos años más y lo peor de manera lenta y tortuosa.