Hace casi un año una joven sueca, llamada Greta Thunberg, inició solitaria una “huelga por el clima”, negándose a ir a la escuela. Hoy siguen su ejemplo jóvenes de 1.600 ciudades del mundo y ella ha sido nominada al premio Nobel de Paz. Su mensaje es simple, hay que tener miedo del futuro si seguimos como vamos. Lo peor es que seguimos igualito a lo que Greta denuncia: en la indolencia, con pañitos de agua tibia y cumbres con acuerdos que ningún país acata.
Los jóvenes de todas esas ciudades, en especial de Inglaterra donde ha tomado fuerza el movimiento YouthStrike4Climate (Huelga Juvenil por el clima), nos están dando una lección de sensatez. Deberíamos pellizcarnos para hacer verdaderas trasformaciones en el modelo económico consumista y en la reeducación de la población para responder a los desafíos frente a las amenazas globales.
En Colombia, por ejemplo, el movimiento Ríos Vivos ha estado muy activo frente a los daños que generó Hidroituango en el bajo Cauca, pero faltaría igual militancia frente a la porquería que le echamos día a día a nuestras fuentes de agua, en prácticamente todos los municipios del país. Bogotá lleva más tiempo sin resolver el tratamiento de sus aguas que lo que el túnel de la Línea en construcción. Y ni que decir del trasporte. La capital siguen la pelea del metro, que si elevado, que si subterráneo. ¡Importa poco! Lo que está de por medio no son Peñalosa o Petro sino la calidad del aire. ¿Qué tal una huelga para que se haga ya, sin dilaciones o trampas politiqueras?
Medellín y Bogotá se la pasan en emergencia ambiental y las resuelven con medidas paliativas como aumentar el pico y placa… Mientras en Cali, Barranquilla y otras ciudades el trasporte público sigue atrasado, sin soluciones de largo aliento a la vista. Para eso no hay plata, pero sí para favorecer a vendedores de buses nuevos o empresarios de buses chatarra. ¿Qué tal una huelga por un cambio de fondo en el trasporte público?
La deforestación acorrala nuestros parques naturales, plagados de coca, amapola y marihuana. Pero seguimos enfrascados en debatir si usar o no glifosato. ¡Qué glifosato, ni que ocho cuartos! Hay es que actuar con el peso del Estado, haciendo presencia en los territorios, proponiendo alternativas y no, como estamos, muertos del miedo de entrar a esas zonas disque porque están en manos de grupos armados. Que funcionen los programas de sustitución y que haya autoridad, sin contemplaciones, para los que no los acojan. Pero no, nada pasa. O mejor, si pasa: se echan pullas duquistas y santistas mientras crecen cultivos y deforestación.
Las playas y los mares repletos de basura plástica, los rellenos sanitarios que no son rellenos, el reciclaje en la fuente sin ser reciclaje, ni hacerse en la fuente. Y, ¿qué tal la minería ilegal? Pues nada, en todos los pueblos de Colombia hay su mafia particular que extrae sin ningún problema oro con retroscavadoras, utilizando mercurio y otros venenos. El gobierno ve pasar por sus narices este tráfico maldito y no hace nada; lo único que le importa es prohibir las consultas previas sobre minería “legal” y permitir que la corrupción, alcahueteada por las autoridades locales, siga devastando nuestros ríos. ¿Qué tal una huelga contra la minería ilegal?
Los POT de los municipios, con la anuencia de los concejales corruptos,
autorizan la construcción en humedales y reservas forestales,
para que los empresarios se hagan ricos vendiendo metros y metros de cemento
Los POT de los municipios, con la anuencia de los concejales corruptos, autorizan la construcción en humedales y reservas forestales, voltean la tierra para que los empresarios se hagan ricos vendiendo metros y metros de cemento. ¿Qué tal una huelga contra los POT y los usos del suelo absurdos?
Que falta hacen más huelgas como la de Greta, por el ambiente, por el futuro, por la protección de la flora y la fauna, contra las naciones que firman acuerdos y no los cumplen. En cambio, cómo nos sobran políticas que favorecen el fracking, Planes de Desarrollo que intentan revertir avances en la participación o en las libertades individuales. Cómo nos sobra un ELN matando soldados y explotando oleoductos, cómo nos sobra la guerra, esa maldita guerra que, por más de medio siglo, ha sido financiada por cultivos ilícitos y minería ilegal, destruyendo el medio ambiente y el respeto por el ser humano. ¿Qué tal una huelga contra el intento de acabar la poca paz lograda?
www.margaritalondono.com