De genocidas y calumniosos

De genocidas y calumniosos

Réplica a Ariel Peña, conocido colaborador del portal, quien con frecuencia escribe sobre el marxismo-leninismo, el comunismo totalitario y el socialismo del siglo XXI

Por: Jorge Miguel Moreno Hernández
abril 30, 2019
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De genocidas y calumniosos
Foto: Maria Ilyinichna Ulyanova

Por este medio llevan algún tiempo apareciendo panfletos “antimarxistas” de un tal Ariel Peña que repitiendo algunos términos que nunca define (marxismo-leninismo, totalitario, dictadura, hegeliano, etc.) y sin dar mayor argumentación nos harta con acusaciones contra el “marxismo”, en el que incluye desde el Foro de Sao Paulo —donde están el Partido Verde y el Polo Democrático (una alianza sin cohesión ideológica y una coalición antiuribista, respectivamente), la socialdemocracia corrupta y ecléctica del chavismo (PSUV, PCV) y varios partidos autodenominados comunistas que en realidad son en mayor o menor medida adeptos del revisionismo (falsificación del marxismo) bolivariano y latinoamericanista (nacionalismo reformista justificado en un antiimperialismo y a veces indigenismo deformados)— hasta un aliado de los EE. UU., de Pinochet y Franco (aliados también de EE.UU.) como Mao Tse-tung*, quien también tergiversara el marxismo hasta extremos ridículos (transformación pacífica de la burguesía en el socialismo, participación de la misma en el Partido y el Estado, tolerancia de fracciones dentro del Partido, negación de la dirección obrera en favor de la pequeña propiedad agraria, etc). En una de sus últimas retahílas falaces este personaje achaca al “comunismo”, tan ampliamente indefinido como es habitual en estos escritos, varios millones de muertes y en otra más reciente lo convierte en padre ideológico del nazismo a fuerza de citas probablemente inventadas y sin contexto y del comodín del “hegelianismo”. A estos despropósitos de la historia y teoría política voy a dirigir principalmente esta contestación.

En primer lugar, me gustaría preguntar a este doctor en filosofía cómo el fascismo y el nazismo se derivan del pensamiento de Hegel y qué puntos en común tienen los dos primeros con el marxismo, aunque para esto él tendría que empezar por definir y delimitar conceptos, cosa que al parecer no es de su agrado. Por ahora no puedo más que interpretar los fragmentos de no más de un párrafo que este señor presenta como evidencia de la “cercanía inocultable entre el marxismo y el nazismo” como una muestra del carácter reactivo del último frente a las teorías desarrolladas por Marx y sus continuadores y de la aparente intención de los ideólogos nazis de aprender de sus enemigos, si esto fuera en algún modo una señal de continuidad ideológica tendríamos que admitir que toda oposición en este terreno es un perfeccionamiento de aquello a lo que se opone, por ejemplo, que el uribismo es discípulo de las Farc. En la misma diatriba también se presentan dos acusaciones sobre supuestas alianzas entre comunistas y nazis, primero se dice que los comunistas apoyaron a Hitler en las elecciones de noviembre de 1932 y luego se presenta el pacto de no agresión entre la URSS y Alemania como un “elemento de cercanía” (además de la geográfica es difícil inferir otra del acuerdo), frente al primer punto hay que señalar la falta de evidencias y también que en las 3 elecciones alemanas de ese año los comunistas (KPD) presentaron siempre sus propias candidaturas (Ernst Thälmann a las presidenciales y sus propias listas a las parlamentarias [Elections in the Weimar Republic ]). En cuanto al pacto Ribbentrop-Molotov, el mismo texto del acuerdo muestra que se limitaba a evitar acciones militares entre los dos estados o apoyos a las mismas iniciadas por un tercero, confundir esto con una alianza es como negar la rivalidad actual entre potencias por falta de una guerra abierta entre las mismas, el supuesto reparto de Polonia y los Estados Bálticos era un reconocimiento diplomático de intereses y quedaba anulado si no se resolvía por medio de un “acuerdo amistoso”.

