De Hitler a Uribe: ¡la comunicación lo es todo!

De Hitler a Uribe: ¡la comunicación lo es todo!

"A través de esta disciplina ha sido posible maniobrar contra las personas a niveles mentales masificadores"

Por: Hernán Muriel
julio 02, 2019
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De Hitler a Uribe: ¡la comunicación lo es todo!

600, 1000, 1500 años duró el feudalismo, mucho tiempo como para pensar que se acabaría. Los siervos verían en su descendencia decenas de generaciones de siervos; los nobles verían en su descendencia decenas de generaciones de nobles; lo mismo sucedería con los reyes, los emperadores, los artesanos, incluso los religiosos y todo aquel que existiera bajo aquellos modelos sociales que se heredaban año tras año.

Nadie pensaría nunca que acabaría. Mil años son suficientes para perpetuar lo que sea. El feudalismo como sistema económico, político y social se juzgaba eterno. Pero, como todo, acabó.

Hoy asimilamos en la democracia un camino perfecto de participación ciudadana. Las mayorías deciden sobre sus intereses y necesidades. Quienes pierden tienen la posibilidad de reajustar y proponer sus ideas a quienes ganan. El voto es la máxima expresión de libertad de poder decisorio.

Aunque, dicho lo anterior, pareciera que nos estuviéramos olvidando de algo: las naciones del mundo retroceden, la inconformidad mundial crece, el hambre apaga los ojos y la pobreza prende los televisores. Se matan los países por orden de quien fue elegido para gobernar, se acribillan los hermanos bajo el himno de una bandera que no los reconoce, se olvidan las madres de sus hijos cuando se esfuman entre la selva con sus vestidos camuflados.

La democracia sería un mecanismo de participación real en cuanto supiéramos participar; sería un vínculo entre ciudad y ciudadano en cuanto fuéramos ciudadanos; sería un sistema político viable en cuanto no sea inviable para el humano omitir el instinto para llegar al pensamiento.

Podemos creer, como cualquier conde de Europa del siglo X, que la democracia al igual que el feudalismo es el fin y el mejor sistema alcanzado para lograr la participación y conjunción política de las sociedades. Por el contrario, eso no puede estar más lejos de la verdad.

Dos principales problemas, ineludibles en la sociedad contemporánea, nublan la democracia, la estremecen como un sistema perturbador: son la manipulación y la corrupción.

Inexplicable es, visto desde la descontextualización que pretende el Establecimiento, reconocer las victorias de personajes políticos como Uribe, Macri, Duterte, Bolsonaro, Trump, Putin, Netanyahu, Rohaní e incluso, algunos extintos, como Mussolini y Hitler; sin embargo, sí tiene explicación.

La disciplina de la comunicación, el fenómeno de quiebre

Álvaro Uribe fue elegido dos veces como presidente de Colombia y continúa, desde el 2002, enclaustrado en el poder político democráticamente.

Adolf Hitler recibió en Alemania una votación inmensa: 12 millones de votos en comicios presidenciales. Basta mayoría que sobrepasa la población de países como Grecia y Bélgica. Es una cifra que, a pesar de ser de hace más de 8 décadas, supera las votaciones contemporáneas de elecciones que eligieron presidentes en países como Colombia en el 2019, y cuadruplican los votos que obtuvieron presidentes como Piñera, en Chile.

Es esencial preguntarse, ¿cómo puede un hombre como Álvaro Uribe Vélez ser reelegido y poner presidente a pesar de tener señalamientos en implicaciones con masacres, como la de El Aro y La Granja? ¿Cómo puede él ganar, si su discurso hace apología al odio, a la guerra y al todo vale?

Ahora, ¿cómo puede un hombre como Adolf Hitler conseguir 12 millones de votos si su personalidad era explícitamente homofóbica, racista, supremacista y transgresora de los derechos humanos?

¿Cómo puede Jair Bolsonaro ganar la presidencia en uno de los países pilares de Sudamérica, teniendo en cuenta que sus actitudes agreden a las mujeres, las minorías y desprecian a los negros y los pobres?

¿Cómo pudo Donald Trump posicionarse en Estados Unidos bajo acciones antiambientales, irrespeto constante contra el género femenino, además de concepciones machistas, racistas y ufanas?

La respuesta, mis queridos lectores, es la comunicación.

Durante toda la historia ha existido la manipulación y la corrupción, por supuesto. Pero no fue hasta el siglo XX donde se magnificó su uso y se aprovecharon al máximo. La comunicación como disciplina es el más grande medio por el que ha sido posible maniobrar contra las personas a niveles mentales masificadores.

La radio en 1912, la televisión en 1940, la internet a mediados de los 90, las nuevas tecnologías luego del 2000; todas conjugaron en lo que hoy es un caldo próvido de bombardeos informacionales que buscan manipular e instigar a las personas hacia un determinado fin.

