Cuando hace tres años Santiago Alarcón fue a comer El Patio, el restaurante del que no salía Jaime Garzón en La Macarena de Bogotá, nunca pensó que terminaría representándolo. Cuando no grababa para tv, allí permanecía el humorista entre políticos, amigos y vecinos del barrio. El actor paisa llegó como cualquier cliente y por azar se sentó en su mesa el libretista Juan Carlos Pérez. La coincidencia no podía haber sido más afortunada: “Estoy escribiendo un papel a su medida. ¿No te interesaría ser Jaime Garzón?”. Se cumplía, sin proponérselo un sueño que lo perseguía desde tiempo atrás. No lo conoció pero las anécdotas y chistes del famoso humorista, creador de Quac, lo rondaron.
Derrotó en el casting al actor Rafael Zea para obtener el personaje. Recibió la noticia con más temor que alegría. Enfrentarse a semejante personaje representaba un peso mayúsculo que además de hacer reir, ironizar la clase política terminó recordado como un héroe que nunca se le doblegó a sus enemigos que no resistía su sátira ni sus convicciones políticas. A sus cuarenta años, algo los unía: el espíritu contestario y rebelde nacido de una vida donde nunca le han faltado los obstáculos.
Don Ernesto, su papá, un paisa recio y sabio de Sonsón terminó asesinado por Pablo Escobar cuando Santiago tenía doce años. Las balas se llevaron a su cómplice en la pasión por el Atlético Nacional y su compañero de muchas tardes de conversa en las cafeterías del centro de Medellin. Los diciembres en familia con los 16 tíos en su casa del barrio Gratamira con las marranadas, el aguardiente y la música que duraba hasta cinco días, son un recueredo imborrable atravesado por la tragedia.
Una mañana de 1991 don Ernesto salió de la casa para nunca más volver. Una llamada telefónica trajó la noticia que se volvieron joras interminables de llanto. Su papá habia intercedido en una riña ajena, cuando una bala disparada por un policia para disolver la pelea callera terminó acabando con su vida. Santiago volvió a ser el mismo.
Atrás quedó su aspiración de ser un defensa central como sus ídolos Luis Carlos Perea y Andrés Escobar. Quedo postrado sin aliento para levantarse los sábados a las seis de la mañana a entrenar y entró en unos años oscuros de los que, como a Garzón, lo sacó el humor.
En medio de la aburrición escolar, en plena adolescencia, un profesor se presentó al aula de clase a proponerle a los estudiantes formar parte de un grupo de teatro. Sin saber muy bien de que se trataba, Santiago levantó la mano. Su primer papel resultó ser el de payaso.
Inició la ruta que 25 años después lo tiene interpretando al admirado Jaime Garzón. Tomó un carro junto a cinco amigos rumbo Bogotá, con la promesa de que estudiaría ingeniería. Pero agenda era otra. Lo tenía claro. Se matriculó en la escuela de teatro Alfonso Ortiz y con un talento a prueba de todo, logró debutar a los 23 años en la telenovela Traga maluca representando a Jacinto. Vendría una docena de papeles más hasta que el éxito le estalló con su personaje de Germán es el man. Confirmó su fama cuando en pleno Carnaval de Barranquilla encontró en que cada esquina los vendedores ambulantes ofrecían la cresta de su personaje.
Cristina Navia, a quien conoció en la escuela de teatro, es su compañera desde los 18 años. Lo apoya y lo guía y a esta al lado suyo en el desafio que tiene por delante: interpretar a Jaime Garzón. Ha hecho todo para lograr el mejor papel de su vida: perdió 20 kilos, escuchó cientos de horas de audio de Garzón y leyó tes veces las 500 páginas de la investigación que había hecho el libretista Juan Carlos Pérez para construir la historia para televisión. Aprendió sus dejos, sus modismos, la manera con la que el humorista seducía a la mujer que le diera la gana. Su dificultad mayor fue con el personaje Heriberto de la Calle, hasta que consiguió el tono perfecto.
La suerte estuvo de su lado con la decisión del canal RCN de escoger al veterano Sergio Cabrera para dirigir la serie. Una apuesta con la que el canal aspira a remontar la cuesta.