De la acción política y el trabajo doméstico femenino

De la acción política y el trabajo doméstico femenino

Una reflexión en el marco del Día de la Madre

Por: Jhon Jairo Losada Cubillos
mayo 08, 2020
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De la acción política y el trabajo doméstico femenino
Foto: Pixabay

A propósito de la celebración de la Día de la Madre, vale la pena hacer algunas reflexiones en el contexto de cuarentena del rol de la mujer en espacios de resistencia política y de la tensión que se produce entre la lógica de mercado y escenarios de acción como el del trabajo doméstico.

Lo primero que hay que decir es que si bien este tipo de “celebraciones” tienen una connotación económica, que puede considerarse como una excusa para el comercio, hay lugares que no logran ser coaptados completamente por dicha lógica, en los cuales las mujeres juegan un papel fundamental. Un primer paso para desnaturalizar su dominio es asumir críticamente la tendencia a pensar esta estrategia de mercadeo como un espacio de lógica invariable, de despliegue automático, que parece no ofrecer margen a la intervención o transformación (de allí la fuente de imaginarios como el que ¡esto no lo cambia nadie!).

El célebre filósofo Karl Marx reconocía que el capital se produce a partir de un proceso de acumulación originaria, desde el cual los medios sociales de producción y de vida se convierten en propiedad privada de unas cuantas personas. Sin embargo, lo que este pensador no logra detectar claramente es el papel que jugaron las mujeres en dicha lógica, no solo como parte activa en la reproducción de los medios sociales para la acumulación y producción de fuerza de trabajo, sino también como víctimas de persecución y violencia ante el despliegue del poderío patriarcal dado a la par con la consolidación del mercado.

Para la pensadora italiana Silvia Federeci, el hecho de que las mujeres se ocupasen de forma gratuita de la crianza de los infantes, por ejemplo, fue esencial para que la revolución industrial prosperase, porque las fábricas necesitaban gran cantidad de mano de obra, de trabajadores y, por lo tanto, se requería que la natalidad aumentase. Ella misma explica que incluso desde siglos atrás se efectuaron diversas prácticas relacionadas con la violencia de género que fueron funcionales al despliegue de esta ideología.

En su maravilloso libro Calibán y la bruja, esta autora expone la forma como en diferentes contextos europeos y mundiales, la persecución de “brujas”, el asesinato masivo de parteras, curanderas, mujeres de edad avanzada, trabajadoras del campo, entre otras, permitió el desarrollo de este modelo. En otros términos, la caza de “brujas” contribuyó a destruir el poder social de la mujer, a desvalorizarla como sujeto, fue una herramienta útil para atemorizar a las mujeres que gozaban de cierta libertad en el campo y encerrarlas en sus casas para que se encargasen de la reproducción y el cuidado de sus familias. Desde entonces las mujeres quedaron confinadas al espacio doméstico.

No obstante, aunque haya una tendencia fuerte en la que los medios sociales de producción y de vida se convierten en propiedad privada (se vuelven mercancía), las mujeres han desplegado históricamente toda una serie de labores (además de criar a los niños, cocinar, lavar, hilar y mantener el huerto, cuidar los animales, etc.) que excedían el dominio de la economía de mercado y que lo siguen haciendo, no solo al convertir el espacio doméstico en un lugar de resistencia, sino de acción política transformadora, que amenaza las huestes del sistema económico.

No en vano en épocas de confinamiento, se han incrementado considerablemente, en todo el mundo, los casos de violencia intrafamiliar asociados a cuestiones de género (otra forma de seguir cazando brujas). Lo cual obedece no solo a un tema de convivencia o de salud mental, sino a un problema de racionalidad económica, en el que se siente amenazada tal ideología. Desde siempre las mujeres han sido el signo de resistencia, de empoderamiento, de liderazgo en movimientos en defensa de la naturaleza, en contra de la expropiación de la tierra, etc. Por ello, cuando se atenta en contra del poder político y económico (como en la intimidad del hogar o de la cocina), cuando la mujer es la que dispone, gerencia, administra y gobierna el hogar (y se debe vivir con esto de forma cotidiana, como en la cuarentena en la que nos encontramos), esta forma particular de desarrollar prácticas económicas se ve desplazada.

Si bien hay una tendencia, desde ciertos sectores de estudios económicos críticos, a considerar a la educación como el factor clave en la lucha contra la inequidad, la pobreza y de todo tipo brechas sociales y económicas, lo cierto es que para eso ocurra se necesitan una serie de condiciones de posibilidad que vienen directa o indirectamente ligada al trabajo doméstico.

Por ello, festejamos a las madres empoderadas, especialmente a aquellas que se han encargado del cuidado del hogar, aquellas que han “sacrificado” su vida, no en procura del establecimiento de las condiciones de poder (asuntos que ni cabrían en su mente amorosa), sino en las posibilidades transformadoras que dona el trabajo hecho con amor, que mantienen el mundo con vida, que conspiran desde la cocina. Hoy celebro ser hijo de una de estas “brujas”, que no encaja dentro de estereotipos de paradigmas científicos, de la economía de mercado o que no cuenta para el “sistema”, pero que con su potencia ha permitido que pueda escribir estas líneas reconociendo la inmensidad de su trabajo y el valor político del mismo, para al final poder decir: ¡esto lo cambian ellas!

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