Si tenemos en cuenta que las comunicaciones son necesariamente una forma de relación social, entonces ellos han sabido cómo relacionarse y cómo moldear las interacciones comunicativas. Se han adentrado en cada mísero pensamiento, en cada palabra, en cada ventisca de raciocinio que pueda circundar por la cabeza de las personas.

El nacimiento de la comunicación como una disciplina permitió reconocer y profundizar, desde una mirada metodológica y juiciosa, el campo más necesario para la socialización. Conocernos a nosotros mismos nos ha hecho vulnerables a nosotros mismos. Saber a profundidad sobre el complejo mundo de la comunicación humana, introdujo a la humanidad en un displacer de constante apedreamiento por parte de quienes tenían ese conocimiento.

Es a través del reconocimiento de nuestros paradigmas comunicativos como se logran introyectar en nuestras formas de concebir lo que creemos apropiado y lo que creemos merecer. No obstante, para lograr eso, se necesita algo más: medios.

La complicidad de los medios de comunicación

La titulación abarca el proceso de creación de un conjunto de aspectos que definen la forma en como inicialmente se presentará una producción informativa a un receptor: título, entradilla, antetítulo, foto, pie de foto, etc. Dos medios pueden titular un mismo hecho de maneras sumamente contrarias, aun presentando la misma información.

El lenguaje, tan inconmensurable, siempre deja posibilidades abiertas, formas nuevas de comunicar lo mismo. La intencionalidad es la que pone en juego las palabras y las acomoda, reorganiza o modifica en sinonimia.

No es lo mismo leer, por ejemplo, estos dos enunciados: “Vándalos irrumpen en ruta del Transmilenio y pintan grafitis”; o leer: “Usuarios de Transmilenio bloquean ruta en protesta por mal servicio”.

En primera instancia parece no ser grave, el escenario atisba ser ínfimo. Ahora, ¿a quién beneficiaría o perjudicaría una nota —y la forma en que sea redactada— sobre TransMilenio?

Imagínese todos los días de su vida, en la franja del noticiero televisivo de las 7:00 p.m., una noticia corta sobre ese medio de transporte en cualquiera de los canales principales de Colombia. Día a día, palabra tras palabra, titular tras titular, información sobre información; tendrá que permear en usted, a corto o mediano plazo, el hecho de que, en efecto, el TransMilenio está fracasando como medio de transporte a causa de las manifestaciones y los actos vandálicos que contra él se han efectuado.

La intención que hay detrás de cada palabra se inyecta fácilmente, en la medida en que usted sea inconsciente del entramado comunicacional que se cuece tras los consejos de redacción.

Prosigamos, póngase a pensar en una estrategia más grande, temas más decisivos, piense en esquemas de pensamiento que en Colombia (o cualquier parte del mundo) se encuentren instaurados, sean ley común.

Un mes, con reiteradas notas informativas en torno a un tema en específico y con una intencionalidad en cada una de ellas, aprovechando el acomodo del lenguaje; puede ser suficiente para sembrar una idea en alguien. Si es así, ¿entonces qué sucede cuando la información y su amañamiento no tarda semanas sino años?

¿Cómo cree que logró George W. Bush invadir Irak, Afganistán y hacer ver a la prisión de Guantánamo como algo fantástico? ¿Cómo logra cualquier persona, con el poder y los medios a su favor, conllevar a las masas a desear la guerra, suplicarla y decir: “yo doy la vida por…”?

El estudio riguroso de la comunicación desde la academia ha generado vasto conocimiento que ha sido aprovechado, con la complicidad de los medios de comunicación, por las esferas del poder para ejercer manipulación sobre las masas.

Las consecuencias han derramado sangre, sembrado mucho odio, desorientado las nuevas generaciones; se han divido los pueblos para vencerlos, se han timado las madres para llevarse a sus hijos.

Cuando surja la pregunta de por qué un hecho insólito que atenta contra los principios de vida del ser humano mismo, se convirtió en una propuesta política popular y ampliamente aceptada por diversos sectores de la sociedad, ya sabe que la respuesta es la comunicación.

La malignidad del caso se encuentra en quienes tienen consciencia de que en la comunicación está la más grande herramienta de manipulación humana y la usa como tal; quien no tiene consciencia de ello y cae sobre ese colchón de falsedades, es simplemente una víctima más que ha perdido su identidad y sus propios procesos de raciocinio. ¿Puede ser usted una de esas personas, víctimas del bombardeo sistemático de estrategias de comunicación capaces de trastocar su propia cosmovisión? Tenga mucho cuidado con lo que lee, escucha, mira; desconfíe incluso de esta columna que acaba de leer.

Williams, R. Historia de la comunicación, 1992.

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