En Colombia muchos y muchas se ufanan cuando las personas les dicen “doctor”. No sé si eso les da cierta aceptación social, notoriedad o respeto. Empero, gracias a las redes y a grupos de periodistas independientes muy juiciosos que se han dado a la tarea de esculcar las hojas de vida de nuestros hombres públicos sabemos que muchos no son “dotores” como nos han dicho.
Ejemplos sobran:
Empezamos por el alcalde Peñalosa, siempre nos vendió la idea de que tenía doctorado, falso. Unos periodistas de El Espectador derrumbaron la mentira que vendió durante años para darse fama de gran tecnócrata.
El presidente Duque decía que había hecho una especialización en la prestigiosa universidad de Harvard, falso. Un estudiante de allá lo desenmascaró. Al final resulta que solo hizo cursos de una semana cada uno.
El nuevo director de Planeación se alardeaba de una especialización en la Universidad de Toulouse, falso. Nunca pasó por allá.
Según Caracol Radio, algunos congresistas no son ni abogados ni sociólogos ni administradores como colocaron en sus respectivas hojas de vida. Solo hicieron unos semestres, pero sin pudor ni vergüenza se hacen pasar como profesionales.
Reitero, si por el lado de falsos “dotores” llueve, por el lado de aquellos que logran graduarse pero “plagian” tesis de otros no escampa.
El caso reciente es de Jonathan Malagón, ministro de Vivienda. Investigaciones de Noticias Uno descubrieron que copió y pegó parte de su tesis doctoral. Y si uno entra a las redes sociales, quedan al descubierto muchos profesionales que para graduarse copiaron tesis de otros.
Qué sinvergüencería, qué cinismo, qué mediocridad. La verdad no me explico cómo muchas personas pueden mentir en sus hojas de vida colocando títulos que no tienen. O son muy perversos, o son de esos que creen que “el todo vale” para llegar al poder.
Esa es la clase dirigente que nos gobierna.