De Haití a Cuba al Chocó
Opinión

De Haití a Cuba al Chocó

Cuba, duélale a los más godos, cambiará por mayores libertades, pero no debería hacerlo para ser una nación "democrática" como Haití, esa cosa de derechos de papel

Por:
julio 15, 2021
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Haití, además de media isla, es una república democrática, libre, soberana, con elecciones abiertas de presidente y miembros de corporaciones, un Estado con Constitución liberal y toneladas de leyes, calcado al molde filosófico-político de las naciones contemporáneas que defienden la libertad de expresión y todos los derechos habidos y por haber, eso sí, si se permite semejante vulgarismo, mientras la gente se caga de hambre en las calles.

Este trozo de isla que representa la primera sociedad fundamentalmente negra que declaró la independencia en este lado del mundo no es una desgracia; la hicieron una desgracia.

Sin perder de vista que todas las síntesis son pobres, hagamos una: arrasados los Taínos desde la llegada de los españoles al Fuerte de Navidad, la isla se colmó de esclavos negros para servir, parir y morir en plantaciones de caña, tabaco y café. Dos siglos después de la Conquista, la piratería en el Caribe y la confrontación en Europa presionaron para que España le entregara a Francia lo que hoy es Haití, así, exactamente como se da un trozo de ponqué.

En 1804 los cimarrones, esclavos alzados contra Napoleón y contra los pocos blancos titulares de todas las tierras, lograron la Independencia. Una independencia que ayudó a inspirar la de la tierra que hoy es Colombia, pero una independencia como la mayoría, desorientada, infantil, así que pronto el libertador se proclamó emperador, las plantaciones dejaron de sembrarse, el arrebato de corrupción cundió y, como corresponde a la geopolítica de todos los tiempos, las potencias europeas y los Estados Unidos, inquietos por el mensaje de liberación negra, aislaron inmediatamente a esa parte de la isla y bloquearon con ella todo intercambio comercial.

Para entonces los principios de igualdad, fraternidad y libertad que hoy siguen vivos en la Constitución de Haití se calcaron de la Revolución Francesa, pero Francia molesta le cobró a la recién independizada 150 millones de francos para levantar el bloqueo comercial y reconocer la independencia, mejor dicho, le vendió la libertad. Y pasó luego a hacer lo de todo buen banquero: le dio crédito, la endeudó para que los gobiernos autónomos y democráticos fueran robándose esos empréstitos, y los gringos también prestaron plata.

Vuelta ya una sociedad caótica y en riesgo de no pagar la deuda, los Estados Unidos la invadieron con sus marines en 1915 y se quedaron; luego hacia 1957 apoyaron la llegada de François Duvalier (Papa Doc), tirano, torturador, un sicópata ni más ni menos, que se proclamó presidente vitalicio.

Lo demás, como un rumor llega de tanto en tanto, por ejemplo como ahora porque mataron un presidente: aunque eso en la práctica no pase de ser una acotación, se trata de una de las sociedades más miserables y analfabetas del mundo, con gobiernos en donde el término corrupción es tan solo un cumplido, con unos pocos ricos empresarios que transan negocios gigantes con potencias mientras el sol abrasador de siglos en una tierra seca y las bandas criminales hacen de las suyas; una sociedad desplazada en condiciones de hambre a República Dominicana (la otra parte de la isla) para sufrir en buena parte esclavitud y acecho (la obra de Avelino Stanley  es profunda en esta historia), en fin, un país inviable, famélico, desinstitucionalizado y cundido de enfermedades,  en donde la cooperación internacional pone dinero que nunca se ve, que nunca cumple el propósito y en donde, para remahar, pareciera que se exaltan los desastres naturales como el que pocos años atrás dejó cerca de 300.000 muertos, porque en realidad hay poca capa vegetal, pocos árboles que ayuden a resistir cualquier soplo del destino y del mar.

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Cuba no es un país democrático donde los gobiernos se elijan por voto popular como en Haití o en Chocó o Buenaventura, con índices de precariedad y fenómenos de inviabilidad similares a Haití

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Cuba también en primera plana estos días, por el contrario, no es un país democrático, ni liberal en donde los gobernantes se elijan por voto popular como en Haití o como en el Pacífico colombiano, en Chocó o Buenaventura que tiene índices de precariedad y fenómenos de inviabilidad similares a Haití o a los más desarrapados estados africanos.

Cuba, por supuesto, tampoco tiene una Constitución copiada de Francia. Es comunista. No hay gente rica, ni empresarios que comercien con grandes empresarios internacionales; los deportistas, en general muy destacados, no tienen para comprar deseos como los de Cristiano Ronaldo y, más bien, bajo los estándares nuestros se diría que todo se ve raído, viejo y pobre. Sin embargo, acredita, sin reparo serio, índices de desarrollo humano profundamente destacados en salud, en educación (cero analfabetismo), y ni una sola persona padece de hambre o muere en la calle sin asistencia.

Indudablemente Cuba tiene cicatrices de autoritarismo. Cuba tendrá que cambiar por la presión de una sociedad que legítimamente exige mayores libertades; pero Cuba, aunque le duela o eso quieran los más godos de los godos de por acá, no cambiará o no debería hacerlo para volverse una nación entre comillas democrática, igualitaria, libre o autónoma como Haití o como algunos territorios devastados de nuestro mapa, esa cosa de igualdad y derechos de puro papel.

 

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