Antes de pasar al tema siguiente aclaro que no me corresponde defender al falsificador chino del marxismo (Mao Tse-tung), a sus seguidores o algún otro revisionista, al contrario deben ser expuestos como los antimarxistas que son, completamente ajenos y opuestos al marxismo-leninismo, y si al autor de las difamaciones trilladas le parece que la existencia de tergiversadores de una escuela filosófica denota “el fracaso antropológico e histórico de esa doctrina”, como dijo en otro de sus escritos mediocres, o que no se puede separar a estos de la ideología original y su correcta aplicación (esto siempre será relativo al contexto por las mismas limitaciones de cualquier teoría) entonces tendrá también que admitir que la pederastia es una consecuencia directa del cristianismo al ocurrir tanto entre la secta católica como en la de David Berg y otras, o que el cristianismo también falló histórica y antropológicamente al no haber podido aplicarse íntegramente. Si el señor Peña piensa volver a tratar de convencernos que el cristianismo es vigente en alguna forma le recomiendo antes resolver públicamente, de forma racional y argumentada, algunos de los problemas internos de la doctrina cristiana que ya formulé en otro escrito o que otros autores en este medio han señalado recientemente.

Respecto al tema de los “billones de muertos del comunismo”, cuando se evalúa una ideología política se espera que esta se juzgue respecto a los problemas sociales que le planteó el contexto en el que haya aparecido, que se contraste este contexto de aparición con los resultados de las medidas que haya tomado (si llegó aplicarse desde alguna forma de poder), que se diga si efectivamente las soluciones propuestas respondían a los problemas de la situación histórica y si estas estaban a la altura de la información y recursos de los que disponían quienes las formularon, también es posible compararla en estos sentidos con otras ideologías de la misma época, reducir todo a la cantidad de muertes ocurridas durante el periodo de aplicación de dicha ideología puede servir para aterrar a inexpertos en el tema pero nunca para una verdadera comprensión de la ideología en cuestión o del periodo en que haya existido. Aún así es posible desmentir las acusaciones transmitidas por el panfletista repetitivo contra la URSS, este señor primero atribuye al gobierno de Lenin 7 millones de muertes, sin contexto ni otra prueba distinta a citarlas del equivalente editorial de los rumores de WhatsApp, la cifra es aterradora si no se considera la falta de evidencias para confirmar que fueran tantas y causadas de algún modo por Lenin. De creer la cifra habría que atribuirla a varias catástrofes y eventos que golpearon a la Rusia de esos años, una guerra mundial que se destacó por enterrar una generación europea en las trincheras (y de la que los reclutas rusos desertaban en masa desmoralizados, enfermos y hambrientos mientras los alemanes tomaban grandes porciones del territorio ruso, cosa que no considera nuestro repetidor de calumnias cuando juzga como “traición a la patria” la paz de Brest-Litovsk [The impact of World War I on Russia’s revolutionary situation prior to 1917]), una invasión por parte de Japón, Francia, Estados Unidos y Gran Bretaña, intentos de magnicidio y golpe de estado por los social-revolucionarios y una lucha agraria entre los pequeños hacendados (kulaks) y los campesinos pobres paralela a la crisis económica que derivó de todos estos acontecimientos (hechos que constan en la bilbiografía de Lenin por el historiador Gérard Walter).

