De la asfixia a la respiración artificial: las diferencias entre gobernabilidad y gobernanza

De la asfixia a la respiración artificial: las diferencias entre gobernabilidad y gobernanza

Bajo las circunstancias actuales, la vida pública en el país podría quedarse sin aire, tal como sucedió entre 2002 y 2010

Por: José Higuera
mayo 31, 2018
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De la asfixia a la respiración artificial: las diferencias entre gobernabilidad y gobernanza
Foto: Twitter @infopresidencia

"En la ciencia política la gobernanza expresa una transformación de la estatalidad en las democracias, que se ve obligada a transitar desde formas jerárquicas y soberanas hacia modalidades más cooperativas. La idea de gobernanza trata de hacer frente a la circunstancia de que en muchos ámbitos políticos se han disuelto los límites del estado tanto frente a la sociedad como frente al contexto internacional" —Daniel Innerarity.

I. Gobernabilidad

Pocas veces nos preocupamos por saber “cómo” ocurre el hecho mismo de gobernar, quizá porque nos interesa —especialmente durante las campañas— saber “sobre qué” se va a gobernar. En unas elecciones los candidatos presentan sus ideas sobre el empleo, la educación, la salud, las infraestructuras. Sin embargo, hay un aspecto que está por detrás de esta agenda: la forma en que el candidato —y su partido— va a gestionar el “espacio político”. Este espacio lo representa el equilibrio entre los sectores de una nación a la hora de tomar decisiones, es decir el “cómo se gobierna”.

Este asunto, al parecer, no importa mucho, porque se desvía la atención del ciudadano hacia el “sobre qué” se gobierna y se tiende a ocultar el “cómo”. Por esto un discurso de campaña abunda en las expresiones: “propondré, regularé, invertiré, ayudaré”. En raras ocasiones se admite que todos estos deseos dependen de un complejo proceso de negociaciones, previo a un estudio técnico (en nuestro país en general no se pasa de ese punto), hasta que algo se logra realizar. Es en este proceso dónde los proyectos de un gobierno salen adelante, se reforman, cambian de dirección, o se estancan.

Si un cargo electo tiene un desempeño equilibrado entre el “cómo” y el “sobre qué” se gobierna, llevando a cabo —al menos—una parte de lo que propuso en campaña, consideramos que ha sido un buen gobernante.

II. La segunda vuelta y la respiración asistida

Se afirma que en Colombia no hay cultura política, sobre todo porque obviamos el “cómo” se gobierna. Sin embargo, a esta altura de la contienda estamos obligados a hablar más del “cómo” que del “sobre qué”, dado que los candidatos comienzan a pactar de un modo sigiloso, pero rápido, con quién pretenden gobernar y a qué sectores va a beneficiar ese gobierno.

En este momento hay un partido, el CD (Centro democrático), que cuenta con un líder a prueba de cualquier cuestionamiento y que goza de una “mayoría compacta” en el congreso, en la opinión pública (por ser el partido del no), en algunas instituciones (militares), y que además tiene un importante apoyo de los medios de comunicación afiliados a poderosos grupos económicos. Cuando estas mayorías, tan compactas, llegan a gobernar —y esto sucedería en cualquier país— no necesitan literalmente a nadie más para hacerlo. Por lo tanto, no hay pluralidad en la toma de decisiones, no se llevarán a cabo iniciativas que estén fuera de los intereses de esta mayoría compacta y cualquier beneficio será para sus miembros más cercanos. Estamos ante una forma de gobernabilidad asfixiante que ocupa todo el espacio de la acción política por un motivo muy simple: el CD se basta a sí mismo para gobernar, no necesita a nadie.

Del otro lado están las “mayorías gaseosas” —Colombia Humana/Fajardo— que juntas tienen, de hecho, y en caso de que quisieran reunirse, muchos más apoyos en el parlamento, las instituciones, y en amplios sectores sociales. El problema de estas mayorías es su naturaleza efervescente y cambiante, cuyo comportamiento es imprevisible, aunque puede ser sorprendente. La suma de estas “mayorías gaseosas” —en las elecciones del domingo pasado, primera vuelta— superó claramente a la “mayoría compacta” del CD.

Es cierto que se necesita una cultura política muy fuerte para que un sector con estas características llegue a construir un proyecto de gobierno, pero esto no es imposible. Es una prioridad cambiar la asfixia del espacio político generada por el CD por la “respiración artificial” de los sectores que se le oponen. Las ventajas de un modelo de gobierno de respiración asistida, por pactos y coaliciones, es más plural, tiende a beneficiar a más sectores de la nación, y enseña a las mayorías compactas otra forma de cultura política menos monolítica, sin sometimientos incondicionales a un líder y con un proyecto de nación más inclusivo.

III. Gobernanza

El cambio se caracteriza por superar la “gobernabilidad compacta” y asfixiante —de una sola dirección— en la que una mayoría sólido-disciplinada sigue la voluntad de una misma cúpula de líderes. La opción es construir una “gobernanza” por medio de pactos y compromisos —de varias direcciones— entre sectores con experiencia en el parlamento, en gobiernos regionales y en la acción social, caracterizados por una política inclusiva, redistributiva y transparente. Estos pactos no excluyen a la mayoría sólido-disciplinada que tendrá la oportunidad de aprender a pactar, y a comprometerse políticamente, sin que medie una declaración de fidelidad incondicional.

En estos momentos, un sector de la mayoría gaseosa (Fajardo) —a pesar de saberse fuerte y lleno de iniciativa— piensa dar un paso atrás en la contienda electoral, lo que se traduce en un voto en blanco o la abstención en la segunda vuelta. Esta, dicen, es la mejor forma de posicionarse en contra del CD o de no entregarse al otro sector de la mayoría gaseosa (Colombia Humana). Con esta posición se comete un grave error, ya que el único beneficiado de esta posición es el CD que “asfixiará” con su gobernabilidad compacta el espacio político. La vida pública en el país podría quedarse sin aire, tal como sucedió entre 2002 y 2010.

Además, esta posición contradice el carácter de las mayorías gaseosas —más flexibles— que no hacen política contra nadie, sino en favor de la transparencia, el diálogo, y la confianza en los compromisos colectivos de los gobernantes (Fajardo). Esta gobernanza es menos monolítica, pero más dinámica. Si ocurre lo contrario, el país estaría perdiendo la oportunidad de aprender otra cultura política y dejaría de ser pedagógicamente ejemplar en sus comportamientos en la vida pública. Unos valores que los académicos Fajardo y Mockus han defendido cada uno a su manera. La sociedad colombiana les pide no claudicar y no decantarse por modelos de gobernabilidad compacta —menos inclusivos y totalitarios— que acabarían asfixiando la vida política del país.

Ver: Globernance y ¿Qué es eso de la gobernanza?

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