Tu me enseñaste todo lo que sé pero te reservaste lo esencial.
Me enseñaste que el mundo no tiene alma y el universo
sabe que los hombres están viviendo en él.
Margarite Yourcenar
Como el protagonista de la obra el Tambor de Hojalata de Gunter Grass o de la novela La casa de los Espíritus de Isabel Allende, la venezolana Marisol Escobar fue una artista con una inocencia tan real como literaria. Como persona y como creadora construyó por dentro su mundo y, por fuera, quedó la apariencia que nos tocó vivir: una presencia misteriosa y un silencio ausente.
Fuimos amigas y realicé varias exposiciones sobre su obra. Cuando conversábamos, su mirada transparente y perdida me hacía pensar ¿En qué momento la mirada pierde la inocencia? Y, Como Arman o Christo, bastó solo su nombre y se llamó Marisol.
Ese enigma que ha existido lo podemos seguir a través de los títulos de algunos de los artículos que se han escrito sobre ella. “Es Pop, no es Op, es ¡¡Marisol!!” anotó Grace Glueck, en la revista de The New York Times en 1965. Pail Gardner en 1989 se preguntó: ¿…Quién es Marisol? “El fenómeno conocido como Marisol”, la llamó The New York Observer en 1995 y de sui generis la calificó George Melrod en la revista Arts and Antiques en 1995.
Es verdad. Tanto en su obra como en su personalidad existe una incógnita que no permite darle categorías ni tener afirmaciones categóricas. Ese misterio está integrado a su vida, a su obra y a su muerte
The cocktail party, 1965-1966
Marisol nació en París, en mayo de 1930 y murió en la mañana del 30 de mayo de 2018. Sus padres muy acomodados vivían en todas partes y con todos los lujos. Ella y su hermano vivieron en Venezuela y siguieron la vida del mundo cuando llegaron a la vida universitaria.
Marisol fue una pionera por convencimiento propio, se inventó un nuevo prototipo dentro de la Figuración del siglo XX en madera. De una forma despierta y fresca, retomó el espacio artístico que Duchamp determinó en 1913 y dio un paso más allá del “Happening” cuando abordó las técnicas del ensamblaje de la década de los cincuenta.
En esta primera etapa reorganizó la idea de la escultura, imprimiéndole a sus cuerpos-cubos, un retazo del cubismo y también parte del dictamen minimalista de la época. Desglosó las intenciones de Goya en sus Caprichos para ver el mundo con distancia crítica. Se detuvo en la realidad para recoger objetos de la vida cotidiana y para encontrar en maderas de las demoliciones de Nueva York, ciudad donde vivió gran parte de su vida. En las maderas viejas encontraba otro espacio y otro tiempo. Se inventó una nueva forma de collage cuando prestó rostros que sacaba de revistas o fotografías que pegaba sobre sus esculturas.
Sus esculturas tienen vida propia. Como George Segal, no se quedó inmersa ni cómoda en el mundo Pop, aunque también fue una protagonista del Movimiento. Sus figuras mentales le ocupaban un espacio singular y literalmente corpóreo. Su concepción del espacio era una unidad múltiple. Además le infiltró una carga emotiva a sus objetos y encontró en el ensamblaje una manera de reconocer la integridad humana en retratos que muestran situaciones sociales al límite.
Mi mamá y yo, 1968-1982, MACCSI
Sus personajes, poco a poco, se volvieron algo expresionistas porque la artista respetaba los dictámenes de la madera y donde la talla fue su única razón de ser. Primero dibujaba mapas humanos en la madera y luego los lijaba para encontrar el secreto que se encuentra más adentro de la superficie del material. Luego los tallaba. Así buscaba una nueva identidad en la escultura y también, una nueva propuesta para el dibujo.
El dibujo era una primera manera de ver el mundo, la reflexión de la forma y la huella de la expresión. De la fragilidad del papel se trasladaba a la fuerza interna de la madera. El dibujo es al mismo tiempo el bosquejo inicial y la superficie final. Es el rastro de la mano que piensa y deja en esa señal más conclusiones.
Marisol no tuvo límites. Conquistó el espacio no convencional en la escultura y realizó instalaciones tempranas que buscaban representar situaciones sociales. También integró elementos de la vida diaria que le dieron al Pop contexto social a sus anatomías. La artista, recreó situaciones donde buscaba ridiculizar una fiesta, hizo retratos de líderes políticos, reinterpretó ídiolos de la época.
Cada serie y cada tiempo de su historia lleva su reflexión crítica. Con un sentido semejante al de Baudelaire, Marisol desacraliza el sentido de los símbolos del poder y al mismo tiempo humaniza a los marginales.
Marisol supo encontrar su narrativa plástica en la que los protagonistas atraviesan mundos imaginarios donde se cumplen todos los acontecimientos que pueden suceder entre los personajes de Alicia en el país de las Maravillas con la verdad crítica de Ciorán.
El trabajo de Marisol mira detenidamente a los hombres y los trasforma en retratos. Son imágenes que integran tiempos y espacios con circunstancias sociales. El retrato es su punto de partida y de llegada. Es su manera de abordar su realidad. En la década de los 90 y de la misma forma que observa e interpreta la conducta social, ella también observa las circunstancias de los marginales. Con la misma justicia de Robin Hood sintetiza la historia de la pobreza en grupos de familias o monumentaliza la causa del indígena americano. Ella le infundió una especial dignidad estética que tiene como paralelo una aguda crítica.
La última cena, 1982-1984
Dentro del trabajo de la artista, existen ciclos donde la historia del arte o los artistas son el tema. Marisol realizó varios trabajos sobre obras de Leonardo Da Vinci como La Ultima Cena donde trasladó la imagen pictórica a una instalación escultórica. Se inventó otra versión y duró cinco años haciéndola. Esta obra hace parte de la colección del Museo Metropolitano de Nueva York. Se trata de una reflexión estética y una investigación plástica que se conjuga en un resultado donde los argumentos son los mismos. Cambian los tiempos del arte. Como siempre, estas obras muestran actos creativos donde busca una recuperación de las leyes de composición de Leonardo. Y el resultado final, es su interpretación del dibujo sobre la madera que se integra en una instalación. Es, sin duda, uno de los pocos “grupos” que Marisol ha realizado donde entre las figuras existe un ritmo interior que integra a los participantes. Este acto de retomar las obras de arte volvió a hacer recientemente con su grupo de hombres que hacen referencia al trabajo del hombre con el paraguas de Magritte.
Picasso,1977
Por otro lado, realizó homenajes a artistas, Andy (1962-63) con quien hizo para el dos películas, a Picasso (1977) donde se reinventa una imagen de la fuerza creativa en esa mirada. Tambien homenajeó a De Koonig (1980), Georgia O´keeffe (1980) o Louise Nevelson (1981).
Marisol introduce su tendencia individual. Muchos son autorretratos donde la soledad está presente, la incomunicación sale de la ficción para integrarse a su realidad estética. La máscara de su rostro hace parte integral de unas figuras anónimas. La máscara como el símbolo de la apariencia y la verdad colectiva. La manera como ella integra el “rostro” al resto del “cuerpo” nos muestra su propio aislamiento y el adiestramiento de los recursos técnicos y la manera como nos deja con la condición de soledad para entrar en la reflexión del cuerpo mudo.
Father Damien
Cuando le solicitaron la estatua del Padre Damián que realizó en bronce, lo pensó leproso y lo convirtió en el símbolo de Hawái.