Después de atacar a Lenin otro tanto de muertes se le imputan a Stalin concretamente 30 millones en las purgas. Esta acusación es completamente exagerada dado que entre los autores con algún respeto dentro de la academia el máximo de “asesinados por Stalin” llega hasta los 12 millones (S. Rosefielde, Documented homicides and excess deaths: New insights into the Scale of Killing in the USSR During the 1930s, 1997), y esto lo hacen basándose en testimonios de exiliados, estimaciones rebatidas y proyecciones demográficas (S. G. Wheatcroft, Victims of Stalinism and the Soviet Secret Police: The Comparability and Reliability of the Archival Data – Not the Last Word, 1999), de las que me ocuparé luego. Según otros estudios sobre el tema, las muertes producto de la represión estatal (incluyendo la persecución del delito común), la violencia rural contra los kulaks y la hambruna de 1932-33 (que en realidad fue combatida y no provocada por el gobierno soviético, como muestra Wheatcroft, 1999) no habrían superado los 2.3 millones entre 1934 y 1953 (J. A. Getty, Victims of the Soviet Penal System in the Pre-War Years: A First Approach on the Basis of Archival Evidence, 1993) o fueron alrededor de 3 millones de 1921 a 1953 (S. G. Wheatcroft, The scale and nature of German and Soviet repression and mass killings, 1930–45, 1996), las fuentes en las que se basan ambos cálculos son documentos internos de la administración penal soviética (es obvio que cualquier estado para funcionar necesita tener la información más precisa que pueda obtener y que falsificarla para mantenerla en secreto por alrededor de 40 a 60 años sería un completo absurdo) comparados con censos y otros documentos administrativos de la URSS, todos dispuestos para estudio público desde los años 90. Si comparamos estas cifras con los 7.3 a 8.3 millones de muertos entre 1933 y 1945 (esta cifra no tiene en cuenta algunos hechos de la SGM) provocados por la Alemania nazi es evidente quién es el “mayor asesino”, si además consideramos las poblaciones bajo ambos estados (la población soviética era aproximadamente el triple de la que habitaba los territorios bajo gobierno alemán en este periodo) es mucho más notable la diferencia entre Hitler y Stalin. Además de lo anterior debemos considerar, como hacen Getty y Wheatcroft, que en Alemania se construyeron infraestructuras y se formaron unidades militares destinadas al asesinato masivo y que estas matanzas se hicieron con el fin expreso de eliminar grupos poblacionales mientras en la URSS la represión se organizó en respuesta a actos de terrorismo, sabotaje y colaboración con estados enemigos, que en su gran mayoría esta represión obedeció casi siempre a un proceso judicial (con más o menos garantías según el periodo) y que ante los excesos se tomaron medidas correctivas.

Finalizo con dos observaciones, la primera es que me sorprende que en las letanías engañosas del anarco-uribista de convento (hay que evaluar la coherencia ideológica de sus escritos) se hable tan bien de Trotsky a pesar de que lo considere parte del “engendro comunista totalitario”, esto puede ser porque ese personaje hace lo que nuestro cuestionado autor, calumniar, como al culpar a los soviéticos de la derrota de los republicanos españoles cuando en realidad fueron los únicos que prestaron apoyo al gobierno legítimo a pesar de estar en vísperas de la invasión nazi. Mi segunda observación final es respecto a las proyecciones demográficas en que ciertos autores, algunos citados en este artículo, se basan para calcular cifras exageradas de “exceso de muertes” durante el gobierno de Stalin en la URSS, el método consiste en tomar como base los censos para hacer una estimación de la población de la URSS y luego comparar estos datos con una población proyectada partiendo de un año base y agregando el efecto de la natalidad y mortalidad en el periodo estudiado, la diferencia entre ambas estimaciones poblacionales es según los autores una estimación fiable del número de muertes causadas por el gobierno en ejercicio, con este método se llega a que estas muertes pudieron alcanzar los 9.7 millones de personas bajo Stalin. Aplicando el mismo método a los dos cuatrienios presidenciales de Uribe (con datos del Banco Mundial) obtenemos una estimación de cerca de 2.1 millones de muertes para esos años, muy por encima de las 218 094 debidas al conflicto entre 1958 y 2012 reportadas por el Centro de Memoria Histórica.

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A pesar de lo exagerado aún podríamos usar el primer dato para escribir un panfleto antiuribista al estilo del señor Peña, acompañando la acusación de fantasías ideológicas que relacionen al tirano enchancletado con Hitler y a estos con quien se nos antoje y repitiendo “engendro”, “totalitario”, “genocida” y otros calificativos cada 5 palabras sin definirlos.

* Durante la vida del padre del revisionismo chino (1893 – 1976) China empezó una alianza con los EE. UU. cuando Nixon visitó el país en 1972, después de esto China instaló una embajada en la España de Franco y continuó sus relaciones diplomáticas con Chile durante el gobierno de Pinochet. En un futuro artículo profundizaré en las desviaciones maoístas.

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