Cuando las directivas de un medio me pidieron que cubriera, en calidad de corresponsal de lambonería, el viaje del expresidente en ejercicio no me imaginé que mientras escuchaba las mentiras del gordito y las interminables encíclicas de su hermano, me perdía de otras noticias que bien servían para mi columna sin necesidad de semejante viaje tan cansón.
Y es que Maduro, experto en el arte de la comunicación interespecie, conversa con un caballo, como ya había hecho en años anteriores con un pajarito; me informan los traductores hombre-caballo buscados por esta columna que la conversación versó sobre Álex Saab y la apertura de la frontera para que el “cerco diplomático” se olvide de los secretos del barranquillero.
Leía de un excelso columnista, no de un remedo como yo, que la secta del enano del carriel tratará de imponer una república del miedo que le permita continuar en el poder por otros cuatro años. En principio creía que se refería al miedo que vende en campaña JJ Rondón, pero preguntando a fuentes confiables me aclaran que el miedo lo infunden por medio de las advertencias de prefraude del registrador y su pelea con el director del Dane, que ni con la voz de gomelo asustó a quien ha de garantizar la transparencia en las elecciones.
Para asustarnos aún más, y este espanto me llegó a la médula, se inventan una logia peligrosa llamada “jóvenes Cabal”: tres pelagatos que le sirven de súbditos a la bolsonaro caleña, muy seguramente futura presidenta del país del espíritu santo del cuadro de la sala de Paloma Valencia.
Gracias a la reforma tributaria pude gastarme los ahorros que no tengo en el día sin IVA, antes de darme cuenta de que en esta misma reforma, aprobada a las carreras en el Congreso, se eliminaba la ley de garantías y se proveía a alcaldes y gobernadores de las herramientas necesarias para la continuidad de la república del miedo. En la oposición estaban en contra de esta figura, pero ya en el poder la necesitan, y por eso tiene razón quien dice que la lengua es el azote de Duque.
Y hablando del Congreso, no podía pasar por alto la jugada maestra de Dilian Francisca con Catherine Ibargüen encabezando la lista al Senado (ya la pobre lleva más de una abucheada), pero creo que de haber convencido a James el salto triple le quedaba en pañales: es experto en cobrar por no hacer nada, le camina a uno que otro traguito, sabe quedarse sentado por horas sin molestarse y no se comunica con facilidad; es decir, tiene perfil de congresista.
Pero el cambio de huso horario me confundió un poco. No entendí el cuento de por qué hay un departamento nuevo en Colombia llamado Facebook, pues no recuerdo que Vicky, la jefa de propaganda de la secta de enano del carriel, haya dado permiso para esa lisonja a los amigos de Actualidad Panamericana.
Tampoco entiendo el tema de la vacunación obligatoria, pues a los legos y borregos que nos vacunamos nos pueden pedir el carnet de vacunación pero a los antivacunas (jajajajajajaja) les pueden pedir el diploma de iluminados y sabios o la admisión de la tutela en que piden se ampare su derecho a la estupidez o, en el peor de los casos, su afiliación a los jóvenes Cabal. Cualquiera de estos documentos demuestra su ignorancia.
Ya en la plataforma del último aeropuerto de regreso a Colombia, mientras devoraba con ansias cuatro donas y una gaseosa, le preguntaba al expresidente en ejercicio con quién había practicado esa imitación de Carlos Castaño para hablar ante el ejército y aún con la boca llena me dijo: “¿De qué me hablas, viejo? La idea es llevar el miedo a la gente de Otoniel y participar en Yo me llamo…”.
Si este medio digital requiere de mis servicios en otro viaje cubriendo las peripecias del gordito lo pensaré dos veces, pues aunque las viandas fueron generosas, los viáticos no se parecían a los que se llevó la Abudinen cuando puso pies en polvorosa con el anticipo del contrato de centros poblados. ¡¡Ajúa!!!